Martes, 17 Julio 2012 18:17

"Siendo sinceros (Y además de verdad)". Capítulo 4. 'Entrar a matar'

Escrito por  Publicado en Siendo sinceros (Y además de verdad)

Siendo Sinceros (Y además de verdad)


Entrar a matar

Si hay algo que siempre me ha llamado la atención desde bien pequeña sin duda es el buen arte de la seducción. Desde que tengo conciencia me he dedicado a la observación del ser humano en este aspecto porque, para mí, es de lo más motivador. Ni siquiera sé porque… debe de ser innato.

Cuando era adolescente, solía salir con un grupo en el que predominaban más los chicos que las chicas. Eran chicos inexpertos y bastante patosos a lo hora de ligar. Cuando les gustaba una chica solían pedirme consejo para saber cómo acercarse o cómo llamar su atención. Un día, harta de tanta preguntita, me decidí a escribir un manual llamado “el manual del buen seductor”, donde relataba actitudes que podían ayudarles en depende qué situaciones, y otras de las que debían huir sin contemplación. Algunos de ellos todavía me piden la segunda parte...

Creo que lo que me resulta más interesante es el significado de la palabra seducción en su estado más amplio, aquel que no sólo se refiere a aquello que tiene cierta connotación amorosa-sexual, si no al arte de seducir, embaucar, atraer… Y es normal que me resultara atrayente, ya que desde bien pequeños hemos aprendido que para conseguir algo de alguien, a menudo, tenemos que conquistarlo. Es casi obligatorio poseer ese arte, sea consciente o no, para poder subsistir.

Los niños aprenden rápido qué es exactamente lo que tienen que decir para que se les aplauda y en muchas ocasiones suelen venderse al mejor postor.

El otro día le pedí a mi sobrino que me diera un beso. No quiso. Le dije, naturalmente en broma, que si no me lo daba no podría entrar más en mi bar. El niño no sólo me dio el beso sino que al segundo me preguntó si ya le dejaría entrar en el bar. ¡Pues no saben nada los niños!

Tal vez hemos recibido demasiados chantajes morales como son aquellos de “si sigues haciendo A, no te llevaré al parque”. Y así  se empieza a recibir en el inconsciente no que A sea malo por x o por c, pese a que en el mejor de los casos nuestros padres trataban de explicárnoslo lo mejor que sabían, sino que si queremos ir al parque, debemos evitar que nos pillen haciendo A. Es la ley de la supervivencia. Queremos hacer A y queremos ir al parque. No hay otra salida.

La cosa es que a los pobres niños, se les ve a la legua que hacen las cosas porque esperan conseguir algo a cambio. Quizá los adultos hemos tenido que aprender a disimular mejor, ya que a nosotros no se nos perdonan ese tipo de cosas… Siempre tenemos que quedar bien.

El otro día quería ir a comprarme unos pantalones que eran muy monos y le dije a mi chico que me acompañara. Siempre me hace lo mismo. Es que la gasolina está muy cara… que ahora estamos en la cuesta de enero o que estamos a final de mes. Cuando le dije que después tenía pensado ir a ver el fútbol con él, me contestó que ya se apretaría el cinturón, que ya me acompañaba, que no me podía decir que no a nada. ¡Si es que tiene un morro!

Mi novia me dijo ayer que teníamos que ir a cenar a casa de su madre. Como no tenía ganas fingí que me encontraba mal. Al poco me comentó  que había cambiado de planes, que le habían dado unas entradas para ir a un concierto de un grupo que me gusta mucho… me quedé  sin ir, porque según ella, yo estaba enfermo.

Así  pues la seducción se relaciona muchas veces con la mentira, con el engaño, con el aparentar. Nos lo hemos comido muchísimas veces cuando alguien nos trata de vender una moto, y de ahí que los comerciales tengan tan mala fama.

Conocí  un tipo en una discoteca. Durante toda la noche me vendió que yo era una chica diferente. Que parecía la mujer de su vida y mil vendemotos más. Yo sabía de sobras que lo estaba diciendo porque quería acostarse conmigo. ¿Cómo se puede ser tan patético?

Pero el buen arte de la seducción no creo que tenga que ver con eso. La seducción, en su sentido bueno y moral, tiene más que ver con explotar aquellas facetas de nosotros que la persona que tenemos delante se espera encontrar.

Cuando voy a una entrevista de curro, examino bien la oferta de trabajo, estudio la empresa y me hago una idea fidedigna de qué están buscando. Así, en la entrevista soy muy capaz de sacar aquello que se que esperan oír y destacar aquello de mí que más creo que les va a interesar.

Muchas veces incluso, nos mostramos explotando aquella parte de nosotros que nos fascina más, aludiendo que si aquello a la otra persona no le interesa, es que aquella persona no es para nosotros. Y si se da el caso en que acertamos, eso que tenemos ganado.

Si conozco a alguien, en principio siempre trato de sacar mi parte más interesante. Remarco aunque sutilmente mis éxitos. Si no le interesan los campos de los que hablo… ¿para qué seguir?

Así  pues, seducir puede tener varias interpretaciones. La primera, aquella que se refiere a mentir, embaucar, utilizar todo aquello que no somos, no queremos o no poseemos. Y la segunda, el buen arte, potenciar aquello de nosotros que el otro espera encontrar y minimizar lo que quizá  asumimos que al otro no le interesa tanto.

En cualquier caso, está claro es que para seducir tenemos que tener en cuenta las expectativas que tienen las otras personas de nosotros. Si hacemos reír a una persona que de por sí es seria, tenemos mucho ganado, sobre todo si aquella persona desea reírse. Si queremos interesar a un tipo que busca la inteligencia en la mujer, una caída de párpados es de lo más inadecuado.

Ayer estuve en un bar y conocí a un tipo. No tardó ni cinco minutos en mostrarme su cartera con no sé cuantos billetes de euro de un color que yo no he visto nunca. ¿Pero qué se ha creído? ¿Qué por tener pasta va a poder comprarme? Me sentí como una puta.

Lo que está claro es que hay cosas que siempre funcionan.

La sonrisa siempre es contagiosa. Soy camarera. Se consiguen muchas propinas si le gastas una broma a un cliente o les sonríes o simplemente les das las buenas noches o les llamas por su nombre. Ellos sienten que para ellos no son un simple “uno más” y eso se refleja en las propinas, normalmente. Hay de todo, claro.

Sin duda una de esas cosas es el encontrar en el otro un ser simpático o cuanto menos amable. Si alguien entra a formar parte de un nuevo grupo o equipo, lo que menos desea es encontrar un líder o jefe con mal carácter orientado únicamente al objetivo, sino a alguien que desde el principio se mostrara interesado en él, en su trabajo, en su manera de ser o de vivir, pero que se fijara en él sin duda.

Para seducir o conquistar al otro, tendemos a mostrarnos sin olvidar diferentes aspectos imprescindibles. A saber:

Caer simpáticos a todo el mundo: aprendimos el poder de una sonrisa, de una caída de párpados, de una pose de interés… Aprendimos que podemos decir las cosas de miles de maneras. Y que quien consigue mandar a tomar por culo a otro con una sonrisa en la boca, es un gran ídolo.

Crear misterio: si hay algo que funciona casi siempre es crear un cierto halo de misterio a nuestro alrededor. Si somos el centro de atención la admiración se desarrolla rápidamente y pasas a tener un mayor estatus, con aquello llamado prestigio, ya fuera profesional o social.

Destacar: utilizar conversaciones bien sabidas, reflexiones que resultan interesantes, o mostrar un poder adquisitivo, el mejor coche, las mejores notas de la promoción, tocar la guitarra… es decir… mostrar aquello que sabemos de sobras que puede impresionar a cualquiera, salvo error de cálculo, claro.

Preguntándome dónde radica el origen de tanto interés en la seducción me he dado cuenta que el pensamiento infantil tiene algunas claves. Desde la infancia hemos aprendido a competir y por ello tenemos una neurona únicamente dedicada a destacar en lo que sea y así poder ser más admirados o elogiados con lo que sea que nos proporciona un prestigio suficientemente satisfactorio para nuestro ego. Evidentemente esto eleva nuestra autoestima razón de más para destacar.

También hemos recibido la obligación de conseguir aquello que ansiamos, con independencia de si hay o no rival. Y muchas veces nos tenemos que preguntar aquello de “¿el fin justifica los medios?”

Y por último, hemos aprendido a querer caer bien al prójimo con un objetivo de estima, para ser más queridos, o con un objetivo de “integrarnos”, para ser aceptados.

Sin duda, seducir, conquistar, agradar, embaucar tiene su origen en la consecución del objetivo que queremos conseguir. Desde agradar por el mero hecho de ser queridos, hasta conseguir que el otro actué como deseamos.

Para llevar un equipo hay que tener muchas cosas en cuenta. Pero sobre todo tener en cuenta cómo conseguir lo que quieres que hagan. Los gritos nunca fueron una buena técnica. Justificar los objetivos y razonar los comportamientos suele ser algo que agradece todo el mundo.

Muchas veces, estos actos son tan involuntarios y tan poco conocidos por quien los ejecuta, que en ocasiones me dan hasta miedo. Por eso, porque le tengo un miedo atroz al engaño, desde bien joven me he pasado horas y horas viendo cómo la fauna de la noche (y del día) se relaciona entre sí para conseguir tener una mayor información de los hechos, que casi siempre ocurren de la misma manera.

Ya hace tiempo que han empezado a cansarme determinado tipo de reglas del juego. Después de apostar muchas veces conmigo misma cómo se comportarían algunas personas en determinadas situaciones y ganar reiterativamente, decidí darme la medalla de oro, y abandonar tal investigación, para pasar a vivirlo esta vez en primera persona. Y si bien es cierto que no siempre las cosas funcionan igual, para fortuna de las solteras hay cosas que nunca cambian.

Chico conoce chica. Chica disimula que no le gusta chico. Chico se interesa más por chica. Chica consigue chico.

Llevaba días desanimada. Después de aquella historia con Mr. Big, todo el mundo me había parecido igual y por mucho que intentara mirar más allá no había visto a nadie que captara un mínimo mi atención, fuera por el motivo que fuera. Había empezado a creer que había perdido el interés por el género masculino.

Dado que nos lo habíamos pasado tan bien con Ce en el Stay Fine la última vez, volvimos a ir el siguiente fin de semana. Ya dentro, Ce volvió a divisar a alguien para mí, a lo lejos. ¡Y volvió a acertar!

-Mira, allí en la barra, ese tiene pinta de ser de los tuyos…

-Está  bien, desde aquí no veo nada, acerquémonos… -dije con apatía. No es que tuviera esperanzas de nada… pero no por eso iba a dejar de intentarlo. Tenía que volver a la primera persona y vivirlo.

Realmente al acercarnos, el tipo creó un interés instantáneo. Ce debió  verlo en mi cara, porque a la mínima ocasión de entrada, lo hizo, sin preguntarme absolutamente nada. Sabía que necesitaba conocer a alguien o acabaría metida en un convento. Y el éxito sólo venía si se intentaba. Así que había que hacerlo.

-¡Pues vaya mierda de música! ¿Qué? ¿Vamos los cuatro y le pegamos?–dijo Ce al ver que las caras de los chicos desaprobaban la versión de la canción que había elegido el disc-jockey.

Instantáneamente ya éramos cuatro. Inmediatamente la atracción se mascó en el ambiente y en un descuido rápido y natural, me quedé hablando con él. Empezamos a hablar y hablar y hablar sin crear un solo segundo de silencio. El interés era mutuo. Se notaba. Él era:

Aidan, soltero, 25 años, muy atractivo. Estudiante de filosofía, músico y pintor. Trabajaba en una escuela de baile como responsable del bar. De pensamiento abierto, libre y algo individualista. Conocerle fue algo que me sorprendió muy gratamente, pese a mi desidia al empezar la noche.

La conversación empezó a ser de lo más interesante desde el principio hasta el fin. Llevaba días formulando una pregunta que me tenía inquieta y puesto que estábamos hablando de la estética lo solté sin más.

-¿Qué  mujer os resulta la más guapa del mundo?

-Tú  –dijo él. Se lo había dejado en bandeja, pero aun así me entró un ataque de risa. Sabía que estaba mintiendo, pero su respuesta me pareció de lo más conmovedora.

-Ya, ya, claro.

-Lo que quiero decir es que la mayoría de mujeres famosas tienen una belleza perfecta, pero a mí siempre me gustará más una chica que vea por la calle por ejemplo.

-Ya…  ¿y en qué te fijas primero?

-En la cara.

-¡Oh claro! Tú ves una chica y si está de espaldas ya no te llama la atención.

-Evidentemente también le miraré el culo y las tetas… pero lo que más me impacta siempre es la cara.

Culo y tetas. Respuesta sincera, clara y concisa. Subían los puntos a su favor cada vez que respondía a una pregunta. Charlamos de la libertad, de las parejas, de las convecciones sociales, de música, de pintura, de arte… Todo iba de maravilla, parecía que la química había subido a estados monumentales. Realmente empezaba a estar alucinada hasta que…

-Bueno, tenemos que irnos – dijo

¿Se acabó? ¿Eso fue todo? ¿Por qué me había dejado llegar hasta aquel estado de éxtasis? ¿Para romperlo de manera tan brutal?

- Bueno… Ya nos veremos… un placer... en serio…-remarcó.

Estaba a punto de desaparecer cuando una de aquellas situaciones incómodas se generó en el ambiente. Ninguno de los dos quiso entrar en el tópico de pedir el teléfono, ni darlo… pero…

-Yo suelo venir aquí los viernes – Dijo tímidamente- así que supongo que nos veremos – provocó una pausa - Si volvéis, claro.

¿Esto es una cita para el próximo fin de semana? No he podido llegar a aclararlo. Se ha ido.

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