La brisa de la mañana entra por la ventana. El sol apenas tiene fuerzas para acariciar el cielo y ya se asoma entre las cortinas de tu habitación dejando entrever el nuevo día. La música del universo toca al unísono mientras unos dedos acarician tu rostro. Tus ojos comienzan a abrirse en el fulgor de la mañana. Te despiertas. ¡Mierda! Tienes que ir a trabajar por no sé qué extraño ritual en el que ganar dinero a espuertas, y pasar el día entre cuatro paredes; se considera vida.
Además de soportar a compañeros que no te pueden ni ver y que harían lo que fuera para pisotear tu reputación. Para colmo de males, ¡llegas tarde! Y como tú hay 50.000 personas más que se dirigen a otra gris jornada laboral cual cerdos al matadero. SOCIEDAD.
Al llegar a casa y mirar el móvil, ves una llamada perdida de alguien que no puede decir que te quiere porque no es cierto. Si lo dijera, nunca sonaría como en las películas o como en tus sueños. Ni volarían por tu estómago mariposas, ni sonaría en tu cabeza una canción romántica, ni andarías dando saltos por la calle sin que tú supieras que te estas engañando para conseguir una sonrisa tan amarga como el pomelo. Y cuando la persona que espera que llames lo hace desde el corazón; el tuyo no late y nunca lo hará. AMOR.
Llamas a un amigo que no te coge el teléfono porque está demasiado ocupado como para atender tus problemas. Lo intentas con una amiga que está teniendo una cena romántica con su pareja, a la que le pone los cuernos, y no puede atenderte. Y la única persona que de verdad te sabe escuchar dijo que no quería hablarte más porque se estaba enamorando de ti. AMISTAD.
Quisieras rezar a Dios; pero la fe de tus antepasados está custodiada por una religión en la que no puedes ni podrás nunca sentirte libre. Además, tú sólo crees en tus valores y, visto lo visto, no lo tienes muy claro. DIOS.
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