En un mundo en que la humanidad parece estar atacada por la maldad, en el que toda persona es un enemigo en potencia, en que el que el día menos pensado alguien te sorprende dejándote helado por su forma de actuar... solo nos queda una salida. El aislamiento.
Día tras día la gente me decepciona. Hubo un momento en que pensé que esperaba mucho de la gente. Pero ahora pienso que no soy yo. El problema son ellos.
Sonríele a la Vida que te brindaron un gran día y ella te contestará con una bofetada. Cree que hay demasiadas cosas bonitas para destrozarlas y ella sacudirá tu optimismo con una gran tormenta. Tú esperas mucho de la vida y ella no espera nada de ti.
Solo que intentes reanimarte ella ansiará verte caer. Pero eso nos hace ser más creyentes en nosotros mismos. Mírame a mí. Lucho cada día contra un sinfín de cosas y ahora sé que no servirán de nada. No me llevaran a ningún sitio. Pero... ¿sabes que? Que no me importa. Porque el hecho de ponerle la trabanqueta a la mala suerte, a la desventura, me hace sentirme feliz. Creo sinceramente que nadie va a acabar conmigo. Ni siquiera este mundo de locos. Cuando el resto del mundo parece haberse trastocado por completo lo unico que me queda es creer en mi misma.
Quizá algún día en algún lugar inhóspito encuentre lo que busco. Y me ría de todo esto, con la seguridad que me dará haberle plantado cara y haber ganado al fin alguna partida, una partida entre dos grandes titanes. La corriente y la exclusividad.