Carlos Cros conseguía ayer por la tarde el más difícil todavía. Cierto es que tiene un puñado de buenas canciones bajo el brazo, pero aun así es complicado defender tu trabajo en la Barcelona de principios de Junio a las 19:00 de la tarde y en un agujero como el de el fórum del Fnac de L’Illa nada menos, pues llevar a tu público hasta ahí bajo estas condiciones es una ardua misión.
Carlos es un luchador, no se rinde y tiene a favor su carisma y ese saber estar delante del público que da para pensar si al igual que Conan nació en un campo de batalla, Cros quizá lo haya hecho encima de un escenario.
“Concierto familiar” decía él. Su familia y la de los músicos llenaban gran parte de la minúscula sala.
Cuando un escucha “Nadie se Resiste al Amor” entiende muy bien lo que Kiko Amat quiere decir cuando habla de lo incomprensible que resulta el hecho de que estas doce canciones no estén sonando constantemente en radio fórmulas, pues todos y cada uno de los cortes que este disco contiene son de una absoluta exquisitez tan pegadiza, que no podemos dejar de preguntarnos donde ha estado escondido tanto tiempo este barcelonés de pelo alborotado.
“La Cuenta Atrás” abre la carrera de cincuenta minutos a la que nos invitan a participar y aquello era caviar para nuestros oídos. Da igual el lugar donde Carlos salga a pelear por su trabajo. Entre su magia y los siete músicos que le acompañan, la maquinaria es una apisonadora sonora que a todos los presentes nos dejaba con la boca abierta desde los primeros acordes.
Llamaba la atención la selección de canciones que la banda había hecho para la ocasión, pues es curioso que temas con un olor tan inequívoco a single no sonaran la tarde pasada. Nos quedamos sin escuchar “Cosas que Nunca Se Olvidan”, “La Última Vez que vi París” o “¡Qué Estupidez!”, pero ellos sabían muy bien lo que estaban haciendo a la hora de defender un repertorio en el que hubo cabida incluso para temas del pasado como el que daba título a su anterior trabajo, “Escucha los Latidos”.
Acertados discursos entre canciones, bromas precisas y desbordado carisma, hicieron que los allí presentes se entregaran en cuerpo y alma a una experiencia musical que no es habitual entre tanta oferta vacía que nos va llegando en los últimos años.
Así Carlos amontonaba aplausos con “No más Lágrimas”, “Esta vez no Pierdo el Tren” o “Siempre Hay un Camino”, para llegar a un final en el que el respetable terminó por levantarse de las sillas que llenan tan fría sala para conseguir, en términos de música negra, una absoluta comunión con la banda, la cual iba en un in crescendo épico hasta final, que es como debe terminar un bolo.
Éxito absoluto, caras sonrientes y ganas de más es el resumen de lo que solo algunos privilegiados tuvimos ocasión de ver ayer por la tarde.
Te deseamos toda la mierda del mundo Carlitos. Esto no ha hecho más que empezar.