Una crónica de Sergio Sada para Culturaencadena.com
Fotos: Jacobo Revenga, Kike Oquillas y Rodrigo Mena Ruiz
Ha terminado una de las jornadas más apoteósicas del Sonorama Ribera.
Primero porque este año el festival cumplía su mayoría de edad y eso significa también que Javier Ajenjo y los suyos llevan la friolera de dieciocho años apoyando la música independiente de este país.
No voy a negar que en muchas ocasiones puedo ser muy crítico con este movimiento, quizá por saturación o por desidia, pero lo cierto es que a veces pienso que ya está todo hecho y lo que viene detrás no aportará nada nuevo.
Somos muchos los que nos volvemos criticones e intolerantes. Los años te hacen más cascarrabias y piensas que estás de vuelta de todo, por encima de las cosas. Es ahí cuando la magia del Sonorama entra en juego, porque al final esos tres días son una absoluta cura de humildad.
Y segundo porque en los 8 largos años que llevo acudiendo fielmente a la cita, jamás vi a la gente más volcada y más agradecida con el festival. Eso solo se puede vivir estando ahí, pero os aseguro que es una sensación que fácilmente puede ponerte la piel de gallina.
Este año hemos sido más de 50.000 sonoritos y sonoritas, como a Pucho de Vetusta Morla le gusta llamarnos. Eso implica algunas dificultades más de lo normal en los accesos, visibilidades, etc. Todo es mejorable. Desde aumentar el número de aseos dentro y fuera del recinto hasta el numero de barras también a ambos lados de la línea que divide la mañana de la noche.
En la presente edición, ha sido un poco agobiante moverse por cualquier lado. Quizá, y esto no es ni mucho menos negativo, Aranda se ha quedado pequeña ante semejante propuesta. Es un hecho.
El jueves llamaba la atención sobre todo el show de Morente Vive!, el homenaje al cantaor Enrique Morente por parte de sus tres hijos y una improvisada banda formada por Los Planetas y Lagartija Nick creada para la ocasión y a la que habían bautizado con el nombre de Los Evangelistas.
Dividido en dos partes, la familia entonó los grandes clásicos de Enrique acompañados por una pequeña formación de guitarras y percusión que respiraban arte por todos los lados.
La segunda parte hacía salir a Jota y los suyos para acompañar a Soleá entonando canciones de su padre en una atmosfera mucho más rock. Momentos únicos e irrepetibles. Sin palabras.
Rescatar del que fue quizá el día más flojo la belleza y buena intención de Marlango al igual que las de Tulsa, la vuelta a los escenarios en el único concierto que ofrecerán Australian Blonde con un Paco Loco a la cabeza y haciendo honor a su apellido.
¿Y que pasa con eso de rescatar bandas que en su momento significaron algo? Bueno, en este caso no ha funcionado con Los Toreros Muertos, quienes siguiendo la senda que los catapultó hace décadas, continuaban haciendo el payaso (literalmente) sobre el escenario. Pablo Carbonell y los suyos carecen hoy por hoy de ninguna gracia y resulta hasta molesto su falta de seriedad sobre el escenario. ¿Acaso no podían haber ensayado algo antes de tocar?
Sea como fuere y después de rescatar Yo no me Llamo Javier y Mi Agüita Amarilla, poco más podía ofrecer una banda que por momento parecía estar tocando en una Fiesta Mayor en una línea muy parecida a la de Los Inhumanos.
Los retrasos, algo inusual en la programación del festival, hicieron finalizar una jornada algo irregular casi a las 5 de la mañana, con La Habitación Roja tirando alguna pullita a la organización, pero aún así, metiéndose al público en el bolsillo.
Los valencianos serían los elegidos para el siempre ansiado concierto sorpresa de la Plaza del Trigo del viernes. Durante más de una hora entonaron temas de Oasis, Joy Division, The Cure, The Smiths e incluso hubo un momento para tocar Semilla Negra de Radio Futura. Que grande es poder ver a las bandas en este formato.
A partir de ahí, el resto de tarde siempre es aconsejable pasear por las plazas del pueblo. La gastronomía, algo en lo que cada año hacemos hincapié, es algo a descubrir en cada punto de Castilla y León que se acentúa de manera importante en Aranda debido a la grandeza de sus vinos y un lechazo de esos con los que puedes llegar a perder el sentido.
¿Y cómo no? Un año más terminábamos en las Vermut Sessions La Tramoya de la Plaza de Rollo. Mucho alcohol y Djs que saben que tecla pulsar para desatar la locura entre los asistentes.
Duchazo y al recinto.
A primera hora, algo injusto si me permitís, aparecían Grupo de Expertos Solynieve, una banda que pese a lo sólido de su formación, parece haber tardado en despegar ya que por fin este año aparecían en innumerables carteles de festivales veraniegos. Bien por ellos.
Arizona Baby como siempre sin decepcionar y demostrando que es posible unir la psicodélica, rockn’roll y a veces hasta el folk con un mundo Indie por momentos tan cerrado a cambios.
Y uno de los mejores momentos del Sonorama 2015 llegaba de la mano de Jero Romero, quien a estas alturas no necesita presentación alguna. Jero ha demostrado en cada uno de sus conciertos tener una factura absolutamente impecable y dominio de escenario sea cual fuere este. Ni que decir tiene que la banda que lleva suena con una contundencia poco común entre nuestros grupos.
Calexico acompañados por De Pedro resultaba ser para muchos lo mejor de la jornada mientras que al mismo tiempo Mi Capitán defendían su primer disco en un escenario más pequeño pero a una hora más propia que algunos veteranos.
Planas y los suyos hacían todo cuanto estaba en su mano con la ventaja de tener entre filas al maestro Charlie Bautista sustituyendo a Julián Saldarriaga.
De los de Baeza poco puedo decir. Algunos piensan que están donde se merecen y a otros les parece una aberración que Supersubmarina hayan llegado tan alto, pero los cierto es que estos chicos de escasas referencias musicales, se habían ganado el respeto de un público que esperaba con ansia este momento.
Jugando en casa se encontraba La M.O.D.A, que con el público ya en el bolsillo desde el principio triunfaban con su etílica fiesta a una hora fácil de digerir la propuesta folk. Ovación asegurada.
Pero lo que realmente dejaba con la boca abierta a los asistentes, era el concierto que cerraba la jornada. Un Joe Crepúsculo junto a Tomasito y Nacho Vigalondo… Si, si, los mismos. Bizarrísimo a las 3 de la madrugada.
Y llegaba uno de los momentos más emblemáticos de estos 18 años de Sonorama. La Plaza del Trigo volvía a colapsarse ante la atónita mirada y expectación de los asistentes. ¿Cuál sería el concierto sorpresa con el que nos deleitaría la organización?
Nadie podría ni tan siquiera imaginarlo, pero como si de una traca de fuegos artificiales se tratara, empezaron a desfilar por su pequeño escenario figuras como la de Pucho cantando Ser Brigada de León Benavente, Ángel Stanich entonando Mi Realidad de Lori Meyers, Marc Ros de Sidonie dando la nota con el John Boy de Love of Lesbian, Xoel López, Zahara…
Una absoluta fiesta en la que la involucración de los artistas hacia las delicias de una horda de fans entregados.
De ahí y con la adrenalina a flor de piel, volvemos a pasar por las Vemut Sessions de la Plaza del Rollo para continuar nuestra particular fiesta etílica de la mano de Las Despechadas Pinchadiscos, dos princesas que llevan años haciéndonos bailar a la misma hora. Gracias.
Conseguimos arrastrarnos hasta el recinto. Es el último día y hay que darlo todo, pero la edad y el alcohol son cosas muy serias cuando se juntan.
Nuestro primer concierto de la noche es el inmenso Xoel López, quien armado con varios instrumentos pero completamente solo en un gigantesco escenario principal, hacia magia mientras pensábamos: ‘Este tío no es normal’
Mucho ojo al amigo Xoel, pues pocos o ningún músico de su talla tenemos en nuestra geografía. Muy fino.
Correctísimos Bigott y Correos que aunque no ofrecían nada nuevo, tampoco menos de lo que se esperaba.
Primera bomba de la noche: Vetusta Morla… poco más se puede añadir. 15.000 personas coreando sus himnos y como siempre, dejando el listón demasiado alto en el festival que los vio nacer. ¡Vaya descarga adrenalítica!
Poesía de Neuman para descansar en la presentación de esa maravilla llamada If.
Y segundo bombazo de la noche: Sidonie. Los catalanes casi cerraban la jornada para el que escribe y posiblemente para alguno más, pues debido a la hora de programación, estos tres chicarrones congregaban ya a casi todos los asistentes del sábado.
Un éxito absoluto en un bolo que cumplía con creces lo que se esperaba de él. Mucho hit y un Marc Ros desafinando por momentos… Todo muy divertido.
¿Qué más se puede decir de la cita arandina anual? Ha sido, como siempre, nuestro Woodstock particular lleno de buen rollo y gente maja.
Somos carne de festival, nos hemos criado en ellos y a día de hoy aún estamos presente en un buen número de ellos. Es imposible no comparar unos con otros. Los hay más pro, otros más sencillos o incluso con mejor cartel, pero lo cierto, y 18 años lo avalan, es que no hay ninguno como el Sonorama. La experiencia es total y completa.
Y si dudáis de lo que digo, preguntad a cualquiera que haya estado algún año ya sea artista o sonorito. Nosotros hace mucho que nos declaramos fans y si las circunstancias no juegan en nuestra contra, seguiremos insistiendo y asistiendo a cada cita anual.
Gracias por todo Aranda.
