El cartel del que ha sido declarado como “el mejor festival del mundo” era un sinfín de nombres -a cada cual de ellos más desconocido para mi- excepto pequeños “puntos negros” que, o bien tocaban en sitios con dificultoso o imposible acceso, o ya eran repudiados por mis supuestos amigos.
Ya cuando uno camina hacia el Fórum lo hace en procesión con el resto de zombies que avanzan hacia un foso de absoluta destrucción: no nos engañemos a estas alturas, temporadas de The Walking Dead o American Horror Story podrían rodarse perfectamente durante esos tres días en ese recinto.
Mi trasnochamiento llega a ser vergonzoso cuando no reconoces nada cercano a ti, cuando estás rodeado de tal fauna. Las Vans que tanto nos han acompañado durante décadas de festivales han sido reemplazadas por Nike Free, New Balance o Saucony. Amén por los calcetines que las acompañan, en muchos casos de rombos y en otros de alfombra vieja de la abuela que se dejan ver gracias al remangado de los pantalones.
Es fácil hacerse una pequeña idea de lo que debía ser entrar y salir de una cárcel de alta seguridad como Alcatraz, pues después de mil preguntas y de dar varias vueltas de reconocimiento haciéndome el interesante para evitar que el resto me viera completamente perdido, conseguí entrar por un control que me llevaba a otro -y éste a su vez a otro más-, para terminar pasando por unos tornos que después entendí que son para contar personas… ¿Acaso estaba ya dentro del Festival? No podía dar saltos de alegría pues aún no tenía todas conmigo y corría el peligro de hacer el ridículo delante de tan selecta fauna...
JUEVES. Foto: Eric Pamies.
Una vez dentro, entiendes por qué la gente lleva calzado de running: el moverte de un escenario a otro puede llevarte algo así como unos quince minutos. No me extrañaría que el año que viene dejasen pasar al respetable con sus 'fixies' nuevas para poder trasladarse de una punta a otra. Si es así, veremos a los Mossos dentro del recinto haciendo controles anti doping si Ada Colau no lo evita antes.
Baxter Dury calentando al personal, Benjamin Booker enchufando energía, Giant Sand despidiendo la luz del día o The Replacements acompañando las primeras pastillas y rayas de los que me rodeaban, eran mis primeras impresiones de lo que allí se estaba cociendo.
Punto y aparte fue la salida de Anthony and The Johnsons (AKA Falete) al escenario Heineken acompañado de la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña (OBC). Quizá no era el mejor sitio ni la mejor hora para su propuesta, pero desde luego es imposible negarle belleza y fuerza a su repertorio pese a los sonidos de gente esnifando alrededor. Respect.
Había que cambiar un poco de ambiente y decidí pasar por el escenario ATP para ver a Spiritualized, colgados en el mismo acorde desde que llegué hasta que me fui.
Tyler The Creator en el escenario Pitchfork parecía haber sido victima de una traqueotomía o haber pasado por algún ver de viejos antes de actuar.
Vuelta al escenario Primavera para ver a The Black Keys, activaba el Strava para poder calcular distancia, el ritmo, la altitud y las calorías quemadas. Los americanos demostraban tener la actitud adecuada pero el sonido les jugaba una mala pasada.
Poco me faltaba para finalizar el día. Se acercaba la hora de tomar mi medicación y lo más sensato era ir tirando hacia la puerta de salida y aprovechar que el escenario Ray-Ban queda de camino para poder terminar mi noche con los ingleses Jungle, que acertaba en su propuesta nocturna y que, como en su vídeo Time, ponían a bailar al público más decrépito y pasado de vueltas a las 02:00 de la madrugada.
Bomba de humo y a casa.
VIERNES. Foto: Eric Pamies.
Al siguiente día las consecuencias de una noche que había terminado con Richie Hawtin eran latentes. Cientos de zombies ocupaban los bares colindantes a la entrada del Fórum.
Caras retraídas, miradas imposibles y, eso sí, impolutos disfraces y postureos varios. La actitud no debe cambiar pese a la noche anterior.
Decidía ir en solitario y sin acompañantes pues, horas antes, éstos me comentaban lo malas que eran mis elecciones de conciertos.
-“Esa gente vende”, me decían.
-“¿Y?”
-“Pues que ya no molan”
Me pregunto si el snobismo es una enfermedad y si es así, ¿será contagioso? ¿Puedo convertirme en un gilipollas si paso mucho tiempo con esta gente?
Haciendo kilómetros hacia la otra punta del mundo, dejaba atrás a Tobias Jesso Jr. uno de los conciertos más soporíferos del festival. Que Dios me perdone.
En el escenario Primavera, Julian Casablancas ya se dejaba ver haciendo el ridículo más absoluto con su desmejorado aspecto y papada de proporciones épicas. Primer síntoma de pereza hacia el concierto de Strokes del día después.
The New Pornographers hacían lo suyo y se inclinaban por la catarata de éxitos mientras yo daba los primeros sorbos a mi cañita de 3’5€ sentado en lo que quedaba de césped arrasado frente al escenario ATP.
Mis mayores bazas para uno de los días más flojos del festival, era ese tornado llamado Patti Smith y el bueno de Damien Rice, que con su último álbum, My Favourite Faded fantasy, parece haber vuelto a dar en el clavo diez años después de aquel maravilloso O.
Si hubo un concierto de piel de gallina, ese fue el de Rice: armado únicamente con una guitarra, dos micros y varios pedales loop, ofrecía una auténtica Master Class de cómo poder conquistar un escenario y un festival en solitario para salir por la puerta grande.
Patti demostró estar en plena forma y aprovecharse de uno de los momentos más bajos de su carrera, pues la pobre mujer parece haberse convertido en la esposa del Milagroso Max de La Princesa Prometida debido a su avanzada edad y últimamente no sabíamos mucho de ella.
Y como no, Sleater-Kinney provocaban una explosión termonuclear en el Fórum de Primavera Sound. Mucho respeto para estas chicas que en un mundo de rock dominado por penes, ellas noqueaban al personal con sus voces y guitarras.
Al lado de uno guiris que partían pastillas y se las metían unos a otros en la boca, me despedía de otro día de locos con Ride, el grupo de Andy Bell que volvían a juntarse con motivo de su paso por el Primavera Sound. Guitarrazos y espíritu de una juventud acabada.
Alt-J sonando a lo lejos desde el escenario Heineken. No sé si me fui por cansancio o para poder gritar al mundo: ¡Yo pasé de Alt-J!
SÁBADO. Foto: Dani Cantó
Último día. El todo o nada. La gente quería quemar el festival sobre todas las cosas. Las pastillas y el cristal harían las delicias de una noche memorable en la que todo valía. Si había que morir, no sería en Maracaibo como Rafa Sánchez de La Unión, sería ahí, en el Primavera Sound.
Doscientas mil personas reptaban por el Fórum dispuestas a no ver ni dejar ver conciertos. Daba igual la calidad del cartel, cualquier atisbo de poder ver algo se reducía a empujones y gritos de los más sudados en busca de algo que les calmara el movimiento de mandíbula.
Una vez que consigo entrar, me subministro de cerveza sin gluten, uno de los grandes aciertos del festival, primero por su calidad y segundo por su precio, y me dirijo al que será el primer concierto de la tarde: Tori Amos.
La diva de los 90’s parecía estar en plena forma y dio uno de los conciertos más exquisitos de la noche y el único que podría disfrutar sin aglomeraciones. Todo esto por cortesía de los burros que preferían ver el partido antes que disfrutar de la propuesta musical.
De ahí otro poquito de césped frente al ATP para alucinar con Einstürzende Neubauten y sus ruidos de mantas mortuorias.
Torres y KLO se declaraban la guerra desde Pichford y el H&M Pro. Todo un experimento ponerte en el punto de convergencia de ambos escenarios para que te llegue la parsimonia de uno y el Dub de otro.
Te abrochas bien los cordones de las Nike Free 5.0 y corres hacia el escenario Heineken para ver a uno de los grupos más sólidos del cartel.
Interpol ya contaba con una importante avalancha de gente, lo que complicaba poder ver y escuchar con claridad a esta gran banda. Paul Banks, ese hombre mezcla de Brad Pitt y Charlie Hunnam, hacía lo que podía sobre el escenario manteniendo el tipo y la presencia. Gran concierto.
A partir de ahí se desataba el circo de los horrores. Miles y miles de personas se agolpaban frente al escenario Primavera para ver a The Strokes, una banda que se ha convertido en un chiste de lo que fue hace diez años. Casablancas es un fanegas con papada que prácticamente no puede moverse en el escenario. Él mismo ha destrozado su físico como hiciera Mickey Rourke en su momento. Vergonzoso.
Después del empacho, solo quedaba ver a Underworld provocando bostezos entre el personal y a Caribou, que aunque hacían sus ruiditos a las 03:00 de la mañana, la peña les seguía en un ciegazo de magnitudes épicas pasadas de rosca que aún daba para más en el momento de la despedida con fuegos de artificio.
¿Habéis visto alguna vez como las moscas van hacia la luz? Pues aquello fue mucho peor. Quizá el momento más terrorífico que he vivido en años.
Aún así, han sido tres días intensos y tengo tanta fe en el público asistente, que sé a ciencia cierta que el año que viene será todo mucho más pasado de vueltas.
¡Larga vida al Primavera Sound!
