Una crónica de Sergio Sada para Culturaencadena.com
Fotos de Xavi Torrent y la segunda de José Irún
Cornell es imparable. A veces con más suerte, como ha visto reflejado en su premiado disco Higher Truth otras más incomprendido, como ya le pasó con Scream.
Sea como fuere, ayer llegaba hasta la Ciudad Condal uno de los pocos supervivientes del grunge que han sabido reinventarse con el paso de los años y convertirse en un auténtico genio y maestro con muchas más suerte que sus compañeros generacionales de profesión.
Chris elegía un formato más acústico acompañado de innumerables guitarras y un violonchelista que haría las delicias de muchos de los allí presentes en distintos momentos del show.
Ya en la cola del Liceo nos llegaba la triste noticia de la muerte del Prince a quien Cornell dedicaba sus primeras palabras catalogándole de genio loco y aprovechaba para rendir un sincero homenaje al de Minneapolis con Nothing Compares 2 U con la que el publico entendía ya los derroteros por los que el ex Soundgarden iba a tirar.
Perplejidad máxima para seguir con la maravillosa Before We Desappear perteneciente a su último trabajo. Llama la atención la serenidad que envuelve a Cornell, seguro de si mismo y consciente que sus tablas sobre el escenario. Nada de egos.
Nos habla de su amor hacia nuestra ciudad, de lo impresionante que resulta el Liceo, de la extensión de la gira, más de 50 puntos alrededor de todo el mundo y de su juventud. Lo que nos lleva a Can’t Change Me, tema de aquel Euphoria Morning, poco después de abandonar el grupo que le hizo saltar al estrellato y que nos cambiaría la vida a más de uno.
El chelo va y viene dejando a Chris solo con sus guitarras y armónica con la que acompañaba su rota voz en el The Times They Are Changin de Dylan o el clásico de U2 One, al cual había cambiado por completo la letra. Una risa, una temeridad y un gran acierto.
Pelos de punta al sonar Fell On Black Days, Rusty Cage y por supuesto Black Hole Sun de Soundgarden al igual que Like a Stone y I Am The Highway de Audioslave.
Momento 007 que parecía hacerle gracia al de Seattle cuando cantaba You Know my Name seguida de su particular versión del Billy Jean de Jackson.
Pero quizá el momento cumbre de la noche, al menos para algunos, llegaba con Hunger Strike, aquella maravilla de Temple of the Dog que por momentos hacía sospechar si Eddie Vedder iba a salir a acompañar a Conell. Pelos de punta.
El bis llegaba de la mano de A Day in the Life de The Beatles, con una auténtica tormenta sonora provocada por Cornell y su juego de pedales.
Y así volvía al escenario acompañado de su violonchelista para presentarnos a su hija de 11 años con la que en este caso no entonaría Redemption Song de Marley como había hecho en otras ciudades.
La noche terminaba con Josephine y Higher Truth, ambos temas de su último trabajo para cerrar un concierto de 2 horas y 45 minutos cuando estaban previstas únicamente dos horas.
Si, Cornell ama el formato acústico, pero sigue supurando rock por todos los lados. Es y será siempre el emblema de una generación a la que cambio la forma de ver y escuchar música.