Sucede que existe algún tipo de justicia poética. Un todo que deja las cosas en su lugar...
Esto es lo que sucedió el pasado jueves en la sala Apolo de Barcelona y por lo que a fecha de hoy sabemos, también se repitió el viernes en la Joy Eslava de Madrid.
Delafé y Las Flores Azules cerraban este fin de semana un ciclo en el que han estado girando por salas durante los últimos meses. Tiempo en el que han podido recoger lo concienzudamente sembrado durante el último año.
Ahora es momento de volver a gestar nuevas canciones y conceptos. Su despedida ha superado las expectativas y se han ido por la puerta grande.
Un Apolo abarrotado y lleno de caras conocidas.
La gente deseosa de la fiesta por la que la banda siempre se caracterizó. Si su último paso por Bcn fue en la sala Sidecar, lugar donde explotaron su lado más sucio y garage, raíces de un Oscar D’Aniello ávido por mostrar al mundo de lo que es capaz, el viernes Helena, Dani y Oscar entregaban a su público todo el amor que a caracterizado a la banda desde sus comienzos.
Carlos Cros era en encargado de abrir el concierto por expreso deseo de la banda. Un tipo del que hemos hablado varias veces. Peculiar genio canallesco capaz de emocionar a los corazones más duros únicamente armado con su guitarra y esa voz que nos devuelve al Tom Waits más emotivo.
Solo Carlos puede defender sus canciones como él lo hace.
Y quince minutos después la sala caía rendida a los pies de la banda, la cual iba acompañada de Las Trompetas de la Muerte, tres vientos con los dieron una vuelta de tuerca a su sonido en la anterior gira y con los que querían despedirse en estas dos fechas tan importantes y señaladas de Barcelona y Madrid.
Y volvía la magia durante las dos horas que estaríamos mirando atónitos todo lo que acontecía en aquel escenario. ¿Cómo es posible que su música alimente las esperanzas y el buen hacer de la gente a la vez que espanta los demonios y las zonas oscuras de cada uno de los allí presentes? ¿Cómo puede alguien transmitir tanta luz y ganas de vivir?
Fans de siempre, caras nuevas, alegría… y ocho personas en estado de gracia dando hasta la última gota de sudor, porque en ese momento no hay nadie más, solo comunión entre los asistentes y artistas.
Repaso a toda una trayectoria, temas indispensables y otros nuevos como en el que sampleaban el estribillo de No Más Lágrimas de Carlos Cros, quién subía de nuevo al escenario para compartir ese momento con la banda. Una bomba de relojería que estalló en pleno Apolo poco después del bis y con la que conseguirían hacer llegar al éxtasis al respetable.
Nada que demostrar excepto a ellos mismos, pues por más vejaciones que sufra la música en este país, por incierto que sea el futuro de nuestras bandas, hay un camino que DFA ha abierto para las generaciones venideras y eso es algo realmente bonito.
¡Por otros doce años más chicos!
FOTOS: Andrea Membrado.