Una crónica de Sergio Sada para www.culturaencadena.com
FOTOS: MURFILA
Anoche nos acercábamos a la Sala Music Hall para asistir al concierto de Marky Ramone, definitivamente el único miembro con vida de la mítica formación de punk.
El batería lleva ya mucho años girando por salas de todo el mundo y acompañado, la mayoría de las veces, por músicos argentinos que repiten el repertorio de la legendaria banda hasta la saciedad.
Ayer nos dirigíamos a ver más de lo mismo sin saber muy bien qué es lo que nos esperaba, pues el elegido por Marky para entonar sus antiguos himnos, era ni más ni menos que Andrew W.K, un rockero que no dudó en llevarse todo el repertorio de los desaparecidos neoyorkinos a su terreno.
Actitud heavy y decibelios escandalosos para una velada en la que esperábamos algo distinto. Ojo, esto no quiere decir que fuera peor, ni mucho menos. Andrew tiene actitud, voz y derrocha simpatía, eso es así.
Es más, Marky ya ni siquiera entona su: One, Two, Three. Ahora delega en el guitarrista que le acompaña para que lo haga.
Marky es solo una sombra de lo que fue, un muñeco que no se dirige al público ni para dar las gracias, y resalto esto porque en años pasados si lo hacía...
Ya no hay flashes en el escenario. Los ataques epilépticos del batería pueden activarse en cualquier momento como si de un T-800 preparado para matar se tratara. Marky es un anciano que ya no tiene nada que demostrar.
Aún así, el bueno de Andrew fue lo suficientemente educado para apartarse de vez en cuando del centro del escenario y pedir un aplauso para su maestro de ceremonias, al cual olvidábamos cada vez que este torbellino de gran altura, más masa muscular y pelo largo, hacía de las suyas ganándose a todos los allí presentes. Un tío majo.
Algo distinto ocurría con la siguiente banda, los argentinos Attaque 77. Uno no puede explicarse como dos cracks de la talla de Marky Ramone y Andrew W.K. pueden telonear a nadie, pero mucho menos a una banda con tan poco carisma y en definitiva, tan mala.
Que Dios y los seguidores de estos chicos me perdonen, pero a las pruebas me remito cuando al terminar Marky todos los allí presentes pasamos a la parte trasera del Music Hall mientras que unos cuantos argentinos saltaban y se golpeaban entre ellos en algo así como un ritual punk.
Y señalo que no es despectivo, solo quiero hacer hincapié en que el resto de público ni conocíamos ni entendíamos a la banda, la cual, parecía no tener claro que estaban haciendo allí. Así que mucho más difícil era convencer de su discurso al respetable público que iba abandonando la sala poco a poco con esperanza de recordar única y exclusivamente la primera parte del concierto.
Quizá, tampoco es que lo tenga claro, las cosas habrían sido distintas si Attaque 77 hubiera abierto el bolo. Las cervezas en la terraza y la desorientación habrían sido recordados como un simple trámite hasta lo que allí queríamos ver. Nunca lo sabremos.