Que The Getaway es una excusa para salir de gira, ya lo sabíamos todos. No es un factor sorpresa pues el anterior trabajo de la banda californiana, I'm With You, ya dejaba mucho que desear.
Desde Californication, quizá el último álbum redondo de la banda, Kiedis y los suyos repitieron un par de veces la fórmula con mayor o menor éxito con By The Way y aquel doble Stadium Arcadium y a partir de ahí, la mediocridad y lo insustancial terminó imperando en el conjunto.
Aún así, lo que hacen en directo lo hacen bien, faltaría. No es fácil ser estrella de rock a los 50 y mucho menos intentar aparentar que el tiempo no ha pasado por ellos.
Ojo, quizá por Flea no haya pasado. A sus 53 años es capaz de cruzarse el escenario haciendo el pino y andando con las manos, algo que yo con 15 años menos jamás seré capaz de hacer.
Aún así, el conjunto está muy por debajo de lo que una vez fue y como tantas otras bandas en igualdad de condiciones, se apoyan en exceso en los cuidadísimos diseños de luces.
Y a las 21:30 salían Chad Smith, Flea y Josh Klinghoffer al escenario para marcarse la primera de las jam sessions que la banda regalaría al respetable, para que unos minutos después, subiera kiedis y su bigote para abrir con Can't Stop.
Desde el primer momento el público en el bolsillo, algo fácil de hacer si tenemos en cuenta la cantidad de hits que tiene la banda y a los que siguieron Dani California y Scar Tissue.
Esto suponía un cambio en su modus operandi, pues desde hace años el cuarteto parece exprimir sus insustanciales últimos trabajos al completo y soltar unos pocos hits medidos con cuentagotas en los que siempre cerraban con Under The Bridge.
Los años te dan sabiduría y esta vez han optado por sacar muchos más éxitos y reducir los nuevos temas del set list.
Así sonaron joyas como Right On Time, Californication, Suck my kiss o By the way, temazo que casi hizo tirar abajo los cimientos del Palau Sant Jordi.
De ahí a los obligados bises para regresar con otra dosis de jam session y dar paso al broche final; un Give it Away que solos los más puretas supimos saborear como el buen caviar.
Una hora y tres cuartos de rock, quizá algo desengrasado, pero aun así a muchos nos llevó a una época en la que estos californianos se comieron el mundo con sus locuras musicales.
Apto para nostálgicos.