El pasado fin de semana será recordado como el día en que la música venció al miedo.
Pese a vivir tiempos difíciles y peligrosos, pese a ser un posible centro de atención, durante dos días Vetusta Morla volvió a hacer magia llenando el Barclaycard Center con más de 15000 personas.
La Deriva terminaba justo donde empezó, en la ciudad natal de estos madrileños y en el mismísimo Palacio de los Deportes, punto de reunión de grandes y multitudinarios artistas, exactamente en lo que se ha convertido esta banda que ha llegado hasta aquí con el esfuerzo y sudor que provocan el picar piedra. Nadie les ha regalado nada.
Una noche de celebración y de repaso a toda su carrera. Los Vetusta se han convertido ya en una de esas bandas con aura intocable y reputación intachable.
No queda nadie, al menos con cierto criterio, que dude hoy por hoy del inpecable recorrido de estos auténticos héroes que agradecían brutalmente una y otra vez a su público por haberles convertido en lo que ahora son: La banda independiente más importante de nuestro país.
Pucho ya es un gran showman que poco a poco fue perdiendo la vergüenza y la timidez que suponen hablar frente a tu público. Se ha convertido en un perfecto orador que sabe exactamente que tecla pulsar y cuando hacerlo para conseguir la histeria colectiva dentro de un pabellón de exageradas dimensiones.
Poco o nada distaba este repertorio de aquel 15151 de reciente edición y con el que ya habían subido la cima de Everest hace unos meses para saborear las mieles del éxito.
Quizá algo más corto esta vez y la ausencia de grandes temas como Al Respirar o Año Nuevo, dos de sus temas más dolorosos y sinceros a la hora de hablar de textos.
Cierto es también que han sido sustituidos por otros dos nuevos como lo son Profetas de la Mañana y esa bomba de relojería llamada Puntos Suspensivos que parece haber sido escrita para esa misma noche a modo de despedida y a la que acompañan los habituales in crescendos.
Más agradecimientos, ganas de seguir avanzando aunque sea a la deriva, quizá única forma de hacer las cosas con la que está cayendo ahí fuera y muchas ganas de cambiar el mundo.
Todo esto para dar paso a Los Días Raros, quizá el tema del repertorio que más emociona en directo por su aumento gradual de la intensidad del sonido y voz de Pucho, que hacía que todos los presentes se cogieran de las manos y se abrazaran para cantar a voz en grito haciendo saltar en algunos, doy fe de esto, incluso lágrimas de emoción.
Se acaba por el momento La Deriva, una gira cargada de optimismo y esperanza sobre nuestras derivas personales de cada día, las emocionales, las sexuales, las políticas, conyugales, matrimoniales, económicas, bancarias, ecológicas…
Como Pucho dice, hemos nacido del fruto de amor y por ello estamos destinados a ser felices todos y cada uno de nosotros. Ojalá podamos encontrar las herramientas para conseguirlo, pero mientras tanto, para mi las dos horas invertidas en cada concierto de esta Deriva han sido de absoluta felicidad.
Fin de la temporada, adiós queridos
Guardaos bien que viene el frío.
Ya nos veremos por allá.