Tres fechas para un fin de gira que al gallego parece haberle traído más de una alegría. El tiempo de Paramales se acaba. No es algo malo, es sólo un punto y aparte.
Y en su último concierto ayer en Barcelona así lo expresó. Trece canciones para repasar uno de los discos más importantes del pasado año y un adiós definitivo a un repertorio que nunca volverá a sonar intacto. Formará parte de otros, peno nunca como lo vimos anoche.
Un Apolo prácticamente lleno de fans dispuestos a corear cada una de las canciones que sonaban y una banda perfectamente engrasada que daba lo mejor de sí misma.
Xoel apostaba por un exhaustivo escrutinio de sus dos trabajos en solitario, regalando dos escasas joyas de su antiguo y extenso cancionero para terminar la noche con Ver en la Oscuridad e Historia Universal, tema con el que pondría el broche final para salir bailando la conga con sus compañeros.
Momentos mágicos como las sensaciones que provoca escuchar Tierra en perfecta comunión, quizá menos acústica que en anteriores ocasiones, ya convertida en un clásico de su repertorio al igual que De Piedras y Arena Mojada.
Y mucho baile, como no podía ser de otra manera y cómo al gallego le gusta que ocurra mientras suenan Almas del Norte o Patagonia. Lo que está claro es que Xoel ha sabido reinventarse y ofrecer algo distinto a su público con cada nuevo paso y este ha sabido no sólo adaptarse, sino unirse a la caravana.
Lo incuestionable de este fenómeno, es que con detractores o sin ellos, podríamos estar ante uno de los mejores músicos y letristas de este país, que anoche se despedía con un hasta luego que en breve se convertirá en nuevas canciones de esas que pueden estremecernos.
El tiempo dirá cual es el siguiente paso y desde luego, dejará al gallego en el lugar que se merece.