Es curioso y extraño a la vez como una banda tan multitudinaria como Jenny & the Mexicats haya tenido tan poca repercusión en nuestro país.
Aún así, teniendo en cuenta este punto, resulta un privilegio poder ver a estos chicos durante su gira española, pues estar a un metro escaso de la banda y en una sala con menos de doscientas personas, es algo que cualquier fan del otro lado del charco envidiaría sobre todas las cosas.
Estamos hablando de una banda acostumbrada a tocar delante de cien mil personas y esos son números importantes.
Jenny y los suyos se movían a sus anchas el pasado sábado por la sala Sidecar. Mientras El Niño de la Hipoteca hacia sus cosas sobre el escenario, invitaba a cantar a La Pegatina y demás historias para no dormir, los de méxico campaban a sus anchas por toda la sala, hablando con el público, bailando y disfrutando de su artista invitado.
Y a las 23:15 en punto salían al pequeño escenario estos cuatro amigos dispuestos a demostrar cual era la fórmula con la que están arrasando en su país con tan solo dos discos.
La banda ha elegido presentar un recopilatorio de ambos trabajos en nuestro país, Frenético Ritmo, que recoge lo mejor de su trabajo para intentar hacerse un hueco en nuestro mercado.
Jenny armada con su trompeta y Pantera con su guitarra empezaban a ser los protagonistas de la noche ganándose uno a uno a los asistentes de la sala Sidecar. Poco a poco iban tomando más protagonismo Icho, quien cambiaba el contrabajo por el bajo seguramente debido al espacio reducido y sobre todo ese portento madrileño llamado David, el batería percusionista que quitando un primer tema en el que utilizaba baquetas, el resto del concierto usó sus propias manos para sacudir bombos y platillos. Por no hablar de sus interpretaciones flamencas frente al micro…
Cabe resaltar los muchos problemas que tuvieron con el sonido, responsabilidad absoluta del técnico de la sala, quien hizo que la banda se dirigiera a él un mínimo de diez veces para que hiciera bien su trabajo.
A pesar todo, Jenny & the Mexicats capearon el temporal para hacer un bolazo en el que nadie paró de bailar durante las casi dos horas de duración en el que la gente iba cayendo enamorada de los ritmos de la banda además de la dulzura y simpatía de su líder.
Ojala, como nos decían en su entrevista, la cultura mejore en nuestro país y podamos tener de vuelta muy pronto la cumbia y el folk de esta gran banda.