Entradas agotadas desde hace meses y enormes expectativas puestas en su nuevo directo. Los madrileños Vetusta Morla salían anoche (9 de mayo de 2014) a la sala Razzmatazz de Barcelona a presentar su nuevo cancionero, casi recién salido del horno.
Su nuevo disco, La Deriva, ha dividido las opiniones de crítica y público, y en este caso hay de todo tipo, pues al igual que en sus anteriores trabajos la cosa fluía por sí sola, este nuevo repertorio da un paso por delante de lo anteriormente realizado. Es decir, La Deriva suena a Vetusta Morla, claro que sí -esto no es Sidonie con su Sierra y Canadá-, pero dentro de un sonido establecido y de una voz inconfundible como la de Pucho, no es difícil encontrar diferencias entre sus doce cortes...
Un sonido más endurecido, más rock, pero sin abandonar esas melodías en sus voces, ni esa prosa de contundentes estribillos. De lo que se trataba era de cambiar la forma de escribir y de esa manera construir mensajes más directos -en algunos casos, hasta políticos-. Imagino que es el proceso lógico en los tiempos que corren.
¿Y cómo iba a sonar todo esto sobre un escenario? Pues teniendo en cuenta que Vetusta Morla tienen uno de los directos más contundentes de nuestro país, el resultado de la espera iba a ser, cuando menos, mucho más sorprendente de lo que hasta ahora nos tenían acostumbrados.
Ya antes de salir Pucho a aporrear un timbal en el centro del escenario para dar paso a La Deriva, los allí presentes flipábamos con toda la parafernalia de iluminación que parecía estar pidiendo a gritos pasar a la acción pues, hasta ahora, Vetusta Morla se caracterizaba más por su contundencia en el directo que por estar acompañados de un diseño de luces como el que se iba avecinando.
Dicho y hecho: La Deriva empezaba a sonar y los allí presentes nos quedamos con la boca abierta. Flashes y luces provenían de unos paneles cuadrados que eran sostenidos por pértigas gigantes, colgando encima de las cabezas de cada uno de los músicos.
Pucho explicaba brevemente el concepto diciendo que las derivas son transformaciones y que cada uno debe escoger la suya, pero siempre teniendo en cuenta al que tiene al lado.
Un sonido tan puro como el agua mineral daban paso a Fuego, otro de los temas clave de este nuevo trabajo, para enlazar inmediatamente con Golpe Maestro, un absoluto pepinazo de rock contundente y comprometido donde ya habían puesto toda la artillería pesada sobre el escenario. La gente enloquecía.
La banda tarda un poco en tocar temas antiguos y lo hacen con Lo Que Te Hace Grande y Un Día En El Mundo, para volver a recuperar el nuevo repertorio en Cuarteles de Invierno, quizá el tema 'más Vetusta Morla' de todo el disco. Un corte que bien podría haber pertenecido a cualquiera de sus dos trabajos anteriores y en mi opinión, una joya de canción.
Mapas recupera otra vez el espíritu más roquero de la banda mientras que -acto seguido-, se desmarcan con una versión de Copenhague con toda la banda -batería incluido-, delante del escenario. Algo más calmada en tiempo y con arreglos de voz mucho más trabajados.
No sé si los Vetusta son conscientes de ello, pero no hay ninguna duda de que son una de las bandas más importante de nuestro panorama musical. Su propuesta es una de las más originales que ha parido el rock patrio en los últimos quince años, guste o no lo que digo.
Buena prueba de ello son sus maravillosas composiciones, sus exquisitos arreglos y sus contundentes y épicos directos.
Y digo épicos, porque la banda madrileña terminó con Los Días Raros en una perfecta simbiosis con el público, mientras Pucho nos dirigía hacia el éxtasis final avanzando para terminar en una explosión común que solo se acostumbra a ver con las grandes bandas internacionales que tocan en enormes espacios.
Vetusta Morla han llegado adonde nadie había llegado antes. Un fenómeno de masas que trabajó picando piedra al sol durante mucho tiempo y que ahora recogen su merecido triunfo.
Felicidades.
