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El ser humano es un especimen muy extraño. Muestra su parte menos importante y oculta lo más bonito de él. Piensa cosas de una manera y actúa justo al contrario. Formula frases categóricas para darse la vuelta y no ser capaz de actuar con esa lógica que tanto predica.
Últimamente no hago más que decirle a la gente que no tengo ni idea de por qué insisten en esconderse y crear y mantener una fachada social cuando lo más bonito de ellos está todavía por mostrar. Pero está dentro, sin duda.
Me hago cruces mil veces a la semana del por qué tratamos de ocultarnos. No entiendo por qué nos empeñamos en mantenernos alejados de nosotros mismos. Por qué huimos a lugares que no deseamos y de los que luego tanto cuesta salir.
Sí, ya sé. Hay motivos para todos y para todo. El mundo sigue siendo una jungla y por esa razón nos escudamos y justificamos nuestras mil erróneas acciones.
Tampoco pretendo cambiar a la humanidad en masa con este artículo. Soy realista así que entiendo que a veces, haya que ocultarse porque, aunque el ser humano tiene la capacidad de hacer las cosas bien, la masa social se empeña en hacerlas siempre, siempre... mal. Entiendo que es mejor mostrar ese “yo mismo” solo a algunos privilegiados cercanos, si es que tenemos suerte de querer mostrarlo a alguien, vamos.
Soy de aquellas personas a las que acuden algunos para pedir ayuda, consejo, consuelo o simplemente charlar. Pero a la misma vez, cuando quieren dejar de pensar en estas cosas para seguir con su vida pueril desaparecen como si se les tragara la tierra.
Supongo que todo el mundo tiene su límite. Y todos estamos tan llenos de traumas que tanta realidad de golpe agota. Lo mejor es dejarse llevar y no romperse mucho los cuernos. Y ale… a esconderse de nuevo.
No puedo expresar con palabras la plenitud y libertad que uno siente cuando se muestra tal cual es. Con sus temores, sus virtudes, sus defectos… Mal cuando lo está, enérgico y contradictorio cuando es el caso, feliz si se dan esos segundos…
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Lo interesante de todo esto es que pocos son los que se atreven a admitir cuales son sus temores, seguramente porque ni siquiera ellos lo saben. En el fondo de cada malestar hay al menos un miedo oculto. Y conocer este miedo es revelador. Si queréis hacer la prueba, pensad en algo que os duela y preguntaros el porque hasta llegar al final, que sin duda es porque me da miedo tal cosa.
Miedo a no valer, miedo a estar solos, miedo a no ser reconocido, miedo a no ser amado, miedo a ser rechazado, miedo a sufrir, miedo a hacer daño, miedo a perder, a ganar… miedo, miedo, miedo.... miedo a VIVIR… en definitiva.
Claro que lo que viene después requiere mucha fuerza y ahí es a lo que voy. ¿Cómo se vence un miedo? Con valentía. Simple y llanamente.
No quiero insultar a los lectores. Pero sí señores, todos somos cobardes. Y aunque soy de las personas más temerarias que conozco, yo también lo soy.
Así que lo único que hay que hacer es salir a torear… la ultima pregunta es… ¿nos defenderemos de ese miedo o lo atacaremos?
El toro… ¿Por los cuernos o por las pelotas?
esa es la cuestión.
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