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No soy de aquellas que cree que la felicidad está en algún lugar perdido que hay que saber buscar. Tampoco creo que la felicidad sea absoluta ni eterna ni siquiera tengo claro si existe la felicidad esporádica. La felicidad para mí consiste en un conjunto de aislados y pequeñísimos Instantes que si tienes suerte vivirás a lo largo de toda tu vida.
Otra cosa diferente, es la infelicidad. Y es curioso porque eso si lo tengo claro. Tengo un don para detectar cuando algo no me hace feliz. Es una voz de alarma que salta a la primera de cambio. “No soy feliz”.
Cuando esta frase se pronuncia una sola vez en mi cabeza, sé perfectamente lo que tengo que hacer. Ni siquiera entro a debatirme por qué no me hace feliz. Quizá no quiera saberlo, o quizá solo quizá, el motivo importe bien poco.
Pero claro, hay veces en los que por una u otra razón uno se queda aguantando esas situaciones de “infelicidad” por una extraña sensación que a veces es de deber, en ocasiones por no hacer daño, o por miedo… en fin, o por un sinfín de etcétera. Y en esas estoy yo hoy.
Y es extraño, porque así como no entro a meditar porque lo que tengo no me hace feliz, sí analizo que es lo que me empuja a aguantar ahí cuando nace la infelicidad. Y entonces siempre pienso es fórmulas matemáticas, siempre fui buena en lógica.
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Pésima situación económica = Necesidad de trabajo + obligación de infelicidad.
Siempre he dicho que la pésima situación económica es muy relativa. Pero el relativismo pasa esta vez por acabar viviendo en la calle. Así que deja de ser relativa para ser de supervivencia.
Ahora bien. ¿Qué pasa cuando a esa obligación de infelicidad se le añaden hechos humanos, reales que hay que aguantar de más y porque sí? Pues algo así.
Pésima situación económica = Necesidad de trabajo + obligación de infelicidad + estrés + cargas reales
Y si le seguimos añadiendo un maltrato y presión laboral… menosprecio, tensión, etc.
Presión por pésima situación económica = Necesidad de trabajo + obligación de infelicidad + estrés + inseguridad + sensación de baja autoestima + cargas reales + carga de jefe tocapelotas
Y si seguimos con las cargas… Bueno está bien, no seguimos con las cargas que ya os imagináis a donde voy. Resumamos la fórmula
Pésima situación económica = Trabajar en algo que no te aporta con un jefe capullo
¿De dónde se despeja ahí la felicidad?
Silencio incómodo.
¿De dónde?
De ningún sitio. Es un chiste matemático que me acabo de inventar, pero muy bien encajado en el artículo. DE NINGÚN SITIO. La felicidad no existe en esa fórmula.
Así que hasta que en esa fórmula no aparezca la incógnita de Felicidad prefiero vivir en la calle. Por lo menos seré más feliz. En conclusión, mañana mismo dejo el trabajo.
PD: Gracias a algún amigo que siempre está ahí y a mi familia, no va a hacer falta dormir al raso. Que nadie se preocupe. También digo que si no… acabo haciéndome puta.
Como decían en una peli.
Prefiero irme bajo un puente que aguantar a este.
