Capas y más capas. Somos así. Conforme vamos creciendo acabamos llevando cada vez más capas encima, de manera que al final no nos encontramos ni el fondo de nosotros mismos.
Y es que, con la edad, el ser humano aprende bien lo que quiere: queremos encajar, queremos destacar, queremos ser queridos.
También sabe lo que no quiere: no queremos rechazo, no queremos dolor, no queremos confusión…
Y de ahí… venga más capas. Por cada uno de estos querer -o no querer-, aparece una capa nueva.
Artículo encadenado: "Habitación 237": los secretos de "El resplandor", en un documental que busca las verdades ocultas de la película de culto de Stanley Kubrick
Somos una cebolla malhumorada. Una cebolla que en lugar de decir “te echo de menos” dice de mala gana “¿Dónde has estado?”.
Una cebolla que en vez de decir “te quiero mucho y me sabe fatal todo esto” grita despiadado “la culpa es tuya por…”
Una cebolla que no entiende de sentimientos porque para eso mismo están las capas. Una cebolla a la que de pequeña le enseñaron que llorar era de débiles y que el éxito solo se conseguía siguiendo límites establecidos. El dinero, la posición, la familia, el trabajo fijo, la hipoteca, la pareja… Cada una de estas cosas nos tira encima una capa más.
Y por si no tuviéramos bastante, nosotros mismos nos tiramos encima todas las capas del miedo. ¿Del miedo a qué? Ufff... ¡a tantas cosas!…
Miedo al rechazo, a la soledad, al fracaso, al dolor, al inmovilismo, a la desdicha, a la felicitad… a ti, a mi, a nosotros, a ellos…
El ser humano empieza a crecer estableciendo sus propios mecanismos de autodefensa. Una autodefensa tan necesaria como improductiva en la mayoría de las ocasiones...
Las relaciones personales profundas son, de verdad, muy complicadas. Y si añadimos ahí también todos los elementos que nos condicionan de la sociedad, uno acaba por perderse y SER, -solamente y si tiene suerte-, en soledad.
Siempre me han hecho gracia las manifestaciones internas de este auto-convencimiento. Uno pasa del 'no puedo al no lo quiero' de una manera salvaje. Y luego, se cuenta las mentiras que le van bien a su historia. Somos así, nadie quiere ser incoherente. Pero sin lugar a dudas lo somos. Y aún llegamos a más.
A veces el ego nos empuja a decirnos que Nunca lo he querido. Y ahí es donde me río. Porque yo no sé si solo me pasa a mí, pero en el fondo siempre hay una vocecita que te dice “estas mintiéndote”, con la voz y la pose de Jack Nicholson en "El Resplandor" -de Stanley Kubrick-. A veces la escuchas, otras miras para otro lado. Pero la vocecita sigue.
Y ahí es, precisamente, donde radica el matiz. Uno puede ser o no consciente, puede comunicarlo o no, puede aceptarlo o no… pero enfrentarse a su propio Jack Nicholson requiere de una inteligencia -y sobre todo, valor- para volver sobre tus pasos.
No lo olviden, atreverse a SER de verdad, es un deporte de riesgo pero… ¿quién dijo que la vida fuera fácil?