Cover of Friedrich Nietzsche
¿Quién está más cerca de lo real? ¿Tenemos motivos para ser optimistas? ¿Los tenemos para ser pesimistas? ¿Es el optimista, como dicen algunos filósofos, el que está condenado a la angustia?
Dicen que el optimista, más tarde o más temprano, acabará frustrado. En cambio, el que sabe que lo que hay es justo eso, lo que hay, está condenado a lo que Pascal llamaba la gracia y Nietzsche la alegría...
No confundamos, pues, la alegría con el optimismo. Ni ser pesimista estar triste o amargado, comentarios que recibirán todos aquellos que no den la versión más optimista de la realidad, resultando de todo ello unas confusiones que se atragantan y que en realidad son simplistas e ignorantes.
Parece que ser optimista es lo hay que hacer, o aparentar. Por poner un ejemplo reconocible y público, cuando hay unas elecciones en el mundo de la política, vencedores y vencidos enarbolan la bandera del optimismo. Todos han ganado, la democracia funciona, hay que poner buena cara, y destacar aquello que pueda ser positivo, por ínfimo e irreal que realmente sea (y que todo el mundo sabe, que es lo más curioso e inexplicable del caso...). El balance y el resultado siempre parece ser bueno, o en su defecto, debe serlo. ¿Es realmente lo bueno? ¿Que todos estén satisfechos? ¿Incluso los que han perdido claramente? ¿No es esto un paso hacia atrás? ¿Acaso no están maleducando emocionalmente a todo el mundo? ¿Es realmente bueno ser optimista en una sociedad como la nuestra? ¿No sería mejor hacer una autocrítica que parece que nunca llega? ¿No sería mejor dejar de autoengañarse? ¿Es positivo alimentar el optimismo? ¿Por qué hay que ser optimista?
Hoy reflexionamos sobre el OPTIMISMO, pero quisiera, en la medida de lo posible, darle al tema un enfoque diferente y (con)centrado en todo aquello que parece que todo el mundo quiere y desea ignorar, una forma de inconsciencia que no te permite estar a la altura de lo que (te) pasa. Hay algo ahí de cándido, de ingenuo...pero otro mucho de tóxico y perjudicial para todos. Sé lo que algunos están pensando, y es algo que no soporto. Antes de seguir, aclaro que esto lo afirmo rotundamente y no porque venda más, o quede mejor ser pesimista, es que lo soy. Que quede claro este asunto. Sigamos hablando claro, tanto como pueda.
No soporto a los optimistas crónicos que piensan que las cosas siempre acaban bien. Los desatadamente optimistas, o los que fingen serlo, siguen siempre esa misma senda. Se preguntaban los filósofos qué era lo que esperaban los que tenían esperanza y, en cambio, ¡qué gran virtud la de la impaciencia!, pero ese sería otro tema.
Hay lugares físicos y situaciones sociales, como cuando estamos en una fiesta o en según qué trabajo, en los que está incluso prohibido ó mal visto el hecho de ser pesimista, convirtiendo al optimismo crónico en un nuevo dogma de una sociedad enferma de credos y carente de reflexiones serenas. Un comunicador no puede serlo, por ejemplo. Y traslado este tema al mundo de los medios porque al fin y al cabo son los que controlan al rebaño, ya sea con la intervención de los diferentes poderes o no. Los comunicadores, periodistas, etc...tienen que ir sonriendo por la vida, y "venga p´alante", entre todos lo conseguiremos todo, y la vida es bella, y tal y tal...
#RetoOptimismo (Photo credit: Serisa_tog)
Todos los que trabajan de cara al público tienen que ir con una sonrisa tipo spot de la Coca-Cola porque de lo contrario, no se les podría tolerar. En casi todos los espacios y productos se tiene un tono alegre, desenfadado y animoso. Sin embargo, y obsérvese la nueva contradicción, no se puede hacer un periódico con buenas notícias, pues no son atractivas. Los medios de comunicación, pues, tienen tendencia a hablar de las catástrofes y consiguen audiencia con sus malas notícias...
¿Hasta qué punto la lógica en los medios de comunicación no sería el de transmitir un tono levemente pesimista? Si cada día viésemos telediarios trufados de BUENAS NOTÍCIAS, probablemente la gente tendría una cierta sensación de fastidio. Porque, al fin y al cabo, este es otro elemento de esta sociedad aparente, en la que nunca pasa nada malo y en la que todos sus integrantes se esfuerzan por dar la versión más positiva de la vida de uno mismo, repitiendo y asegurando que todo va muy bien, en muchas ocasiones por aparentar más y mejor que el resto. ¿Es creíble finalmente alguien que siempre te dice que todo le va bien y que tiene una casa, un matrimonio y un jardín perfectos? No ante mis ojos, siempre celebraré y me creeré más a aquél que está teniendo un buen momento pero que, de vez en cuando, como nos sucede a todos sin excepción, tengan bajones y te confiesen que en algo se puede mejorar su situación vital. Porque de eso se trata, de evolucionar, y el optimismo constante no creo que contribuya demasiado a dicha causa.
Español: Retrato de Baltasar Gracián que se conserva en Graus, restaurado. (Photo credit: Wikipedia)
Y por último: no pasa nada por ser pesimista. Todo el mundo experimenta contrariedades y, a veces, cosas peores. Lo que no se puede es ir a lo trágico, pues justifica el pesimismo y vende más que nada, y presentarlo con una sonrisa porque es lo que también vende, y traslado lo de los medios de comunicación a nuestra sociedad, en donde creo, humildemente pero con convicción, que aún queda mucho del pensamiento trágico, somos herederos de esa herencia intelectual que se inicia en Lucrecio y que sigue en Gracián, Montaigne...
No se equivoquen, el pesimismo es, según mi forma de entender, el estado más acorde con el mundo que tenemos. Lo que no sé aceptar es la omnipresencia de lo irreversible, con una sonrisa en los labios.