No voy a entrar aquí en dar una lección magistral de economía, ni de los porqués del final del petróleo barato; aconsejo para ello el libro "Por qué el mundo está a punto de hacerse mucho más pequeño" de Jeff Rubin. Voy a centrarme en el efecto que esta realidad inminente va a tener en la cultura y en la sociedad (los datos provienen en general del mismo libro, que combina la parte económica y la práctica, de forma que el lector pueda entender la repercusión real del problema).
En los últimos tiempos se ha valorado el mundo en función del crecimiento económico y la tan predicada globalización. Todo lo contrario parece desfasado y estar en contra de ella parece estar en contra del avance de la humanidad. Pero la globalización ha sido posible gracias a la disponibilidad rápida y barata de petróleo; sin él no es posible transportar los productos fabricados en China a bajo coste, ni lo es mantener una pista de esquí en medio del desierto, ni son fáciles todos los movimientos de personas que la sociedad actual ha asimilado como algo más que habitual (caravanas de coches para llegar al trabajo, aviones repletos de gente que se mueve de un lado a otro del planeta sea por trabajo o por vacaciones) e infinidad de ejemplos más que podría mencionar.
A nivel global tendremos un petróleo más caro que encarecerá los movimientos de personas y productos, a la vez que hará que ciertas actividades dejen de ser rentables. Esto afectará a nivel individual en el fenómeno de la localización; volverán las industrias a los lugares que necesitan el producto fabricado, volverán a cultivarse los productos cerca del consumidor y las actividades de negocios y de ocio serán más cercanas a nuestro lugar de residencia. En definitiva, el mundo global dejará paso al mundo local de años atrás.
Yo hago una lectura positiva de todo esto. El retorno hacia lo local es una esperanza evidente para el planeta, pero también para nuestras culturas. Viajaremos menos, es cierto, pero los viajes volverán a tener el encanto de descubrir algo diferente en cada lugar y las calles principales de las grandes ciudades dejarán de ser fotocopias unas de otras con las mismas tiendas de ropa y los mismos restaurantes de comida rápida. No saldremos todos los fines de semana ni festivos, pero el día que salgamos disfrutaremos de nuestras playas y montañas sin las aglomeraciones a las que estamos acostumbrados y respiraremos un aire más limpio. Y quedarnos más en nuestro entorno local propiciará el contacto con los nuestros, la comunicación, la lectura, ..., infinidad de actividades que enriquecerán nuestra propia cultura, nos harán diferentes y especiales.
Es sin duda una gran oportunidad para salvar al planeta, pero también para volver a la tan enriquecedora diversidad cultural de antaño, la cual podremos ahora compartir fácilmente con el resto del mundo gracias a las nuevas tecnologías de la información.