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Todos los autores y lectores de www.culturaencadena.com tienen "Derecho a réplica" en esta sección, ya sea por complementar otro artículo ya publicado, dar otra visión sobre el mismo tema ya publicado o por inspiración, que creo es el caso que nos ocupa.
No sé bien el porqué, pero al leer la respuesta acerca de la composición "Adagio para cuerdas" de hace unos días, me quedó la intriga de conocer los motivos que hacían de esa pieza de música clásica una increíble banda sonora, que no sólo se usaba en películas, series de televisión y videojuegos, sino que además fue interpretada en el funeral de Roosevelt y también en una ceremonia en memoria de las víctimas de los ataques del 11 de septiembre de 2001 (por algo había sido considerada la "obra clásica más triste"). Así que sin más, me encontré buscando un poco de información sobre la misma y quiero compartir con vosotros una descripción de la obra y de su autor, alguien que no se dejó dominar por las modas.
Fuente: https://www.hagaselamusica.com/clasica-y-opera.
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Samuel Barber fue un niño prodigio, que empezó a tocar el piano a los seis años y a componer a los siete. (...). Tuvo tanto éxito en su carrera que Barber no se vio expuesto a la necesidad que acosa a la mayoría de los compositores contemporáneos: tener que ganarse la vida de alguna otra forma que no sea componiendo. (...) enseñó composición solo esporádicamente (...). Es tal vez por este hecho que existan relativamente pocos compositores más jóvenes que hayan imitado directamente su estilo. (...)
Barber fue un tradicionalista que nunca abandonó la tonalidad. Igual que la mayor parte de los grandes compositores, demostró un sano interés por todos los tipos de música (...) pero siempre se mantuvo obstinadamente resistente a las influencias ajenas a su propia estética. Siguió su propio lirismo con integridad, sin preocuparse por el hecho de que su música gozara o no del favor de la gente en un momento determinado. (...) En 1971 declaró: "Yo escribo lo que siento. No soy un compositor tímido... Se dice que no tengo ningún estilo en absoluto, pero no importa. Como se suele decir, yo sigo haciendo lo mío. Creo que para esto se necesita un cierto coraje." (...)
El Adagio para Cuerdas, la obra más popular del autor, es un ejemplo excelente de su neorromanticismo. Inexorablemente, se eleva desde un comienzo amortiguado hasta un clímax de gran intensidad, después del cual vuelve suavemente al principio. A pesar del espíritu romántico de la obra, y a pesar del intenso cromatismo que se encuentra durante y justo después del clímax, la pieza es notablemente diatónica para una composición escrita en 1936. (...)
La estructura del Adagio es directa. Consiste de una serie de frases, cada una de las cuales comienza lentamente (generalmente con la entrada de una voz del coro de cuerdas tocando una nota, seguida por el resto de los instrumentos llenando el acorde) y evoluciona hacia una melodía lírica gradual en valores de notas iguales. Lo que hace que la pieza crezca en intensidad, a pesar de la coherencia de la estructura de sus frases, son las sutiles diferencias entre las frases sucesivas.
Cuando escuchamos el poderoso clímax, puede resultarnos difícil imaginar que la pieza haya sido originalmente concebida solamente para cuatro instrumentos. En un principio, fue compuesta como el movimiento medio de un cuarteto de cuerdas. Barber introdujo pocos cambios al transcribirla para orquesta de cuerdas, un medio mucho más apto para sostener las largas líneas y las ricas armonías del Adagio. Hacia fines de la década de 1960, el compositor escribió una tercera versión de la pieza, para coro, utilizando el texto tradicional del Agnus Dei. La versión para orquesta de cuerdas ha sido utilizada efectivamente como música de películas (...).
El Adagio es una obra hermosa, merecedora de su posición como una de las más populares composiciones norteamericanas contemporáneas. Si Barber no hubiera escrito ninguna otra pieza, esta le hubiera garantizado su relevancia dentro de la música norteamericana.