Hace al menos diez años que tuve la oportunidad de ver la misma exhibición a su paso por la ciudad de Frankfurt. Un pabellón inmenso lleno de cuerpos sin vida que estaban a punto de revolucionar el arte.
Por aquel entonces todo el mundo hablaba de la plastinación, obra de Gunther von Hagens y las consecuencias médicas, éticas y religiosas que por aquel entonces todo esto podía acarrear.
Cierto es que en aquellos años la exposición se preocupaba más de mostrar cuerpos reales en posiciones imposibles como jugando al ajedrez, al fútbol, montando a caballo o a decenas de fetos y bebes expuestos… y eso siempre trae consecuencias.
Aún así el éxito fue mundial y en poco tiempo la exposición empezó a dividirse por todo el mundo.
En el 2008 volvía a tener la posibilidad de ver Human Bodies en Nueva York. El concepto era el mismo, pero la cantidad de cuerpos era mucho menor.
Algo parecido pasó a su llegada a Barcelona poco después. Cada vez se perdía un poco más de espíritu por el camino.
Hasta ahora. 2015. Human Bodies cambia de concepto después de muchos años y exhibiciones. La medicina y la ciencia imperan frente al arte.
Ese punto provocador ya no existe, aunque es cierto que los más conservadores bien podría llevarse las manos a la cabeza en alguna ocasión.
La complejidad del cuerpo humano es puesta a disposición de los visitantes con toda la sencillez posible para que podamos entender la vulnerabilidad de nuestro organismo y la importancia de los buenos hábitos que tantas veces nos han repetido.
La mala nutrición, el estrés, las adicciones al tabaco, el alcohol u otras sustancias, la falta de ejercicio, la dependencia de una vida dedicada al trabajo…
Al menos, durante la hora que dura la exposición podemos estar calmados, escuchar y aprender mientras vemos las consecuencias de una larga lista de malos hábitos. Y después, que cada uno tome su decisión.