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Si alguien afirma que está bien al segundo de acabar una relación, definitivamente le puedo asegurar que no se entregó totalmente. Da igual si la cosa acabó bien o mal. Si hubo o no, traición, infidelidad, engaño… La cuestión es que después de romper una unión fuerte emocional, nadie puede estar bien al momento.
Cuando acabamos una relación empiezan a surgir una serie de acontecimientos que hacen aflorar la emoción a lugares insospechados. Y claro, uno tiene que pasar por todas esas fases por narices ya que viene de serie en nuestro corazón/mente humana.
No voy a definir las fases. Me parece absurdo y poco interesante para mí. Creo que ya lo he hecho demasiadas veces. Pero sí quiero entrar en las pequeñas sensaciones concretas, muchas veces invisibles, de lo bueno de una ruptura.
Desvincular la costumbre es una de las cosas que hay que hacer. Forma parte de la segunda fase. Y claro, entonces tenemos dos posibilidades. O nos aislamos y nos quedamos solos (que suele formar más parte de la primera etapa que de la segunda) o decidimos que “el mundo está lleno de peces” y nos vamos a conocer gente nueva y/o a fortificar nuestras relaciones actuales o pasadas.
Durante este proceso, nos lo pasamos bien. Pero existe una vocecita interior que nos recuerda continuamente que nuestro ex (o exs depende de cómo haya ido la cosa), no está ahí en la actualidad y solemos ponernos nerviosos o descentrados en determinados momentos. Es una pequeña sensación de angustia interior que sucede porque aún no ha entrado del todo la aceptación de las nuevas circunstancias.
Hoy quería recordar la sensación que llega cuando aparece el pensamiento “estoy bien sin él (o sin ella)”. Cuando llega por primera vez después de una ruptura llega solo durante un micro segundo. Pero cuando llega es bastante revelador.

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Después de ese microsegundo, empezamos a ascender. No nos engañemos, no lo hemos superado aún. Pero estamos en ello. Y ascender siempre es bueno. Ahora es el momento de ir con cuidado a la hora de subir. No cojamos atajos. Vayamos por partes. No nos dejemos caer. Disfrutemos del camino hasta que esa sensación empiece a ser real y haga transformar la martilleante vocecita de “él (o ella) no está aquí” a “estoy bien sin él (ella)”.
Y ese especial micro segundo aparece cuando sale a la luz la voluntad de recuperación. Y eso es lo que más curioso me parece. Nunca he sabido por qué nace. No se si del cansancio absoluto de “estar muerto en casa y llorando desesperado”, del apoyo de los amigos o familiares, o simplemente es una cuestión de tiempo. Pero la cuestión es que sucede. De un momento para otro, empiezas a ver que el corazón, el sentimiento, solo te está trayendo más problemas y decides ir a la razón para ver como y donde vas a empezar a caminar. Debe ser mero instinto, el instinto de supervivencia.
También me parece muy graciosa la lucha entre estos dos elementos del ser humano. El corazón quiere estar con esa persona, da igual en que modalidad se muestre. Pero la razón dice que no puede ser y también da igual como se muestre. Y ahí entramos en uno de mis temas favoritos. El autoengaño.

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Realmente me parece apasionante. Con el tiempo he conseguido mediante la observación hacerme casi una experta en estos temas. Lo jodido de todo esto es que incurrimos TODOS en el engaño, en esta trampa. Y yo no puedo ver todas las veces que yo lo hago. La mente humana siempre busca mecanismos de compensación frente a una decepción o frustración. Lo gracioso de todo esto es que al final, por mucho que lo pienses o lo estudies, nunca sabes realmente donde está la verdad, si en lo que se muestra como propio autoengaño o en lo que se siente.
Tratar con estos elementos es importante y se llama inteligencia emocional. Cosa que también me apasiona.
Así empieza otra vez el cuento. Vuelvo a estar soltera. Y esta vez con tantas cosas en mi suma y sigue particular que ya no se muy bien donde estoy yo. Por eso, y aunque todavía no estoy del todo segura de si será o no una buena idea, vuelvo a escribir esta columna.
No se porque crees que nadie te va a contestar. Y tampoco se porque pones que te escudas en el anonimato.
Me parece muy lógico lo que dices, aunque como tu bien dices el ser humano sea incoherente.
A mi me cansan estos temas de chicos y chicas. Que escogemos nosotras es un comentario tan generalizado como que los chicos siempre buscan lo mismo.
Tu eres chico. Y puedes decir lo contrario no? Yo te digo que he hablado con mucha gente en mi vida de estos temas (creo que es lo que más he hecho en mi vida: "filosofar") y que por eso sé, que lo de chicas y chicos no siempre es verdad, aunque tenga a veces una base antropológica y fisiológica.
Por ese motivo te digo que por mientras tu digas que escogemos nosotras, escogeremos nosotras. Eso està claro.
La diferencia, la particularidad es lo que yo busco. A veces la vida te sorprende.
No se si te servirá eso que te he dicho. Pero creo firmemente en ello.
El autoengaño es el que a veces nos ayuda y a veces nos perjudica. Si uno lleva mucho tiempo amparandose en la reflexión de que es imposible conseguir pareja porque los tios siempre vais a lo mismo, o que las chicas siempre escogen... Imaginate que fácil es la vida! No hace falta hacer nada porque todo ya está hecho.
Uno debe coger las riendas de su vida, ser lógico, intentarlo al menos, ser consecuente, y coherente. Saber quien es, o tener una idea, asumirse, quererse y perdonarse. Y a partir de ahí... Si queremos algo, buscarlo.
Siempre he creido que, cualquier persona, cualquiera, puede conseguir la persona que quiera. Para mí siempre existe un camino. Ahora, es cierto que a veces uno tiene que pasar por engaños y por dejar de ser uno que nunca podran compensar estar con otra persona.
En fin. La vida es cuestión de decisiones y si tu tienes la tuya, eso ya es un gran que.