Para lapidar todo cuanto se denuncia en la película hay que tener la valentía de tirar la primera piedra
La única palabra que asalta nuestra mente es decepción. Culpa nuestra pues esperábamos un "Persépolis" que tan buen sabor de boca nos dejó sondeando la profundidad del alma humana en general y no sólo de Irán o Francia. "Las golondrinas de Kaboul" se asemeja pero no llega a ofrecer la caleidoscópica mirada a vista de pájaro con la que su predecesora nos obsequió. Esta imitación relata la situación de miseria que se vive en Kabul a manos de los talibanes y la aplicación de la Sharia.
La película es previsible a partir del momento en que tienen lugar los acontecimientos y lejos de que sea la predictibilidad una razón para castigar cualquier producción, su mayor defecto es que sentimos el goteo del tiempo que parece no terminar jamás. Vaya por delante que no se trata de una mala película, en absoluto, puede incluso servir a sus fines para las nuevas generaciones o para aquellos que no conozcan las condiciones infrahumanas que obliga a mantener la Sharia. Si alguien está pensando en convertirse al islamismo debería echarle un vistazo a ese conjunto de normas religiosas y civiles que marcan el recto sendero a seguir. Entonces el visionado de "Las golondrinas de Kabul" se hace obligatorio.
Es un film que se posiciona radicalmente en contra de la ley musulmana cuyo designio es el de mantener a sus seguidores a raja tabla privándolos no sólo de libertad sino incluso de su condición humana. Nos aventuramos a decir que infringe la ley universal de los derechos humanos si es que tales derechos existen y se respetan en algún lugar del mundo.
Por ello aplaudimos la iniciativa de las golondrinas, porque para lapidar todo cuanto se denuncia en la película hay que tener la valentía de tirar la primera piedra. Desde las condenas a muerte por adulterio o fornicación indebida hasta las sentencias por el uso prohibido de zapatos blancos, la inhumana privación de la identidad de las mujeres que deben esconder cualquier milímetro de piel bajo un manto que las ahoga, la sospecha constante de estar vigilado por los vecinos, la posibilidad de que cualquiera esté a merced de ser denunciado por un tercero que tan sólo ha presenciado una parte de los acontecimientos y los ha procesado a su manera, la no existencia de juicio justo, la imposición del Corán en detrimento del arte, de la ciencia y la literatura, la privación de la libertad de elección por no haber otra opción más que las impuestas y una larga retahíla del maravilloso mundo musulmán.
No lo decimos nosotros, nos lo comunica esta película así que esto no es una exposición racista o xenófoba, en todo caso no más que el mensaje de "Las golondrinas de Kabul".
De cualquier modo, desde CEC siempre hacemos un llamamiento a la necesidad de que que caigan los mitos, los dioses y recuperemos nuestra propiedad intelectual y ello pasa por dar muerte a todas las ideas infundadas y embutidas en nuestros pequeños y malgastados cerebros. Una mente y una mirada universal es lo único que puede salvarnos de la prisión en la que los interesados de varios bandos nos quieren encarcelar. Películas como esta son necesarias pero no suficientes pues el objetivo no es hacernos reactivos a las religiones sino liberarnos de las ideas preconcebidas sobre cualquier tema que no haya nacido de nuestros adentros.
La película es un primer paso pero no debe complacernos el ser críticos con los demás y no con nosotros mismos, con nuestras leyes, nuestras religiones, nuestro folklore, nuestras costumbres automatizadas y aceptadas como válidas, legitimadas culturalmente sin habernos preguntado
¿Por qué esto es así? y sobre todo ¿Quién sale ganando aquí?
Buena pelicula a pesar de nuestra decepción. No nos ha hecho sentir la poesía, ni la belleza. No nos ha provocado lágrima alguna ni pena ni profundo pesar. Hemos asistido al espectáculo dejándonos llevar por la desesperación de ver que los minutos alargan las horas y la quietud del tiempo se impone sin remedio. 1 hora y 22 minutos que se hacen eternos.