Lo pasaréis EN GRANDE con Astrid y Raphaëlle, un divertidísimo dúo femenino. ¡Sustancialmente tronchante!
"Bright Minds" o ("Astrid et Raphaëlle") gira en torno a la vida de sus protagonistas femeninas: Astrid (Sara Mortensen) y Raphaëlle (Lola Dewaere).
Astrid es documentalista y criminóloga y tiene síndrome de Asperger, con todo lo que ello conlleva. Es ordenada y extremadamente rutinaria. Asiste a unas reuniones de apoyo para personas con su misma "minusvalía" o "don" -según se mire-, en las que se ofrece información sobre este trastorno. Es una persona muy organizada y metódica que necesita puntos de referencia permanentes, y no tolera la improvisación ni las situaciones inesperadas. Recién cumplidos los 30 años, la mayor afición de Astrid es resolver puzzles.
Raphaëlle es la cara opuesta a su compañera: un desastre total que siempre llega tarde, se salta las normas cuando le conviene -o lo necesita- y, por sorprendente que parezca, se complementa con Astrid a la perfección. Es comandante de policía, y tiene un hijo y una vida complicada. Espontánea, impulsiva, desordenada... su mayor problema es el déficit de atención.
Astrid y Raphaëlle forman un equipo jocoso y entrañable que no deja al espectador más que una sola alternativa: amarlas hasta la médula.
CRÍTICA DE SERIE BRIGHT MINDS - CEC SERIES
Ya tuvimos la oportunidad de discurrir sobre las series procedimentales y lo poco que nos suelen gustar. No obstante, "Bright Minds" engancha por el tándem compuesto por sus dos protagonistas, cuya interacción da pie a unas desternillantes situaciones. Hacía tiempo que no nos reíamos tanto con una serie.
Divinamente interpretada por Sara Mortensen, Astrid resulta ser un personaje entrañable a pesar de su ausencia de empatía total y absoluta con la humanidad. Para preparar el papel habló con gente autista, y se nota el trabajo de la artista fuera del escenario. Una interpretación excelente. Hay que felicitar, muy especialmente, a la actriz que interpreta a Astrid de joven (Sylvie Filloux). No sólo por su excepcional parecido físico, sino por la perfecta imitación de Sara Mortensen.
Además de la diversión, hay tiempo para buenas reflexiones. Ella dice estar mejor en soledad porque ella es diferente respecto a los demás pero que, estando con ella misma, se siente normal. Asimismo, las escenas donde se reúnen los martes los autistas -a modo de AA-, son excelentes. Ahí se genera una inversión de roles sociales en la que los neurotípicos se convierten en enfermos a los ojos de los autistas. La normalidad depende del color del cristal con que se mira, y la incomprensión sobre las razones de actuar de los unos respecto de los otros es la causa principal de la desviación llamada "anormalidad". Una cuestión meramente estadística.
Otro personaje que nos ha causado gran simpatía es el inspector William (Jean Benoit Souilh), un tipo con un gran bagaje cultural cuyas bromas con referencias literarias y mitológicas le convierten en otro gran incomprendido. Sin por ello ser autista, es tratado de diferente y anormal entre sus colegas: lejos de ensalzar la erudición, la ridiculizan. Ponemos una chincheta a modo de recordatorio: la situación creada por la alusión a Hades es buenísima.
Los grandes tesoros de esta producción franco-belga son, sin duda alguna, el elenco de personajes y las situaciones que se originan a raíz de la incomprensión. Los casos criminales no nos provocan ni frío ni calor y, sinceramente, al cabo de 4 capítulos seguidos cansan. Pero imaginamos que, uno por semana, puede resultar hasta agradable.
Recomendamos encarecidamente "Bright Minds" por ser sustancialmente tronchante. Los casos policiales son lo de menos.