Y para desayunar: un cigarrito y un vasito de vino
La película trabaja en dos líneas temporales entremezclando pasado y futuro y desconcertando en primera instancia al espectador. Tras los saltos iniciales, se van anudando cabos y la obra despega hacia una única dirección. No es fácil entrar en el universo de Ray y Liz, no estamos precisamente ante la materialización de la hospitalalidad sino todo lo contrario.
El director Richard Billingham hace un retrato autobiográfico de su familia, los Billingham. En él nos adentramos en el cuarto mundo existente en los suburbios de nuestras ciudades masificadas. El director se encarga de fotografiar el desahucio vital de aquellos que no tienen ya nada que perder porque nunca tuvieron nada que ofrecer. Ray y Liz son el máximo exponente de aquellos que que nacen, viven y mueren en la miseria física, de los parásitos sociales que no sólo no aportan sino que además (se) intoxican. La película aisla todas las variables que nos inducen a pensar que la vida tiene algún tipo de sentido pues sus personajes totalmente despojados de cualquier activo (físico o monetario), quedan desprovistos de motivaciones que pudieran conducir a la justificación de la existencia. Ni la religión que fue el opio del pueblo sirve como respuesta a este grupo de desfavorecidos. Beber, dormir para seguir bebiendo es la única motivación que parece tener Ray. El uso y posterior abuso de sustancias responde a la necesidad de aletragarse y hacer indolora la desoladora inclemencia del tiempo.
Como consecuencia de ello, se desprenden 3 grandes reflexiones cuyos tentáculos pueden ser extendidos hasta donde queramos.
- ¿Cómo llenar el tiempo?
- La procreación del ganado
- Animalización del humano
¿Qué se hace cuando no se tiene nada que hacer?
Estos personajes que viven recluídos entre cuatro paredes no parecen haberse planteado siquiera el vacío de su existencia. Respiran ergo existen. No poseen ni ofrecen nada. Beber para adormecerse para seguir bebiendo y observar cómo uno tras otro van sucediéndose los segundos que son primeros a la hora del suicidio.
En pantalla, el patíbulo de la condena a muerte. Una celda y la pasividad de la nada. No han tenido que aceptar que "esto es lo que hay" porque no parecen haber tenido la experiencia del "yo".
¿Qué hacer cuando ni siquiera el cerebro da órdenes de pensamiento o de auto-conciencia?
Beber. Fumar. Dormir. Bordar. Puzzles. Incordiar a los demás. Buscar problemas. Tirar cosas por la ventana. Una tostada. Videojuegos. Comer. Televisión.
Distracciones cuyos objetivos son el llenar un el tiempo aunque sea de manera absurda. La película es un retrato triste y fiel que no busca la explicación del porqué sino que se limita a denunciar el vacío absoluto llegando a dar la sensación de oquedad de ella misma.
El espectador asiste al calamitoso espectáculo y es el responsable de indagar en el porqué de las motivaciones de estas criaturas humanas que no tienen absolutamente nada que aportar a la raza.
¿Deberían existir?
Ante esta pregunta la respuesta que estamos CANSADOS de oír: todo el mundo tiene derecho a la vida. ¿Sí? ¿En serio? ¿Que quiénes somos nosotros para decidir o juzgar?
Pues no somos nadie pero sí que nos consideramos seres pensantes que se plantean desde muchos ángulos las problemáticas que nos conciernen en tanto y en cuanto formamos parte de una especie. Lo que se retrata en cambio son trozos de carne con ojos que no producen, que parasitan y que engendran en cantidad. Que alguien nos explique para qué sirven si ni siquiera hacen lo que la carne de cañón está (y nos incluímos pues no tenemos complejo dividno) destinada a hacer: pagar impuestos para otros vivan de nosotros. ¿Alguien puede explicar para qué pueden servir estos especímenes si no aportan y además intoxican? Lo cual nos lleva al punto siguiente que es el de la procreación de ganado.
Supongamos que los consideremos víctimas de un mundo desalmado como lo es el nuestro, que ellos no tienen la culpa de no tener nada en la azotea y que ellos no decidieron existir. Admitimos que no todo es culpa del individuo y que el sistema tiene parte de responsabilidad. Aun aceptando esta obviedad nos preguntamos igual que nos preguntan a nosotros ¿Y ellos? ¿Quiénes son ellos para decidir sobre las vidas ajenas, como por ejemplo la de sus hijos? ¿Quiénes son ellos para juzgarse aptos para procrear? Partiendo del primer artículo ya incumplido de la declaración universal de los derechos del hombre, no todos los hombres nacen libres, no todos nacen con los mismos derechos ni con la misma dignidad y quien dude de ello una ojeada a la película pues el que nace de padres burgueses no es lo mismo que el que lo hace de padres hamburgueseros.
Y aun así, seguimos, los Billingham tuvieron la oportunidad de elegir dar o no la miserable existencia a otros y no sólo trajeron al mundo a uno sino a dos. Dos almas descuidadas deambulando por el aburrimiento y el vacío, mal nutridas, mal atendidas, mal queridas. ¿Qué tipo de humanidad es esta? ¿Es culpa del primer mundo que exista un cuarto?
Y llegamos a la misma conclusión que siempre: cuando pensamos en un cuarto o primer mundo el punto de partida es diferente pero el recorrido y meta son iguales. Son extremos opuestos de la forma de expresión de un mismo mal: el sinsentido de la existencia. Mientras unos llenan su miserable tiempo de entretenidos rompezabezas, el bordado, la bebida, el mirar por la ventana o al televisor, otros se van de vacaciones, trabajan realizando estúpidas tareas que les han vendido como realización personal, cine, televisión... de ambos lados todas ellas acciones que no conducen a ningún lugar sino a no sentir el lento tránsito del tiempo. Incluso este escrito es una manera de pasar el tiempo con la diferencia de estar aportando algo a un bien común ni que sea el de crear controversia, agitar mentalidades o enfurecer a conservadores y progres.
Esos hijos que nacen en el seno de una carnicería serán el producto de unos padres que no se han planteado su propia existencia, los límites del bien y del mal, que no aportan que parasitan. Creemos que es justo preguntarse sobre si la decisión de procrear debería darse tan por supuesta y aceptarse como base que cualquier mujer en edad fértil debe tener el derecho de decidir sobre la perpetuación de la especie. Da igual que salten las alarmas de lo políticamente correcto, de Adolfo o de quien sea. A nosotros la película nos plantea un sinfin de polémicas preguntas que dan pie a la reflexión, al debate y de las que sentimos la necesidad de hacer partícipes a aquellos que lean esta crítica.
En tercer y último lugar y como consecuencia lógica de los puntos anteriores, asistimos a una animalización del humano. Nos ha sorprendido que el sexo no haya aparecido en ningún momento y a la vez nos parece lógico pues como la mayor parte de los animales, el sexo está al servicio de la reproducción. En este caso hasta los monos tienen más rasgos humanos que los personajes.
Hay una clara rotura de barrera entre el animal y el homo sapiens y podríamos pensar en si se debe a una humanización del animal (sacan a pasear a un conejo en un carrito de bebé) o a una animalización del humano. Es claramente la segunda opción: periquitos, peces, caracoles, hamsters, moscas, un conejo que llena el sofà de excrementos o un perro que orina en cualquier lugar de la casa. La exclamación "happy as pig in shit" (contento como el cerdo en la mierda) nos aclara que la segunda opción es la correcta.
En definitiva una película que explora las bases de la maldad humana y el mal de muchos que, como consuelo de tontos, acomoda a las masas. Controvertida verdad incómoda: la enfermedad en todos sus acepciones proviene del mismo aburrimiento que tantas veces hemos mencionado .