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Alma (Maite Perroni, "El juego de las llaves", "Rebelde") es abogado y profesora de universidad y está "felizmente" casada. Decide visitar a su mejor amiga, Brenda (María Fernanda Yepes) recién divorciada para festejar la nueva soltería de ésta. Ese fin de semana, Alma conoce a Darío (Alejandro Speitzer, "El Club"), un joven de 23 años con el que inicia una apasionada aventura sexual.
Se enciende el deseo carnal y se apagan las luces del entendimiento. Cuando Alma intenta volver a su vida junto a su marido, el juez Leonardo (Jorge Poza) y su hija, Zoe (Regina Pavón), no puede. De efímera aventura a tórrida obsesión. Para más inri, Darío desembarca en una de sus clases y se inicia una investigación policial sobre un asesinato que tuvo lugar en la casa donde pasó ese fin de semana. Todos los contactos cercanos de Alma, al igual que ella misma, estarán siendo sondeados, incluso su mismo marido.
CRÍTICA DE LA SERIE OSCURO DESEO - CEC SERIES
Le otorgamos el beneficio de la duda y nos pusimos a verla con el entusiasmo a medio gas. A los poco minutos de haber empezado el visionado...el nivel de expectativas está ya por debajo del nivel del mar.
Mucha escena de catre subidita de tono para llamar la atención especialmente de las mujeres porque el foco de interés se posa, sin lugar a dudas, sobre el joven Darío que luce tableta de chocolate y culo de piel de melocotón. Encuadres que sugieren muy explícitamente el bombeo incesante de los simios en la pantalla. Esto es la nueva pornografia para mujeres, un sexo puntual pero acaramelado que se concentra más en la mente que en el cuerpo. Y nos parece divino pero decimos lo mismo que con P-Valley. Para ver sexo hay otras opciones y no hace falta meterlo con calzador. Quitando las escenas de cama, a razón de polvo por capítulo, esta producción mexicana se queda en nada.
Otro tema recurrente es el feminicidio que viste de insoportable feminismo panfletario esta serie. Junto a las clases universitarias impartidas por Alma y la persecución de su liberación como mujer que consiste únicamente en la fornicación sin miramientos de tipo alguno, quedamos saturados y hasta la coronilla de que nos embutan este nuevo feminismo del que ya hemos disertado en innumerables ocasiones.
La guerra de sexos quiere que la mujer haga lo mismo que ha hecho el hombre. Eso es como justificar el uso de combustibles fósiles por los países en vías de desarrollo. Como los del primer mundo los han utilizado para su evolución, a pesar de que hayamos visto que son dañinos para la atmósfera, no podemos negarlos a los que están desarrollándose. ¿Y si se inviertiese en innovación y desarrollo para un interés futuro y general? La respuesta es clara. NO interesa. Extrapolado a la mujer, no interesa que sea libre. Si lo ampliamos al ser humano, no conviene liberarlo de sus pasiones animales.
Los remordimientos de Alma ya no son siquier cuestión de infidelidad hacia su marido sino de motivaciones personales. Como venimos diciendo, la que es madre y esposa si no se cepilla al yogurín de turno es una sumisa. Nos parece sacado, un pelín, de las casillas. Por no mencionar, en este caso, que el sexo esporádico conduce a una obsesión emocional tanto de la una como del otro. ¿Tanto discurso feminista arremetiendo contra el hombre para luego caer en la misma trampa de la que se está constantemente avisando? ¿Esto qué es? ¿El mensaje? ¿El aviso? ¿La moraleja?
Alma es idiota: "Ay! No puedo hacer esto" y ¡Pam! La carne es débil. En un seguido de "estira y afloja" la escena y el diálogo se repiten hasta cansar al espectador. Alma se siente culpable de no sentirse culpable pero va al psicólogo ¿Entonces en qué quedamos? A Alma le caen dos lágrimas de vez en cuando sin saber de dónde salen ni las razones por las cuales se echa a "llorar". Será que este aditivo líquido no puede faltar en un buen culebrón mexicano.
Alma se pega un tajo en el dedo mientras habla con su amiga Brenda para demostrar que las sospechas sobre su marido la tienen estresada pero en la escena siguiente, el corte o la mención del mismo han desaparecido. Ni siquiera quedan los remanentes como una gasa o una tirita.
Alma tiene una hija de 18 años que podría ser su hermana pequeña. Sospecha que su marido la está engañando con su asistente Edith (Paulina Matos) y sus sospechas se van confirmando pero el espectador sabe que es un montaje y que todo tiene una explicación. Los sabemos todos menos Alma.
Al tal Darío se le ve el plumero desde antes de aparecer en escena, somos TODOS conscientes menos Alma que no puede resistir la tentación de sucumbir a...¿Sus encantos? No serán los dones de actuación de Alejandro Speitzer que, lamentamos decir, son escasos. El chico ha triunfado por otras razones.
Todos los clichés están ahí y se van cumpliendo religiosamente. Es más, el propio público puede ir trazando el guión a medida que se va desarrollando la trama.
Todo lo visto es obvio, poco sutil y extremadamente previsible. Desde el primer episodio ya vislumbramos las orejas del lobo. Se huele y lo único que engancha es la confirmación de nuestras teorías. Eso es lo que nos mantiene pegados a la pantalla. El resto es nauseabundo.
"Oscuro Deseo" no tiene el formato de telenovela pero sus entrañas no pueden escapar a una larga tradición novelesca de la que parece difícil desprenderse.
Ridículamente narrada, "Oscuro deseo" es una parodia de ella misma.
ATENCIÓN SERVICIO REVOLUCIONARIO, DE MÁXIMO ÉXITO