Y seguramente también me habrán oído decir muchas más cosas cuando se habla del dinero como culpable válido en cualquier tipo de sociedad capitalista. Sobre todo, me habrán oído decir que el capitalismo no es el causante del poder del dinero, y que solo el ser humano es el que le da el poder.
Y en mis argumentaciones siempre acabo concluyendo que la belleza (o el sexo), la inteligencia (o la verborrea), y el dinero (o el dinero, que aquí estamos todos de acuerdo), son los entes por los que un individuo pueda sentirse poderoso. Después viene cuando el individuo mira qué hacer cuando es inteligente, bello (o sexualmente deseoso) o rico. Puede no sentir el poder. O incluso utilizarlo para hacer el bien. Aunque eso pase poco ahora.
Hay de todo. Pero, desgraciadamente, los que no se analizan demasiado, caen en las bajas pasiones y se dejan llevar por ellas, argumentando cualquier tipo de sandez inquebrantable para los demás seres insulsos del maravilloso planeta tierra.
El problema de esta sociedad, y es la conclusión que saco siempre, es esa falta de análisis y autocritica. Nos dejamos llevar por nuestras pasiones de maldad en cuanto a la falta de análisis, criticamos a los demás mientras hacemos lo mismo a otros… y la lista de etcéteras sería ya interminable.
Y explicaré la evolución de este pensamiento. De joven, aparecía el dinero como el causante del poder y del desastre que generaba. Después se añadió la belleza, al ver cómo los guapos se aprovechaban de los demás simplemente por ser guapos. Y, finalmente, en un acto de autocrítica, apareció la idea del poder de la sabiduría, del que utiliza su inteligencia para aprovecharse de los demás.
Hoy, desgraciadamente, he caído en la cuenta de que ese resumen (dinero, belleza e inteligencia) se quedaba pequeñito. Hoy, como un jarro de agua fría, empezó la escalofriante idea de que el amor también tiene un poder a usar para el bien o para el mal. Hoy me he dado cuenta del poder del amado.
Qué tremenda pena he sentido al darme cuenta que, una cosa tan maravillosa como es el amor, arrastraba también otra falsa pasión humana. No es muy diferente del resto.
Uno puede saber que es rico y no ir jodiendo al personal. Aunque suele pasar que así se hace, para seguir amasando más fortunas a costa de las desgracias de los demás.
Uno puede saber que es sexualmente deseoso y no tiene por qué aprovecharse de eso para conseguir nada. No tiene por qué manipular para conseguir sus objetivos pasando por encima de los demás. Aunque sabemos cuantas veces esto se utiliza hoy en día.
Uno puede ser inteligente y no manipular o aprovecharse de la dialéctica débil de los otros para conseguir sus objetivos. Aunque normalmente pase, y mucho, que la inteligencia se aprovecha febrilmente de otros.
Pues ahí está el tema. Una persona que es amada debería sentirse la persona más afortunada del mundo. Pero no son pocos los casos en que, cuando uno es amado, ya no tiene por qué hacer nada por su amante. Simplemente porque tiene el poder del amado. Y, aprovechando la debilidad del amante, hacer lo que quiera con él.
No creo que pueda existir un mundo en el que todos tengamos el mismo dinero, la misma belleza o la misma inteligencia. No creo que exista el amor sin que haya un amante y un amado. En el mejor de los casos, se alternan por épocas. Pero existe. Así que no reniego ni juzgo que el poder exista. El problema es qué se hace con él.
Así que hoy, critico abiertamente al amado que utiliza el poder que le da su amante… para sus propios intereses. Dejo a parte al amado que no se aprovecha de eso. A ese, le admiro radicalmente. Al otro solo quiero decirle:
Usted no es diferente de un político corrupto, no es diferente de un egocéntrico modelo o de un sabio dialécticamente despreciable”
Artículo encadenado CEC Escritura: Amantes y amados, por Antonio Gala.