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El sábado nos despertamos con una noticia que no ha dejado indiferente a nadie. El Gobierno del Partido Popular ha dado a conocer la reforma laboral que piensa implantar por decreto.
No voy a repasar cada una de las medidas que propone dicha reforma. A estas alturas ya todos sabemos que se tocarán puntos como la generalización del contrato de 33 días y la desaparición del de 45, la facilitación del despido procedente, la desaparición de la autorización administrativa a la hora de presentar un ERE por parte de las empresas, la creación de un nuevo contrato (sin precisar) para los jóvenes y otro para las pymes, la priorización de los convenios de empresa, la facilitación de la capitalización de las prestaciones o la creación de un fondo para la formación, entre otras...
A quien no sepa de qué va la reforma, le diré dos cosas: Primero, ¡¡¡¡¡¿En qué Mundo vives?!!!!!, y segundo, coge cualquier periódico del sábado, día 11/02/12 y lee.
Volviendo al tema, la reforma que plantea el Gobierno es, según todos los analistas que he podido leer en las últimas veinticuatro horas, "ambiciosa". Esa es la palabra que más se repite. Algo que, por otro lado, no puedo negar. La reforma laboral abarca a todos los aspectos del mercado de trabajo. Estaremos de acuerdo con lo que propone o no, pero hay que reconocer una cosa: hace falta tenerlos como cabezas de bebés para sacarse de la chistera una reforma laboral como esta.
Lo malo es que, por simplificar un poco, la reforma en cuestión no ataja ni de lejos el principal problema del mercado de trabajo de Ejpaña de los últimos treinta años: la precariedad contractual. Tampoco consigue solucionar el problema de que, según algunas voces decían, en España hay demasiados contratos diferentes. Y, por supuesto, está el tema de las bonificaciones. Con esta reforma no se han eliminado, sino que se le han quitado a algunos colectivos para dárselas a otros. Bajo mi punto de vista, lo que harán las empresas es contratar a personas bonificadas, para, una vez se termine la bonificación, despedirlas y sustituirlas por otras, también bonificadas, sin aumentar los puestos de trabajo.
Por supuesto que también hay algún punto positivo en la reforma laboral. Por ejemplo (y esto sí lo voy a explicar), repitiendo en el tema de las bonificaciones, se creará un contrato con incentivos para los autónomos y las pymes, que representan el 95% del tejido empresarial español. Este contrato consiste en una serie ventajas fiscales para las empresas con menos de 50 trabajadores y los autónomos, quienes podrán beneficiarse de una deducción en su cuenta fiscal de 3000€, pasado un año, cuando contrate a su primer trabajador, siempre que tenga entre dieciséis y treinta años.
Por otro lado, por primera vez se podrá trabajar y cobrar parte del paro. La empresa o autónomo que contrate a un trabajador en paro podrá deducir el 50% de la prestación por desempleo que cobrase el trabajador durante un año. Por su parte, el trabajador podrá percibir de forma voluntaria, junto con su sueldo, el 25% del paro durante el mismo período. Eso sí, el trabajador consume con ello su derecho a cobrar su prestación.
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Claro, visto todo esto y leído y releído todo el texto de la reforma, sigue habiendo cosas que no cuadran demasiado. Si se quiere fomentar la contratación abaratando el despido, reformulando, entre otras cosas, el concepto de despido procedente, es probable que a largo plazo se vean los beneficios. Pero lo que está claro es que a corto plazo lo único que vamos a notar es un aumento en la ya de por sí creciente oleada de despidos en masa de las grandes empresas, puesto que cambia notablemente el balance de costes a la hora de despedir a trabajadores indefinidos y sustituirlos por temporales. Por lo tanto, como no habrá limitación de la contratación temporal, me da que en breve vamos a ver como hay un aumento de los contratos temporales y una disminución de los contratos indefinidos. Ojalá con el tiempo la cosa se estabilice, pero por lo pronto, me da que la precariedad laboral va a ir a peor.
Así que así estamos, señores. A pesar de que la reforma soluciona algunos problemas, revisándola en profundidad, vemos que deja a un santo en pelotas para vestir a otro. Con lo cual, no se soluciona el otro gran problema de nuestro mercado laboral: la inestabilidad y la incapacidad de establecerse en un puesto de trabajo durante largo tiempo...
Lo gracioso es que ahora los sindicatos y la gente en general no dejará de quejarse de lo malo que es el Gobierno, de que facilitan que nos depidan y nos quitan derechos y libertades y bla, bla, bla... Pero hay que recordar que a estos gobernantes se les dio una mayoría absoluta realmente apabullante en las elecciones de hace unos meses y eso fue porque más de uno y más de dos les votó. Ahora a fastidiarse tocan. A ver si aprendemos de una vez que no hay que castigar a un partido político dándole el voto a su contrario más antagónico (aunque no se notara que lo era en los últimos tiempos a nivel ideológico), porque, como reza el dicho popular, a veces es peor el remedio que la enfermedad. Así que, queridos lectores, apretemos las nalgas, que nos espera un futuro de lo más divertido.
Saludos a todos.
Y no nos equivoquemos, trabajadores somos tanto ingenieros, como médicos o obreros sin cualificación. Todos aquellos que dependemos de las decisiones de un mandatario, un empresario, incluído el gobierno, para el caso de los funcionarios, somos trabajadores.
Espero y confío que este país despierte del todo y no sigan apoyando a partidos como el que hoy nos gobierna. Tírense del pelo ahora los que votaron con la chapita azul en la solapa...