¡3ª temporada recién estrenada EN NETFLIX!
Más allá de la trama, que puede ser de mayor o menor interés, lo que nos fascina de 'Stranger Things' es el salto en el tiempo al que nos invita.
Nos transporta a esos años 80 que nos recuerdan que, una vez, existió un período (quizás ya el último) en el que no hubo móviles y uno dependía de su propia imaginación para entretenerse y divertirse. Los que nacimos en esa época o en anteriores nos vimos obligados a desplegar un proceso creativo que parece haber sido erradicado de las mentes de niños y mayores. Hoy todo ocurre a través de una pantalla. Si bien es cierto que Internet ha sido un avance del cual disfrutamos todos y nos hace accesible una cultura también es real que, en la mayoría de ocasiones, representa una salida fácil y rápida hacia el entretenimiento vacío y sinsentido. La sensación general es de pérdida de tiempo constante y del hastío del mismo aburrimiento.
Los 80 también representaron el reinado de los VHS y las cintas de cassette que tantas alegrías nos han (y siguen) dado. Ir al videoclub y estar un buen rato decidiéndose por una película o por otra ya implicaba una actividad cerebral que predisponía al visionado dinámico de los contenidos. Está muy bien tener al alcance de un solo clic (y sobretodo sin salir de casa) un sinfín de películas, música y libros en el mundo ultramundo de Internet pero nos da la sensación que se han perdido los momentos mágicos que resultaban los viernes por la tarde en los que el salir de casa, entrar en el videoclub (o DVD club) y pasar por las estanterías, tomar una funda entre las manos, mirar la portada, leer la sinopsis y elegir o descartar la película formaban parte de esos momentos vividos. Esa ilusión monumental que era el llevarse hasta 4, 5 o 6 películas para el fin de semana. "¡¡¡Maratón cine, mis padres se van de finde!!!"
También recordamos el valor de la "amistad" cuando los niños salíamos a jugar montando en bicicleta o creando siempre un mundo paralelo, como en Strangerthings. Cabañas en los árboles, castillos en el cielo, inventábamos máquinas, radios de alta frecuencia para contactar con otros mundos, rebuscábamos en armarios intentando rescatar algún tesoro olvidado que pudiera aprovecharse para crear nuevas historias, disfraces con harapos viejos de la abuela, cortinas olvidadas que se convertían en vestidos de cenicienta y todo esto sólo con nuestra imaginación. No teníamos nada más que nuestros cerebros con los que éramos capaces de crear un universo entero en una tarde.
Esas tardes de verano en la piscina cuando los niños y las niñas eran una incógnita para el sexo contrario e Internet no había desvelado los misterios en un clic.
El "no te bañes hasta las 17h que se te cortará la digestión" de tu abuela que obligaba a ver el parido de tenis de Wimbledon con Agasi, Sampras y otras estrellas del momento. Esperábamos a las 17 con la frenética impaciencia de un niño. El bocadillo de mortadela de la merienda, las rodillas peladas de tanta caída en monopatín, el corre que te pillo...
Todas estas anécdotas que se han perdido y se ven reflejadas en Stranger things. No decimos que la serie sea la mejor de Netflix, ni que plasme la psique humana con objetividad quirúrgica. Sin embargo, sí que es una serie que nos devuelve al universo perdido de los momentos encontrados. Ese pequeño soplo de aire que nos sirve para echar de menos aquellos maravilllosos años que tuvimos la suerte de vivir.