Encadenado: El lenguaje como herramienta clave de la evolución del ser humano y de las sociedad antiguas y modernas
Andrzej Stasiuk es uno de los grandes novelistas polacos de nuestra época.
Debutó en 1992 con 'Los muros de Hebrón' (sin traducción al castellano). Todavía en tiempos de la Polonia comunista, un amigo le propuso escribir sobre el año y medio que pasó entre rejas. Una editorial clandestina se iba a encargar de la publicación, que serviría para mostrar los horrores de la cárcel y dañar así al régimen.
Stasiuk recuerda que en aquella época trabajaba en la obra, de andamio en andamio, a las afueras de Wroclaw. Durante dos semanas, todas las noches después del trabajo, escribió a mano en un cuaderno lo que se convertiría en su primer libro. En aquellas páginas contó y recordó aquellos horrores y plasmó toda la verdad, sin maquillar ninguno de los recuerdos. Y, aunque la editorial era clandestina, el libro no se llegó a publicar por contar una realidad demasiado dura. Tuvo que esperar hasta después de la caída del régimen comunista polaco (1989) para que la novela viera la luz.
Así recuerda el autor sus primeros pasos literarios:
La verdad es que no me empeñé en nada, no hice nada, no conocía a ningún escritor, ni a ningún crítico literario. Un crítico importante me hizo una muy buena reseña, y así me convertí en un célebre autor de la literatura de la cárcel. Entré por la puerta trasera".
Tanto su debut literario como su última novela publicada en castellano, 'Taksim', nacen de la fascinación de Stasiuk por el arte de contar cuentos, por cómo los hombres narran sus historias, por cómo se jactan de ellas.
"En la cárcel, después del trabajo, durante horas y horas se hablaba, se contaba. Ahora a lo mejor ya no, porque ahora en las celdas tienen televisores. Pero, entonces, se vivía contando. Los que tenían un don y sabían contar historias, iban de celda en celda y se alquilaban como Sherezades a cambio de té o algunos cigarrillos. Contaban su vida, la de personajes como Montecristo o de alguna película que habían visto; y eran capaces de hacerlo durante horas y con todo tipo de detalles."
"Era impresionante. Gracias al cuento, el tiempo desaparecía, se destruía, se aniquilaba. Para un chaval como yo, esta experiencia era fascinante. Ahora, de vez en cuando, visito algunas cárceles y les cuento historias acerca de Mongolia: les muestro las fotos, el mundo que hay al otro lado. Y les digo que cuando salgan, pueden ir allí y verlo con sus propios ojos".
En Taksim, su Última novela, el autor quiso dejar hablar a sus personajes.
"Es un libro acerca del arte de contar, de cómo se habla, acerca del monólogo. Sobre los hombres que, en vez de vencer en la vida, vencen en la charla. Se sientan a la mesa en algún bar y cuentan. Aquí los hay en todas partes y es un homenaje a todos ellos. Luego regresan a sus pisos pequeños, a sus esposas enojadas, y allí ya dejan de ser los reyes del bar".