Tras dos sesiones de intenso debate para votar la investidura a la presidencia del candidato Pedro Sánchez, el resultado final ha sido el esperado: negativo. Por tanto, el líder del PSOE no será investido, seguiremos sin gobierno y habrá que repetir, presumiblemente, las elecciones.
Sin embargo, dichos debateS -pues como digo, fueron dos, uno cortito y otro mas extenso-, han sido muy ilustrativos y han puesto de relevancia -o, mejor dicho en entredicho-, ciertas cosas...
La primera de las cosas que han quedado en entredicho es el valor la palabra. Más exactamente el uso y valor que de la palabra hacen gran parte de los representantes politicos actualmente. Un uso de la palabra que nos retrotrae a aquellos tiempos ya muy lejanos en los que el filibusterismo parlamentario era usado en los parlamentos como forma de ahogar el debate para que algunos pudieran salirse con la suya.
Un filibusterismo que han vuelto a poner de moda sus "señorías", sin apenas darse cuenta y de la manera más burda posible. Como, por ejemplo, rompiendo constantemente la primera y más basica de las reglas de todo protocolo de comunicación, que viene a decir -más o menos- que, en toda comunicacion, al hablar el emisor, el receptor (la parte escuchante) tiene que permanecer en silencio.
Por dos razones básicas: una, para poder enterarse de lo que dice el otro -obvio-, y la otra, para respetar el derecho básico en el establecimiento de todo diálogo, o sea, respetar el derecho a expresarse en los turnos y tiempos de palabra que se establezcan sin ser interrumpidos, pues de no cumplirse estas premisas, no existiría posiblilidad alguna de diálogo, quedando todo en algo asi como una guerra de alocuciones acusatorias entre unos y otros, en una torre de Babel.
Algo que han practicado sobradamente sus señorias durante ambas sesiones: gritando, hablando mientras hablar el emisor, riéndose, dormitando o mirando incluso sus tablets y móviles mientras era el turno de palabra de cualquiera de los ponentes que se subian al estrado.
Pero no solo hemos visto altas cotas de filibusterismo ultimamemente en el Congreso de los Diputados, sino que a todo esto hay que añadirle, además, la aparicion en escena de los nuevos sofistas.
Nuevos sofistas, encarnados en una nueva hornada de politicos excepcionalmente dotados para entretejer guiones argumentativos, mitad acusativos mitad creacionistas, cuyo objetivo primero es demoler cualquier argumento de su oponente. Y segundo, recrear algo asi como una utópica e idílica burbuja o realidad virtual, tan ilusoria que, de tan nítida, acaba convertida en una especie de espejismo.
Un espejismo al que muchisimos ciudadanos, creyendo ver palmeras y oasis donde no hay más que duro cemento y tierra, se lanzan de cabeza con absoluta y completa convicción.
Una nueva manera de hacer politica, a base de promesas, mediante la creación de un universo ficticio y a base de argumentos que pasan muy de largo por muchisimos aspectos, condicionantes y circunstancias variables de la realidad. Y que incurren, un dia si y otro también, en un cúmulo de contradicciones e interrogantes tales, que dejan sus programas en algo asi como en un limbo de esperanza donde todo lo que se respira es igualmente virtual. Anhelo entendible este, de una sociedad que camina exhausta por el duro y axfisiante desierto de la cruda realidad.
Pero no todo acaba aqui, pues a estas dos viejas prácticas políticas que acabamos de mencionar, y que ya practicaban los griegos en sus polis hace siglos para rizar el rizo -no ya el filibusterismo, que es un concepto moderno, pero sí el sofismo-. Y como si esto no fuera bastante desgracia, se une una tercera circunstancia aún más regresiva, que es la practica del Negacionismo Ideológico.
Un Negacionismo ideológico que practican aquellos que ostentando el poder -o un gran némero de votos-, se dedican a deslegitimar cualquier iniciativa nueva u opción de gobierno que se les presente que no sea la suya, alegando que los programas y propuestas de los demás no son válidos, sino un fracaso seguro. Sea la que sea, y por mucho que estas se esfuercen o tengan voluntad de intentar corregir aquellos aspectos que claramente no están funcionando y que necesitan ser corregidos. Y todo esto sin ni tan siquiera haber hecho antes la mínima autocritica ni haberse atrevido a resolver los gravísimos problemas internos que aquejan, e incluso sin haber planteado en su programa el dar marcha atrás o rectificar ciertas iniciativas puestas en marcha que, como hasta ellos mismos saben, no están funcionando .funcionando .