Salir del pozo es una tarea harto complicada aunque posible. Un protón.
Había pasado casi un año desde que el silencio se había colado por alguna rendija de su vida. El tedio y la monotonía así como el sistemático quehacer cotidiano no habían logrado precintar del todo las pequeñas fisuras de aquella pared, de aquella vida.
El silencio se hizo y como si de un manto translúcidamente opaco se tratara, se envolvió de él y por vez primera en aquellos tiernos 23 años empezó a escucharse. Entró en contacto con ella misma.
Había pasado casi un año desde todo aquello. Mirando retrospectivamente tampoco era tanto tiempo si consideramos lo que dura una vida, lo que puede llegar a durar una vida. Sin embargo, parecía una eternidad y no. El viaje había sido duro, largo, doloroso, complejo aunque apasionante. Ahora que empezaba a asomar la cabeza una jovialidad olvidada, una pasión fruto de la tranquilidad del alma que ya reposaba en el pentagrama de la estabilidad, se volvía a encontrar dispuesta a luchar por una causa.
Había dejado de ser el reflejo borroso de una pantomima impuesta. Había tenido el coraje suficiente movido por un reclamo interno de enfrentamiento con aquel pozo sin fondo en el que se estaba sumergiengo. Con el agua al cuello, tenía que decidir: o se ahogaba o salía pero así no podía estar. No podía pensar que, mientras veía la superficie, poco a poco el agua la iría asfixiando, poco a poco su cuerpo se cansaría de luchar por salir a flote. No quería pensar en la dolorosa muerte que la esperaba. Lenta y paulatinamente, el agua se iría colando por todos los conductos de su cuerpo y el momento del óbito sería doloroso. Lo peor era imaginar todo aquello. El sencillo, que no simple, hecho de adelantar un posible futuro la atormentaba. Todo podía acabar en aquel momento, todo podía quedar allí. Tan sólo una zambullida, tres minutos y caería hacia el fondo inconsciente. Lo intentó. Lo intentó varias veces incluso pero había algo en el centro que se lo impedía. No podía suicidarse, no podía. Aunque su mente lo implorase racionalmente, su espíritu se negaba a abandonar el estado beligerante. No había bandera blanca ni tregua posible. El instinto de supervivencia se apoderaba de la situación y, de algún modo, tenía la partida ganada.
“No, así no puedo continuar. Y no, así no puedo morir. Las cosas no pueden terminar de este modo”
Pese a la lucidez de los pensamientos le faltaba una cuerda para salir de allí. Miraba y miraba esperando que alguien se acercara al pozo. ¿Acaso nadie aparecería? Aquello era lo que más temía. ¿Y si nadie aparecía? ¿Y si abandonaba y luego aparecía alguien? Todo aquello era demasiado para tan deseperada situación. Se debatía entre la vida, la muerte y el suicidio.
Lo peor de suicidarse es que uno es consciente de lo que hace a menos que haya tomado estupefacientes para estupidofacerse. Es una manera cobarde de traspasar la línea. En aquellos momentos, sin embargo, hubiese agradecido tener a mano algún que otro medio de transporte mental. No era una forma agradable de morir, la asfixia era probablemente la peor manera de abandonar la vida. En aquellos intentos desesperados por provocarse el óbito, lo había experimentado. Un dolor punzante en el pecho, una angustía corrosiva en el estómago y la lucidez de la mente y el espíritu que la empujaba involuntariamente hacia, de nuevo, la superficie. Le resultaba imposible zambullirse para no resurgir.Pensaba en todo lo que se echaba a perder, la posibilidad de algo puro y real.
Hacía casi un año de todo aquello y estaba tan lejos que le parecía imposible que alguna vez hubiese estado metida en un pozo al borde del suicidio. No podía, en aquella circunstancia pensar siquiera en la muerte natural. No todavía cuando le quedaba tanto por hacer. Un año, sólo un protón en la historia del planeta. Un protón, no un ión ni un neutrón sino un protón. Hace falta de un protón para desencadenar una serie de acontecimientos en cadena. Hace falta una chispa, la chispa adecuada para liberar toda esa energía reprimida, hace falta valor y ganas, muchas ganas para salir del nihilismo tan certero que en determinados momentos nos invade el alma.
Salir del pozo es una tarea harto complicada aunque posible. Un protón.