La verdad es que los políticos "profesionales" en general me hacen vomitar... no ya los políticos típicos, esos que pertenecen a esas grandes y poderosas y corrompidas familias políticas, sino todos en general.
Sí, me hacen vomitar sus poltronas en las que se retozan de gusto como gochos en charca. Me hace vomitar el poder y los derechos que adquieren, y como los gestionan: eso de tener en sus manos el poder de decidir o no decidir cosas que afectan a la justicia e injusticia de una persona. Y, sobre todo, me hace vomitar esa actitud de prepotencia y abuso que les crece en cuanto acceden a cualquier cargo dirigente o de poder, por pequeño que este sea.
¡¡¡Ahhh!!! Y se me olvidaba: me hace vomitar aún más que todo este mamoneo represente su gran sueño...
Es por esto que, tras haberse realizado los recientes pactos entre diferentes partidos y haberse establecido los nuevos grupos de gobierno que regirán los ayuntamientos durante los próximos cuatro años, uno siente poco menos que cierto alivio de que muchos de estos nuevos políticos que van a gobernar sean lo más alejado posible al típico modelo de político nauseabundo al que nos tienen acostumbrados. Hablo de estos nuevos políticos pertenecientes a las recientes plataformas ciudadanas compuestas de colectivos y mareas que han salido triunfantes en ciudades como Madrid, Barcelona, Cadiz, Valencia, La Coruña o Zaragoza, por poner unos cuantos ejemplos.
Un triunfo que ha conseguido poner al frente de grandes ayuntamientos a personas con una actitud digna (al menos de momento y, si no, lo diremos) como son Manuela Carmena, Ada Colau, José María Gonzalez Kichi, Xulio Ferreiro o Joan Ribó, entre otros. La mayoría de ellos son independientes, o sin más implicación política que la vinculación de estos con esas plataformas de lucha por los derechos civiles en las que han estado involucrados y que tan importante labor han echo por la defensa de los derechos civiles en los últimos tiempos.
Unas personas, éstas, que en un acto de decencia y honradez han decidido, como primera medida, bajarse el sueldo e igualárselo lo máximo posible a los demás mortales que andamos por ahí partiéndose el pecho. Un acto que dignifica la política en España por primera vez en mucho tiempo y hace que podamos creer sinceramente en cuales son sus verdaderas intenciones para andar por ahí metidos.
Desde aquí, mi felicitación y mi aplauso para todos ellos. Para los demás, los de siempre, mi mayor y absoluto desprecio.