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No soy un gran aficionado a la moda, la verdad. Es decir, a pesar de que cultivo un cierto criterio estético a la hora de vestir, no soy seguidor de lo que vienen siendo las grandes marcas, las pasarelas, los fotógrafos de moda o las colecciones de los grandes diseñadores. No es que crea que ese mundo es una frivolidad o algo por el estilo. Esas apreciaciones se las dejo a otros. Simplemente, es que no me llama demasiado la atención.
Pero, pese a mi deconocimiento del medio, sí sé algunas verdades universales del mundo de la moda, como que los grandes diseñadores son franceses e italianos y que la revista de moda por excelencia, el libro de libros de la moda, es la revista Vogue, concretamente su edición francesa. Vogue París es el espejo en el que se miran todas las demás revistas de moda. Vogue París es la referencia y todo lo demás está por debajo... hasta ahora.
Resulta que Vogue París decidió el pasado mes de diciembre, que todo su prestigio y toda esa imagen de ser la reina de las revistas de moda, no era suficiente. Así que su directora, la señora Carine Roitfeld, con ayuda del diseñador Tom Ford, decidió que sería una buena idea, después de diez años como máxima responsable de la revista, y en vistas de que su tiempo al mando de la publicación se terminaba, crear algo de polémica para que alguien la recordase cuando ya no estuviera.
Así pues, se le ocurrió la fantástica idea de hacer una sesión de fotos con tres niñas. Claro que las fotos no iban a ser como el típico catálogo de Mayoral, para que nos entendamos. Más bien tenía pensada otra cosa. Su genial idea consistía en coger a tres niñas, disfrazarlas de putones berbeneros con modelitos de Versace, Yves Saint Laurent, Vulgari y otros reputados diseñadores y luego publicar las fotos en la revista, para promocionar los diseños de los sastres en cuestión.
Lo que para las modelos no era más que un juego (todos sabemos que a las niñas les encanta jugar a ser mayores), para la reputada revista iba a suponer algo muy gordo, a parte del hecho de que iban a jugárselo todo por el insano capricho de una mujer como Roitfeld, que debió pensar aquello de "para lo que me queda en el convento, me cago dentro", dando rienda suelta a algo que, de seguir en el puesto que ocupaba, le íba a dar muchos dolores de cabeza.
Así que mientras esas niñas, que en ningún caso superaban los 8 años, jugaban a ser mayores, vestidas con modelitos que seguramente ninguno de nosotros pueda comprarse en la vida (ni ganas, todo sea dicho), los responsables de Vogue París se frotaban las manos pensando en los beneficios económicos que tan bruto reportaje fotográfico les íba a reportar. Y no se equivocaron, la verdad. Resulta que en pocos días, todas las revistas de todos lo quioscos de la ciudad de la luz, quedaron agotadas.
Las preguntas son inevitables: ¿Está realmente todo permitido con tal de vender? ¿Es necesario hacer que unas crías posen de ese modo?
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Cierto es que siempre se han utilizado a niños para promocionar cualquier marca de moda infantil o juvenil. Cierto es que no todos los catálogos de moda son iguales y que no es lo mismo anunciar ropa infantil de Prénatal que de Versace. Pero por el simple hecho de querer impactar al público para atraerlos hacia tu marca, no hace falta traspasar la delgada línea que separa muchas veces lo legal de lo ilegal. El afán por transgredir las normas establecidas de algunos fotógrafos, modistos, marcas o artistas en general, hace que muchas veces pierdan el norte en busca de un protagonismo que puede resultar en algún caso contraproducente.
A mi modo de ver, todo NO vale con tal de vender. Es como esos anuncios en los que una marca carga contra otra marca, por el simple hecho de querer desprestigiarla y que los clientes potenciales compren su producto en lugar del de la competencia. Sólo que en este caso que nos ocupa es aún peor, porque no estás cargando contra una empresa, sino contra la integridad moral de unas niñas a las que les estás enseñando desde bien pequeñas, que ir ligerita de ropa y posar sugerentemente, es bueno.
Lo sé, este último comentario puede parecer mojigato y de acomplejado, como si la sexualidad me incomodase, estuviera sexualmente cohibido o fuese de derechas. Nada más lejos de la realidad. De veras que no seré yo quien ponga el grito en el cielo porque una mujer adulta vista como esas niñas de las fotos. Es más, si la sugerente pose fuera doptada por una joven mayor de edad, me callaría y no diría nada. Simplemente creo que hay un momento en la vida para aprender lo que es cada cosa. La familia, los amigos, el sexo, las drogas, la solidaridad, el respeto... Todo eso son cosas que hay que enseñarle a un crío (y no tan crío). Pero cada concepto tiene su momento y requiere de su tiempo. No se puede coger coger a niñitas de 7 y 8 años, que son puras esponjas de conocimiento, que absorben absolutamente todo lo que hacen o dicen sus mayores, y hacerlas posar como si fueran señoritas adultas.
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Por otro lado, no sé en qué estarían pensando los padres de esas mini-modelos. Bueno, me lo imagino... €€, €€ y más €€, pues imagino que Vogue les pagaría bien. Porque si no, no lo entiendo. Y si es así, deberían investigar si las fotos fueron sacadas tal cual, con el consentimiento de los padres, o si por el contrario, los engañaron diciéndoles que sería otro tipo de reportaje. Más que nada porque si resulta que los padres estaban al corriente de todo, y aún así permitieron que se llevase a cabo la sesión de fotos, igual una multita ejemplar sí que se merecen. Y es que, personalmente, qué queréis que os diga, no alcanzo a ver la diferencia entre esas fotos y las que se podrían encontrar en el ordenador de cualquier pedófilo. Bueno, sí... el precio de la ropa.
Otro ejemplo de polémica está en el calendario que ha diseñado el fotógrafo Oliviero Toscani para una agrupación de peleteros italianos, en el que cada mes, está representado por la foto de un pubis. El conocido fotógrafo se defiende diciendo que sus fotos no están hechas con una intencionalidad diabólica, sino que sólo enseñan una parte natural y bella del cuerpo humano. En este tema, no creo que haya nada que recriminarle al señor Toscani. Al fin y al cabo, las dueñas de los pubis que se muestran en el calendario, son personas adultas y, por lo tanto, libres de hacer con su cuerpo lo que les venga en gana, por mucho que las feministas se quieran empeñar en tildarlo de sexista. ¿Acaso es peor eso que los innumerables calendarios de colectivos tan dispares como los bomberos o los párrocos, en paños menores (o directamente sin paños), que salen cada año a la venta? ¿Por qué unos sí y otros no?
La única polémica que veo yo en esto del calendario, está en la decisión del Instituto de Autodisciplina Publicitaria de Italia, que ha prohibido su distribución y venta. Tiene gracia que un país cuyo presidente está contínuamente envuelto en escándalos sexuales, tenga la cara dura de censurar un inofensivo almanaque, pero no de censurar a su jefe de gobierno. Hay que tenerlos "cuadraos" para defender algo así.
En conclusión, habrá quien diga que mi reacción, con respecto a las fotos de Vogue, es desproporcionada y que no es para tanto. Es posible que donde unos vemos un atentado contra la infancia, otros sólo vean un reportaje cojonudo, con tres niñas bonitas, ataviadas con ropas caras. Pero creo que cuando se trata de los niños, hay que pensar bien en lo que vamos a hacer con ellos, porque lo que le haces a una criatura durante su infancia, en el peor de los casos puede perseguirle toda la vida.