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"Estupidez humana. Humana sobra, realmente los únicos estúpidos son los hombres."
Jules Renard
Esta frase, como tantas otras que hablan de la estupidez humana (sobra humana, lo sé), encierran una verdad innegable: el ser humano es lo más estúpido que ha dado la evolución. Y no es una frase soltada así, a la ligera, como si tal cosa. Al contrario, es la conclusión a la que se llega después de comprobar, de diferentes maneras, un hecho innegable: la estupidez asoma por donde menos te la esperas. De hecho, no resulta muy difícil darse cuenta de lo estúpido que resulta el ser humano, a poco que uno se fije en su alrededor. Es más, ni siquiera en su alrededor, basta con que nos fijemos en nosotros mismos, pues no estamos, muy a nuestro pesar, exentos de esa estupidez.
La estupidez es un hecho. Pero más que el hecho, lo que sobrecoge no es la estupidez en sí, sino cómo la estupidez puede llevarnos a creer que son los otros quienes son estúpidos, mientras que a nosotros no nos afecta en absoluto. Quizás me esté haciendo, como decimos en mi barrio, "la picha un lío". Voy a intentar explicarme mediante ejemplos, que quizás se me entienda algo mejor (no prometo nada).
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Ejemplo 1. No quieren que sea el padrino de mi primer sobrino.
Mi hermana y su marido quieren tener un hijo. Hasta aquí todo bien. El dilema surge cuando mi hermana le propone a mi cuñado que yo sea el padrino de su primer hijo.
En la cultura andaluza, de la que procedo, el padrino de un niño es la persona que deberá hacerse cargo de ese niño, en caso de que a los padres les sobrevenga la muerte.
¿Cual fue la respuesta de mi cuñado? Pues según él, no quiere que apadrine a su hijo, porque soy un "cabraloca". Esto es, para quien desconozca esta expresión, un descerebrado, un irresponsable, un inconsciente. Y no es que me moleste no ser el padrino de la criatura. Es más, si tengo que ser sincero, pues eso que me ahorraría al no tener que comprarle la dichosa Mona de Pascua cada año. Lo que me viene molestando, si es que puede decirse así, es más el hecho de que alguien como mi cuñado se permita el lujo de juzgarme de esa forma gratuita e injustificada, por la incapacidad que solemos tener las personas para ver la paja en nuestro propio ojo, en lugar de en ojo ajeno.
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La estupidez humana hace que una persona de treinta y dos años, que se pasa la vida enganchado a su PlayStation3, jugando hasta las 7-8 de la mañana, que no es capaz de levantarse temprano ni un solo día para ir a buscar un trabajo, que no muestra interés en otra cosa que no sea la maldita videoconsola y jugar a baloncesto con el equipo del barrio en el que vive, que deja tirada a su pareja (mi hermana) a la hora de ir a recogerla al trabajo, porque se ha quedado dormido, debido a que se acostó a las 9 de la mañana con el mando de la mencionada PS3 en la mano, que va a casa de sus suegros (mis padres) para tirarse en el sofá y quedarse dormido porque no durmió la noche anterior, que ha tenido que aplazar su hipoteca porque no le sale de los huevos buscar un curro, que se ha fundido en un año los 60.000€ de la indemnización por despido de su último trabajo (ahí también entra mi hermana en el saco) en viajecitos estúpidos en primera clase, alojándose en hoteles como si fuera un Maharajá, que se gasta 300€ en unas entradas para ver el partido del Regal Barça VS L.A.Lakers, cuando tenía que pagar 2.000€ a Hacienda por el pastizal que cobró de finiquito el año anterior, y luego es capaz de pedirle a sus suegros (mis padres, uno en paro y el otro cobrando el sueldo base interprofesional), que les devuelvan los 1.000€ que les dejaron en un momento de apuro económico. Bien, pues esa es la estupidez humana llevada al extremo.
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Como véis, no me apura hablar de dinero, cantidades o datos que alguno podría considerar íntimos. Me la trae bastante floja ese aspecto. Los números y los datos que leéis aquí son totalmente ciertos. Si los pongo tal cual es para ilustrar lo que quiero decir, con la mayor veracidad posible.
Habrá quien diga que todo esto no es más que porque me han dolido el orgullo. Y yo le diré que puede que sí, almenos en un principio. Pero después de eso no pude evitar fijarme en más casos de imbecilidad humana.