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Hemos descubierto el origen y evolución de la actual especie humana. Esta procedencia no es la de los Homínidos en su evolución, como nos han hecho creer, sino la de las bacterias.
Sí, nosotros procedemos exactamente de los microorganismos Extremofilos (en biología se conoce a estos como amantes de las condiciones extremas), por ejemplo: las bacterias Halófila (literalmente que ama la sal) a cuya especie pertenecen sin duda alguna mi mujer y mi suegra; éstas le echan tanta sal a la comida que no me explico cómo seguimos vivos, especialmente mi suegra que es hipertensa, y no me cabe la menor duda que solo un organismo halófilo es capaz de seguir vivo con esta dieta.
Otro de estos microorganismos extremos a los que pertenecemos son los llamados Termófilos (aquellos que para desarrollarse necesitan exponerse a una temperatura extrema), como el Sulfolobus Acidocaldarius capaz de crecer a 80º C, y más exactamente al campeón de estos, el Methanopyrus Kanddleri, una arquea metanogena capaz de resistir durante dos horas una exposición ¡a 130ºC!, vamos una tontería en comparación con lo que aguanta un primo mío de Chipiona a pleno sol a las tres de la tarde todos los veranos tirado en la playa y con la espalda más negra que los cojones de un grillo.
Otra especie de extremofilos a los que pertenecemos es la que sucede en el rango inferior de temperatura, los llamados Psicrofilos. Estos son los más duros, como el Psychromonas Ingrahamii capaz de desarrollarse a ¡-35 ºC!; pecata minuta en comparación con lo que mi primo Jose de Valladolid aguanta en pleno invierno, este va siempre con una fina cazadora de lona y debajo una simple camisa que además lleva desabrochada haga frío o calor, mientras yo en estas condiciones llevo cuatro jerseys y otras tantas bufandas; sin duda este no puede ser más que un organismo Psicrofilo.
Otro factor importante para el desarrollo de estos microorganismos extremos es el pH, es decir la acidez o alcalinidad. Dentro de esta categoría se encuentra Río Tinto, un río de casi 100 Km de longitud con un pH constante de 2.3 (acidez parecida al jugo de un limón), causada por enormes cantidades de sulfuros metálicos existentes en la faja pirítica del mismo. Aunque el campeón en esta acidofília corresponde a una bacteria llamada Nitrosomonas Halophila ¡capaz de crecer a un pH cercano al 12!, "na de na" para la acidez que coge la piscina municipal de mi barrio todos los veranos cuando baja a bañarse toda la fauna del lugar que se mete sin duchar a esta. Pero sin duda bate cualquier record de acidez y alcalinidad la piscina de los niños que pilla un color mucho mas amarillo que el de Río Tinto.
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Por último también una especie bacteriana extremofila conocida con el nombre de Deinococcus Radiodurans capaz de resistir dosis de radiación ¡de hasta 5.000G! incompatible con la vida; bastante menos que la que soportamos en mi casa con la antena gigante que nos han puesto los de Vodafone en la terraza y que suena como si fuera un transformador de alta tensión.
Hay más microorganismos extremofilos como los Barófilos, los Halcalofolos, que evolucionan con grandes cantidades de arsénico, superable en mucho por los millones de españoles que solo fumando tabaco nos metemos en el cuerpo más de 120 sustancias toxicas, todo esto sin contar la polución ambiental y el humo de las barbacoas...
¡Enhorabuena!