Entró en el retrete, se subió la falda,
le dolía el vientre....se bajó las bragas,
se sentó en el WC, del bar más cercano.
Se llamaba Matilde... y se estaba cagando...
¡aaayyyyy...! pero el cuerpo se resiente,
de comer tan malamente...
y eso le ocurrió a Matilde... que se le desorientó el vientre...
y rompió aguas defecando, y así dió a luz... por el culo...
No, tranquilos, no me he vuelto loco, no. Esta pequeña estrofa de aquí arriba no es más que la letra del comienzo de una sarcástica canción titulada "Marcelino, Arroyo del Charco" compuesta por el más irreverente de los todos los artistas que conozco: el catalán Albert Pla...
Y no me vengan con historias ni con remilgos, así es la puta... perdón, la cochina vida.
Porque -seamos sinceros-, una cosa es la vida que nos cuentan y nos imaginamos, y otra bien distinta la realidad cotidiana de la vida, la cotidiana y cochina realidad de la vida de las personas.
Si, la vida es muy muy pero que muy falsa, y detrás de esas apariencias disfrazadas de buena presencia, de tal político, de tal presidente de consejo, de tan elegante dama, o tal princesa de Asturias, etc..., se esconde la auténtica realidad.
SI, la auténtica realidad, que no es eso que vemos en TV, sino lo otro, lo que tras esos disfraces ocurre en ese lugar tan biológicamente común a todos los seres humanos llamado W.C.
Sí, detrás de ese magnifico recital de tan magnifico maestro, a menudo se esconden dos posibilidades:
- Una, que el maestro se haya aliviado bien los esfínteres minutos antes de empezar el recital, dejando por otro lado el baño literalmente hecho una mierda...
- Y dos, que -por descuido-, el maestro tenga que aguantarse hasta el final del recital para aliviar la premura de sus esfínteres...
O puede que ni eso, y no llegue al final y se lo haga encima, como le ocurría a Elvis en sus últimos años, dado que el pobre sufría de incontinencia de esfínteres, y a cada rato se cagaba dentro de ese mono ajustado de lentejuelas que acostumbraba a vestir en sus conciertos y que a cada rato acostumbraba a cambiarse por uno nuevo ..
¡Y nos creíamos que el bueno de Elvis se cambiaba tanto de traje por exceso de coquetería! Pues no, se cambiaba porque se cagaba encima, y punto.
Esto es cierto y a mi me ocurrió personalmente una vez, no que me cagara en un escenario, sino que un día, en medio de un concierto de un maestro del cante jondo al que acudí, en un momento dado del concierto, era tan grande el "quejío" del maestro, que este se cagó encima, y sin cortarse un pelo exclamó a su guitarrista: "¡Paco, para un momento esa guitarra, que creo que me he cagado!... Sí, iba bastante pedo el maestro, pero véte a saber tú si no le ocurriría a menudo...
Sí, amigos de CEC, las grandes ligas de todas las personas se juegan precedidas o acompañadas de ciertos e inevitables rituales fisiológicos.
Y no solo las de la gente llana y normal como usted y yo, o como la aquel albañil de obra que, sin cortarse un pelo, no tiene el menor reparo en parar la obra exclamando a grito pelao: "¡Manolooo, para un momento que voy al baño que me estoy cagando!", haciendo de ello algo completamente normal, sino también de esas otras personas que llamamos, "PERSONAS RELEVANTES" ...
Y cuántos discursos y decisiones importantisimas habrán estado detrás de un pedo bien disimulado, o de un "que me cago o que me meo , que no aguanto ya, uff qué alivio...".
Porque a ver: ¿Quien me asegura por ejemplo a mi, que Winston Churchill antes de realizar la firma de los acuerdos de Yalta, con el estómago 'abarrotao' de gases, no levantara la nalga disimuladamente para dejar escapar los excesivos gases de sus intestinos, exclamando tras esto una sonrisa de alivio?... Una sonrisa que podría haber sido interpretada por Stalin y Roosevelt, como de satisfacción por el hecho de lo firmado, cuando en realidad la satisfacción venía de otro lugar más indecoroso?... ¿Ehh, quien me lo asegura?
¿O quién me asegura a mi que detrás de ese Adolf Hitler, impecablemente vestido para la firma del tratado de anexión de Polonia, no le doliera el vientre y tuviera que ausentarse urgentemente y buscar un baño para no hacérselo encima, y ya más tranquilo, de vuelta, con la satisfacción marcada en su rostro, más por haberse aliviado que por otra cosa, firmara bastante más satisfactoriamente dicho tratado? Y es que no son pocos los indicios que indican que el Fuhrer sufría de ciertos desarreglos de vientre... ¿Eh, quien me lo asegura?
¿O quién me asegura a mi que detrás de esa sonrisa profidén que acostumbra a lucir cierta ex-princesa de Asturias, dado el enorme estrés al que estaba sometida, no se escondiera por esta causa en alguna ocasión un dramático e incómodo estreñimiento que le hubiera jugado una mala pasada dejándole las bragas en muy mal lugar momentos antes de recibir en palacio al señor embajador, y tras esto, muy educadamente ésta se disculpara por el retraso como si nada hubiera ocurrido? ¡Eh! ¿Quién?
¿O quien podría asegurarme que la señora Merkel, Tony Blair, o el mismísimo Barack Obama, desoyendo aquel sabio consejo que dice que cuando se come no se habla, no sufran a menudo de esos incómodisimos gases que provocan las comidas copiosas a las que se ven sometidos, en las que se acostumbra a hablar tanto, con el consabido riesgo al hacerlo de tragar gran cantidad de aire que, ineluliblemente irá a parar al estomago y a los intestinos causando más tarde enormes dolores de tripa?
Un hecho que explicaría por qué al dictar públicamente su última medida de austeridad, su último ataque militar, o su última subida de impuestos, al acabar de dictarlas, y ante el aluvión de preguntas que surgen por parte de los medios, invadidos como están de incómodos gases en sus esfínteres y apremiados de manera innegociable por esos dolores de vientre, acostumbren a cerrar sus comparecencias con el consabido y precipitado finiquito de.......... "No hay mas preguntas!!!".
