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Cuando era pequeño, muy pequeño, recuerdo que me fascinaban los programas de "El hombre y la Tierra", del maestro Félix Rodríguez de la Fuente. Tal era el impacto que el gran maestro tuvo en mí, que su sabiduría, su facilidad para explicar temas tan complejos como la cetrería o la diversidad ecológica de un entorno determinado y su rico vocabulario, consiguieron que según fuese creciendo, mi interés por el medio ambiente, el respeto por el hábitat natural de las especies y por conocer la importancia de todo lo que la naturaleza nos da, creciesen conmigo.
El maestro Félix (permitidme la confianza, sé que lo entenderéis) consiguió lo que nunca antes nadie había conseguido en este país: concienciar a gran parte de la sociedad de la importancia de preservar el medio natural, en un tiempo en que nadie se preocupaba de qué pasaría si desaparecía el lince ibérico, el lobo o las grandes aves de nuestra geografía. Aún recuerdo el episodio en que, apareciendo junto a un ejemplar de lince ibérico, se preguntaba el maestro si no sería aquella la última tarde de una especie que estaba al borde de la extinción. Repaso esa pregunta llena de amargura y tristeza del que fuera nuestro anfitrión por todo lo ancho de nuestro mapa, y no puedo por más que sobrecogerme ante semejante ataque de lucidez de un hombre que sabía que no andaba muy equivocado.
Bien, pues hoy os digo que el padre de la biología de masas en nuestro país, el hombre que nos enseñó que los lobos, ese animal al que él admiraba por encima de todas las cosas, que no era el ser fiero y salvaje que la mitología nos hizo creer, ha caído en el olvido. Y no sólo él ha sido olvidado, sino que, si algo hay más importante que él mismo, como son sus enseñanzas, también han sido relegadas al ostracismo más brutal. Me explicaré.
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Hace dos semanas, viendo el programa de televisión Cuarto Milenio, presentado por el respetado Iker Giménez, tomé conciencia de una noticia que me dejó en "shock": El Senado ha pedido extender al sur del río Duero la caza del lobo.
Parece ser, según asegura el biólogo Carlos Sanz, considerado uno de los mayores expertos en el estudio de este mamífero en nuestro país y alumno de Félix Rodríguez de la Fuente, que la población de lobos no ha dejado de crecer en los últimos diez años, en parte gracias a las políticas de protección de la especie y a las iniciativas de concienciación y divulgación llevadas a cabo por su maestro y su equipo durante los años setenta. A pesar de eso, el lobo se sigue viendo amenazado, no sólo por los cazadores furtivos, sino también por la destrucción de su hábitat natural y por las campañas de algunos ganaderos "anti-lobo". Se sabe que, a pesar de que la población de lobos no ha dejado de crecer en los últimos años, actualmente lo hace mucho más lentamente que antes, en gran medida debido a las causas antes mencionadas. Por eso, el lobo, superviviente entre supervivientes de nuestra fauna, se ve obligado a desplazarse a lugares en los que hacía mucho tiempo que no se le veía, como por ejemplo la Comunidad de Madrid. Y aquí viene el problema:
Hace unas semanas, el Senado pidió por unanimidad extender la caza del lobo al Sur del río Duero. Esto, pese a estar considerado una especie protegida desde 1992 y, por tanto, no tener el estatus de especie cinegética, aunque están permitidas algunas batidas excepcionales. La presión de los ganaderos ante la pérdida de algunas cabezas de ganado por ataques de lobos, han conseguido que se reconsidere la posición de no cazar a esta especie, que ya estuvo a punto de desaparecer por completo de nuestra geografía.
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Actualmente, según en la época en la que se haga el recuento, habitan en nuestro país entre 1.500 y 2.500 ejemplares de lobo. Digo según la época porque hay que tener en cuenta varios factores como la temporada de cría, la caza furtiva (y la que no lo es) o la estación del año en la que se haga. Claro que el último censo nacional es del año ¡¡¡1988!!!, puesto que todos los que se han hecho a posteriori son parciales.
Para intentar solucionar el problema, el Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino ha propuesto incrementar las ayudas compensatorias a los ganaderos que sufran daños en sus rebaños por el ataque de lobos, así como insta a los ganaderos a que suscriban un seguro para hacer frente a las pérdidas. Pero el pulso entre la administración y los propios ganaderos, quienes se niegan a contratar seguro alguno, no beneficia a nadie, especialmente a los lobos. Pero sí o sí, es necesario llegar a un pacto lo antes posible que facilite la coexistencia entre el lobo y las actividades tradicionales, tal como asegura Carlos Sanz.
El Ministerio, entre otras medidas, ha incluido a las poblaciones de lobos de Andalucía, Castilla-La Mancha y Extremadura en la lista de especies de protección especial, así como la intención de adecuar el estatus legal de la especie a su verdadera población actual y aumentar los esfuerzos para su conservación y recuperación.
Claro, esto contrasta con la petición del Senado, puesto que no tiene mucho sentido, por no decir ninguno, que la administración quiera preservar la especie, autorizando la caza en zonas en las que no se les puede cazar. Afortunadamente, la autorización definitiva depende de la Unión Europea, que ha rechazado la propuesta en varias ocasiones desde el año 2003. Aún queda esperanza para los lobos, gracias a eso.
Todo esto da qué pensar, ¿no? Porque se supone que estamos en la cúspide de la cadena alimenticia y, como decía Iker Giménez en su programa, el lobo hace mucho tiempo que dejó de ser nuestro directo competidor por las piezas de caza de las que ambos debíamos abastecernos para subsistir. Entonces, ¿por qué esa fijación por darle caza? ¿Acaso no somos capaces de buscar soluciones para que podamos preservar su especie y la ganadería tradicional al mismo tiempo? ¿Tan incapaces somos de pensar que el lobo, el segundo mayor depredador natural que habita en nuestro país (después del oso, que por cierto también esté en las últimas), es absolutamente necesario para mantener las cadenas tróficas, sobre todo en aquellas zonas con escasa presión cinegética, donde las poblaciones de caza mayor provocan verdaderos estragos en las cosechas? ¿O la solución es liarnos a escopetazos con todo aquello que nos moleste, sin importarnos el daño que le hagamos a nuestro ecosistema, tal como hemos hecho con otras especies?
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Sinceramente, creo que deberíamos hacer un pequeño examen de conciencia y pensar en si realmente queremos que una especie como el lobo, emblema de la fauna silvestre ibérica, vuelva a estar amenazada como ya estuvo en el pasado. Creo que todos recordamos los esfuerzos hechos por el maestro Félix R. de la Fuente y su equipo de biólogos y estudiosos de la naturaleza que nos hace únicos, para que aprendiéramos a respetar algo que hasta ese momento ni siquiera nos había interesado. No echemos por tierra toda una vida de dedicación del que fue el más grande biólogo de nuestro país, sólo porque no seamos capaces de ponernos de acuerdo.
Gandhi aseguraba que un país, así como una civilización, puede ser juzgado por como trata a los animales. ¿Cual será el veredicto final para nosotros si perjudicamos así a nuestras especies?
Hace un par de años, vi un documental sobre este mismo problema en algun país del norte (desafortunadamente no recuerdo el lugar en concreto). Tras varios estudios de campo junto con la colaboración directa de los ganaderos, encontraron una solución que no perjudicaba a ninguno de los dos. Simplemente al caer el sol el ganadero colocaba unas cintas con aullidos de lobos. Así aullentaban a posibles "atacantes" ya que cada "clan" respeta el espacio de el otro.Con esto solo quiero decir que hay más soluciones sin llegar a la extinción.
Para acabar, dejo esta frase del gran maestro al que mencionas que espero nos haga reflexionar un poquito:
La Catedral de León o las Piramides de Egipto las podemos destruir cuando queramos, todo es cuestión de dinamita y reconstruirlas cuestión de tiempo; pero cuando desaparece una sola especie animal, la hemos perdido para siempre, porque crear sólo Dios puede hacerlo.
Félix Rodríguez de la Fuente