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El torero Juan José Padilla ha sufrido una de las más impactantes y espantosas cogidas que ha sufrido un diestro en la historia del toreo, parecida a la que acabó con la vida del diestro Manuel Granero, allá por 1922: el asta derecho del toro le ha entrado por debajo de la oreja izquierda subiéndole hasta reventarle y sacarle el globo ocular izquierdo.
No soy aficionado a los toros, ni quiero proponer un debate sobre si toros sí o toros no (ya es cansino, manido, repetitivo). Para mi es exactamente igual el que mata un toro en una plaza que el que mata un cordero lechal de apenas días degollándolo para darse un festín tripero, no tengo ninguna duda al respecto...
Sin embargo, sí soy muy aficionado a los toreros, especialmente a los de antaño, será por antecedentes familiares o por haberme criado en el barrio más torero de Madrid, quizás tenga algo que ver, pero lo que realmente me atrae de estos, es lo profundo, lo oculto de su sentir: muerte, libertad y pasión por la vida.
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Su enorme consciencia sobre su propia muerte en este extraño juego, encuentra un sentimiento de profunda libertad, dotándolos a la vez de una enorme pasión por la vida. Esta extraña ecuación de muerte, libertad y pasión por la vida, y el tener uno en sus propias manos su propia muerte, es algo que comparto con ellos al cien x cien... este sentimiento de decisión personal sobre la muerte de uno mismo, representa un ejercicio de libertad interior tan fuerte, que en algunos casos es mayor que la propia vida.
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Un torero es, de alguna forma una utopía de su propia libertad, un ácrata de sus propios designios. Tristemente, hoy los toreros están desprestigiados, fagocitados estos por la prensa del corazón y por los prejuicios y la decadencia social en la que vivimos. Si uno quiere ir un poco mas allá de prejuicios y estereotipos, podrá encontrar en la historia del toreo una enorme plana mayor de toreros muertos en la plaza, y si mira detenidamente este trágico santoral, podrá observar que absolutamente todas las grandes figuras del toreo murieron sobre la arena de la plaza de toros.
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De entre todas estas vidas extraordinarias de toreros, mi favorito sin duda es Ignacio Sánchez Mejias, un personaje absolutamente extraordinario, que no sólo fue un excelente torero, sino que además, fue piloto de avioneta , dramaturgo , impulsor de espectáculos , político , presidente del Real betis, y mecenas de la generación del 27, muy alabado y querido por estos intelectuales, especialmente por Federico Garcia Lorca que lo admiraba y quería profundamente, y cuya muerte le causó tal trastorno y dolor, que provoco en él uno de sus mas grandes poemas, el titulado `` LLanto por la muerte de Ignacio Sanchez Mejias ''.
Cover of Federico García Lorca
Al margen de todo esto, Ignacio Sanchez Mejias, supo y quiso morir en la plaza, pues él mismo pensaba que `` la leyenda de un torero se cierra con la muerte de este en la plaza´´, una verdad que, hasta la fecha, siempre se ha cumplido. La crónica del trágico suceso, reza así en un periódico de la fecha , ```Ignacio Sanchez Mejias, harto y cansado de vivir intensamente ,internamente decidió morir en la plaza ´´, una decisión que consideró la más digna, para quien como el lo había vivido todo...