René Descartes at work (Photo credit: Wikipedia)
Tres años han transcurrido casi desde mis primeras colaboraciones en CEC.
Un tiempo que ha pasado volando y en el que, sin embargo, han ocurrido bastantes cosas.
Tres años dan para mucho tanto a nivel personal como a nivel social.
Tres años dan incluso para algún tipo de reflexión personal por pequeña que sea...
Lo primero que en esta reflexión uno puede afirmar es que, a día de hoy, y como dicen los bomberos en su argot, ''hemos salvado el solar...''.
O sea, que almenos seguimos vivos, cosa que no es poco...
Seguramente, en estos tres años, algunos de los lectores que desde su anonimato leían estas páginas, ya no están con nosotros.
Puede que alguna enfermedad se los haya llevado por delante antes de tiempo o simplemente su ciclo natural de vida se haya acabado.
Igualmente, y no me cabe la menor duda al respecto, durante este tiempo muchos otros habrán sufrido alguna enfermedad, accidente o pérdida irreparable de algún ser querido.
Esta es una de las pocas cosas en que la vida es absolutamente democrática.
Del mismo modo, en estos casi tres años, la situación social y personal de otros muchos también habrá cambiado ostensiblemente...
Puede que algunos hayan perdido su empleo, o que, ante la falta de oportunidades actuales en este país, hayan decidido emigrar y se encuentren ya en otro país en busca de esas coyunturas que actualmente aquí, en España, no hay.
Puede también, y por qué no, que otros hayan conseguido llevar adelante sus proyectos o sueños, materializando con éxito sus propósitos y logros personales.
Tal vez, para otros muchos, su situación personal haya igualmente cambiado, teniendo nuevas parejas, o eso que se llama nuevas vidas.
Puede tantas cosas, pues tres años dan para mucho.
Aunque muchas cosas cambian constantemente, otras, por contra, se mantiene invariables; absolutamente invariables.
Por ejemplo, mi motivo personal de colaborar como escritor o autor en estas humildes páginas. Motivo cuyo fondo sigue absolutamente invariable desde el primer día.
Son ya cerca de 200 artículos o más los realizados personalmente por mi en estos casi tres años de esta primera etapa de CEC.
El motivo y el por qué de toda esta continuidad ha sido simple y llanamente el deleite y placer mismo de realizarlos.
Enorme placer el de poder ejercer la libertad de expresión en esta maravillosa tribuna y privilegio de comunicación que es CEC.
Una libertad de sincerarse que creo está aún poco entendida por parte de los individuos de la sociedad actual, plagada de tantos canales de comunicación que la han convertido casi en una torre de Babel donde se habla y opina mucho, pero también en la que nadie parece entender o escuchar nada o a nadie.
No, obviamente, el sentido actual de la libertad de expresión no es luchar contra los yugos que nos impiden expresarnos, sino romper las cadenas interiores que nos imposibilitan hacerlo e ir con esto más allá y hacer de esta libertad la realización mas profunda de la misma, cuya finalidad, en si misma, es una obligación y a la vez una necesidad.
¿Por qué expresarse, por qué opinar? Pues, simplemente, porque mediante el desarrollo de la expresión (no sin un poco de esfuerzo), se ejerce el desarrollo del acto personal de pensar por uno mismo.
Y dado que la vida necesita ser pensada y vivida por uno mismo, de no hacerlo, alguien lo hará por nosotros y a lo máximo que llegaremos será a una pobre opinión que simplemente consistirá en aceptar los postulados, ideas o reflexiones de otros.
Sí, eso que tristemente se llama estar de acuerdo o en desacuerdo con algo, lo que está muy lejos del hecho de pensar algo por uno mismo.
Sí, amigos, la vida no solo es acción y mas acción, ir de un lado para otro y hacer cosas y más cosas.
La vida requiere también ser pensada, entendida y expresada por cada uno, por el hecho de que cada uno es una realidad absolutamente independiente.
De no hacerlo así, nos convertiremos en seres pasivos, sin capacidad de ser ni de expresar la misma vida que vemos, sentimos y vivimos.
En definitiva, seres que simplemente aceptan las explicaciones que ofrecen otros.
Sí, sin ninguna duda y, como decía Descartes ''pienso luego existo'' y yo añadiría más: ''si no pienso, existo pero menos...'''
No podemos de ninguna manera, dejar el acto de la vida en manos de los demás por el hecho incontestable de que cada uno es una realidad absolutamente independiente, y de no hacerlo así, nos convertiremos en seres pasivos, sin capacidad de ser, ni de expresar la misma vida que vemos, sentimos y vivimos, en definitiva seres que simplemente aceptan las explicaciones que ofrecen otros.
Por esto estamos obligados a ejercer la libertad de expresión teniendo criterio, base y fundamento propio, que es también obligación de comunicación.
Repito, sólo en el acto de pensar por uno mismo estaremos creando lo más parecido a esa vieja utopía del ser humano que es la búsqueda de la verdad, pues no existen verdades reveladas o creadas por uno mismo, sino bajo el único auspicio de la razón y el entendimiento propio.
Pero hay más cosas que deseo manifestar en este ejercicio mío personal de opinar al respecto, y es, que en ese deleite que ha sido la realización de los casi doscientos artículos, poco me ha importado que estos hayan sido leídos por una, ninguna o muchas personas, pues esto no ha influido lo mas mínimo en el animo que ha guiado la realización de los mismos, o sea, el simple placer de escribirlos.
Igualmente, hay cosas que durante este tiempo tampoco han cambiado, como son la lluvia de palabras que nos empapa y asola actualmente en nuestra sociedad.
Una lluvia caída no sólo desde las máximas instancias de poder y los múltiples medios de comunicación, sino también desde las múltiples generalidades e inexactitudes pronunciadas hoy en día por las personas que convierten la sociedad actual en los antiguos mentideros de antaño, cuyas plazas llenas de palabras manoseadas, prestadas y pasadas de unas bocas a otras, se vuelven altamente demagógicas, repetitivas, cansinas, aburridas y sin que muestren el mínimo atisbo de realidad.
Palabras, por lo general vacías, que crean una sociedad igualmente vacía, triste y sin la mínima capacidad de ponerse de acuerdo.
Lejos quedan ya los tiempos de esos articulistas e informadores autónomos, cuyo carisma era simplemente eso, el ejercicio de su propia autonomía como ser pensante: extinguidos, evolucionados en seres de opiniones todas similares o muy parecidas, que huyen del peligro que trae el exponerse exponiendo la sincera y profunda impresión personal.
Hecho que ha convertido la sociedad actual en una sociedad de seres cobardes sin el mínimo arrojo o valentía para expresar con valentía su auténtica realidad.
Sí, una sociedad con muchos problemas, pero sin el menor atisbo de auténtica tolerancia y diálogo, cargada simplemente de cansina demagogia.
Por este único motivo, presentamos en esta nueva etapa de CEC, dos nuevas secciones que se unen a las ya existentes y también a las venideras, incluídas en la nueva macro-sección de opinión:
La primera, una columna de nombre ''Opinión'' con la que pretendemos al menos dar testimonio personal y exponernos ante la realidad social sin prejuicios ni miedos a exponer nuestras realidades.
Y una segunda sección, de nombre "Diccionario metafilosófico de CEC", en el que daremos testimonio, mediante reflexiones personales, de las diferentes realidades que como seres humanos nos atañan y obligan a expresarnos.
Un saludo para todos los lectores de CEC.