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Los hechos son los siguientes: un reportero del programa de la Sexta "EL INTERMEDIO", se desplaza hasta la Villa de Tordesillas, 'célebre' hoy en día por celebrarse allí el llamado 'torneo del Toro de la Vega'. Dicho evento trata de la persecución de un toro por el campo por hordas de lanceros que, con lanzas afiladas, van hiriendo al astado hasta que el animal, reventado de huir y desangrándose lentamente, es acorralado hasta darle muerte. Este acontecimiento, declarado de interés turístico regional, está enclavado en lo que llaman antiguas tradiciones populares. La intención del reportero es simplemente encontrar a alguien en el pueblo que muestre su disconformidad con tal salvajada...
El primer intento del reportero es hablar con el alcalde o cualquiera de sus representantes en el ayuntamiento de la villa, tarea imposible pues ninguno de estos quiere hacer ninguna declaración al respecto y es expulsado a la fuerza casi a patadas. Seguidamente, el reportero pregunta a todo tipo de personas del lugar y nada, todo el mundo está encantado y orgulloso de participar del mismo, no hay manera, se pide su opinión al párroco y éste no está en desacuerdo ni le importa lo mas mínimo la suerte del toro.
Seguidamente, consigue hablar con un representante político del PSOE del lugar y éste declara estar absolutamente a favor y declara que es una maravillosa y antigua tradición popular. Sólo al final, y después de toda una jornada buscando, el reportero consigue encontrar a un lugareño dispuesto a hablar mostrando su desacuerdo con el mismo, aunque tiene que hacerlo disfrazado como si de un testigo protegido se tratara e irreconocible para no sufrir represalias: este señor declara que es una monstruosa y salvaje crueldad y que, efectivamente, en el pueblo hay más gente en contra de este monstruoso acto pero que nadie lo dirá por miedo a algún tipo de represalia. Hasta aquí el hecho contado de un modo objetivo
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Pasando a lo subjetivo, o al derecho a la libre opinión en una columna como esta, yo me pregunto: ¿tanto miedo hay a mostrar el desacuerdo con este brutal acto? ¿y qué tipo de político progresista es este, que declara las maravillas de tan honorable y salvaje acto, qué tipo de basura política es esta que no tiene almenos la menor compasión de la muerte salvaje de un animal? Y sobre el cura, ¿donde está su compasión, o es que según su doctrina los animales no merecen de esta? o, como declaró este político, que según él 'no está probado' que los animales sufran, que sólo sienten dolor pero no sufrimiento (¿?), y claro los que amamos a los animales hemos oído muchas 'animaladas' al respecto, pero tal idiotez nunca.
Y ya encuadrar este acto como cultura popular, será como barbarie e incultura popular nada más lejos de la cultura, todo lo relacionado con la cultura está unido a la sensibilidad y cualquier persona sensible mínimamente se compadecería de tal crueldad.
Por lo tanto, y concluyendo, yo declaro públicamente que si allí había según dicen 30.000 aficionados disfrutando, había 30.000 burros incultos, no digo malas personas digo burros incultos, con perdón para el burro.
Lo más preocupante es que hay quien dice que "el toro ha nacido para eso". Señores/as (por lo de la paridad lingüística) de Tordesillas/os (de nuevo), me van a perdonar pero son ustedes un poco salvajes. Tanto como los que tiran cabras desde un campanario, los que tiran perrillos chicos desde un puente y lo cuelgan en youtube, los que acorralan a manadas enteras de delfines en una cala y los masacran para satisfacer la demanada del, cada vez más exquisito, mercado internacional o los que le pegan a su profesor para hacer la gracia y lo suben a internet. Me van a disculpar, pero creo que deberían ir cambiando la tradición del Toro de Vega a una que sea un poco más provechosa para el mundo. Yo les sugiero algo, si me lo permiten:
Cada mes, al más ferviente seguidor del Toro de Vega, métanlo en un cajón en el que no pueda moverse y en el que esté oscuro. Luego, lo sueltan a pleno sol, con el consiguiente aturdimiento que ello le provocará, le gritan y lo persiguen montados a caballo, mientras le van dando golpes y le pinchan con afiladas lanzas. Al llegar al pueblo, ya malherido y cubierto de sangre, lo meten en la plaza y se ensañan con él hasta que muera de agotamiento. Les aseguro que no seré yo quien denuncie tal acto ni ponga el grito en el cielo. Porque, al fin y al cabo, si ustedes tienen derecho a divertirse de ese modo con un animal, también yo debería tener derecho a divertirme viéndoles a ustedes colgados de los huevos en los campanarios. Y créanme, puede que mi forma de divertirme no sea tan antigua como la suya, pero denme unos añitos y la haré tan popular como los San Fermines. Al tiempo.