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Cuatro días antes del ya olvidado día de Navidad, me publicaron en esta web un texto en el que aseguraba que no pensaba ver ni un partido más de la Liga BBVA, debido a mi desacuerdo con el estado de la competición, sobretodo por la palpable diferencia entre los dos equipos grandes de nuestro país y el resto de equipos, que parecen jugar a una liga diferente.
Bien, pues he de admitir que no tengo palabra ninguna. No valgo nada. Sólo soy un gusano sin criterio y sin voluntad para hacer lo que me propongo, puesto que he vuelto a caer. Creí que una rabieta como aquella me quitaría de ver más fútbol televisado, pero me equivoqué...
Llevo cuatro semanas viendo los partidos de Liga y Champions y no puedo ocultarlo más. Sólo mi buen amigo Eduardo, que me ha guardado el secreto este tiempo, ha visto cómo he vuelto a beber en los bares, mientras mi equipo preferido jugaba como los ángeles, al tiempo que yo gritaba cual poseso, pidiendo otra ración de pollo frito o de alcachofas en el bar de siempre (de siempre, desde hace unos tres años, vaya).
Gracias, Eduardo. Pero no puedo más con este sentimiento de culpa. Tengo que admitir mis actos, así como dejar de fingir que el fútbol no me gusta o que ha dejado de interesarme. No puedo seguir engañándome, diciéndome aquéllo de "hay cosas mejor que hacer", porque no es verdad (Bueno, quizás sí las hay, pero supongo que en ese momento, en el momento de ver un buen partido, no hay nada mejor).
Debo ser sincero conmigo y admitir que dejé de ver fútbol, aprovechando el parón navideño de la Liga, como el que deja de fumar aprovechando una pulmonía, para después volver con más fuerza al vicio. No puedo seguir queriendo hacerme pasar por un tío maduro, cabal, cuando la verdad es que no he dejado de pensar en mi equipo, en si ganará la Liga, la Champions, la Copa o nada de nada, o algo de todo.
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Pido perdón a todos los que leyeron mi columna del día 21/12/2011, pues creí que íba a ser capaz de aguantar el "mono", pero me equivoqué. Soy débil, qué le voy a hacer. En mi defensa argumentaré que siempre he sido un cabezota , pero que esa cabezonería se me olvida pronto. Me pasa en todo y con todos. Ni me dura un enfado, ni me dura una determinación. Así de triste y así de real.
Por lo tanto, una vez aligerado el peso de una conciencia que me atormentaba, me declaro dispuesto a aceptar las críticas más duras por vuestra parte. Aunque, antes vomitar sobre mí toda vuestra bilis, os pido que penséis en lo que dijo Eduard Punset sobre el cambio de opinión, con motivo de la presentación de su último libro (aunque hablaba sobre la crisis, lo usaré a placer), hace justo un año:
Aprender a "cambiar de opinión" es la clave para salir de la crisis actual ya que, pese a la reticencia natural de las personas a reconocer y rectificar errores, el cerebro humano "puede y necesita cambiar de opinión para evolucionar".
Así que, queridos lectores, recordad que, aunque no tenga palabra, hoy soy un ser más evolucionado.
Gracias.
Y carrie no te rayes con el futbol: nadie tiene la culpa de que el deporte más emocionante coincida con unos horarios insanos de trabajo...