Continente y contenido, de nuevo en discordia en una cuidada ficción británica.
Basada en la novela homónima (y ópera prima) de la británica de Susanna Clarke, la miniserie de BBC ya disponible en Filmin España está compuesta por 7 episodios y obtuvo 4 nominaciones en la edición de los premios BAFTA TV de 2015 al mejor diseño de producción y efectos especiales. La historia se desarrolla en la Inglaterra de principios de siglo XIX, con las guerras napoleónicas de fondo.
Presuntamente estamos ante un buen producto, con una posterior gran producción, y nosotros no somos quién para negar la visibilidad de los hechos. Ahora bien, una cosa es el continente y otra el contenido. Y con ambos estamos en discordia...
En la ciudad de York, Mr. Segundus (Edward Hogg), un teórico de la magia, reivindica la desaparición de la misma en las calles de Inglaterra... ¿Por qué los hechizos se ciñen a los libros y no son de uso público? El círculo de magos del que forma parte está convencido de que la historia de la magia se estudia, pero no se practica: no es materia digna de caballeros. Un día descubren la praxis llevada a cabo por Mr. Norrell (Eddie Marsan), cuyo castillo atesora la mayor y única biblioteca de libros de magia erradicados 300 años antes. ¿Por qué los hechizos cayeron en desuso hace 3 siglos?
Si bien es cierto que las apariencias son seductoras, también (y precisamente por ello) experimentamos a lo largo de los episodios una pequeña decepción. Lamentamos que el genio y creatividad se escapen por el mismo agujero inglés de siempre. Los efluvios de la cultura británica y su saber hacer arremeten de nuevo en el acto de su insoportable presencia. Las pelucas, el maquillaje, los disfraces y algunos secundarios están de exceso anacrónico.
Nos referimos muy en particular a las maneras del actor Vincent Franklin que son EL punto exacto en el que el hastío se convierte en repugnancia, provocando únicamente un absoluto y total rechazo por nuestra parte. Nombraremos de pasada a sus compañeros de reparto John Hefferman y Marc Warren, cuyo trabajo viene a apoyar la anterior sensación, ofreciendo el principio de la vertiginosa precipitación al vacío con la que Franklin remata el picado de la caída. Sencillamente insufrible.
Sabiendo de nuestra manía persecutoria por la desmesura dramática de la cual pecan los británicos, intentamos ofrecer una visión alejada de la personal aversión experimentada pero que, de alguna manera, sienta las bases para verle las (des)gracias. Un elenco de reconocidos actores se pone al servicio de la ficción. Todas las caras nos suenan a pesar de los artificiales velos de las que se recubren. Nombres tales como los de Brian Pettifer, Ronan Viber, Charlotte Riley, Paul Kaye, Eddie Marsan vienen a darle bombo... y, sin embargo, no nos entra ni con platillo.
Encantamientos, invocaciones, ocultismo y otros derivados serán el motivo principal de la serie donde, en plena guerra contra Francia, Inglaterra hace uso de la Nigromancia para vencer a sus adversarios. Como si estuviéramos presenciando un juego de rol, una profecía impera a pesar de todo: la que Vinculus (Paul Kaye) invoca.
"Dos magos surgirán en Inglaterra. El nombre de uno será Timidez, el del otro Arrogancia. Ambos fracasarán. Dos magos surgirán en Inglaterra. El primero me temerá, el segundo deseará contemplarme. El primero estará gobernado por ladrones y asesinos. El segundo conspirará para su propia destrucción. El esclavo sin nombre será rey en una tierra extraña"
Una buena ambientación en esa Inglaterra de castillos encantados hace que todavía sea más amargo el abuso de teatralidad que la tornan incomestible. Los que busquen fantasía y artificios no estarán decepcionados siempre y cuando el embozo nos les provoque un taponamiento de las tragaderas.
En cuanto al contenido, no somos grandes fanáticos del ilusionismo en ninguna de sus vertientes, por lo que si a lo fingido y forzado de la actuación le añadimos el desinterés por la temática y el contexto histórico que nos provoca un aburrimiento supino, el cóctel está servido. Y sí, ya en su día cuando leímos "Los miserables" de Victor Hugo, tuvimos que cesar la lectura de las páginas que hacían referencia a la batalla campal que fue la de Waterloo, apelando a los derechos universales del lector de pasarse por el forro todo aquello que le venga en gana.
Podemos entender, no obstante, el placer y simpatía que algunos experimentarán por esta creación inglesa. Sin embargo, nosotros no la recordaremos como una de las que más ha satisfecho nuestra voraz inquietud como espectadores.