Basada en la novela bestseller de Fredrik Backman (autor de Un hombre llamado Ove)
Peter Andersson (Ulf Stenberg) regresa a su ciudad natal, Beartown en Suecia, con toda su familia después de haber pasado una temporada en Canadá. Ha aceptado entrenar al equipo local de hockey sobre hielo para llevarlo al podio pero cuando llega se encuentra con un equipo desestructurado y viejo.
Sin embargo, el equipo juvenil tiene la oportunidad de ganar las semifinales nacionales por primera vez, y todos los sueños de los locales ahora reposan sobre los hombros de un puñado de adolescentes. Así, Peter exige un cambio de equipo y que se le confíe el de los chicos en vez del de los mayores.
El nivel de exigencia es alto y demasiadas expectativas viven posadas sobre el futuro de los adolescentes. Esta pesada carga se convierte en el catalizador de un acto violento que dejará a la hija de Peter, Maya Andersson (Miriam Ingrid), traumatizada y a un pueblo tan confuso como incrédulo. Las acusaciones, como ondas en un estanque, viajan a través de Beartown, sin dejar a ningún residente indemne.
A lo largo de cinco episodios, BEARTOWN explora las esperanzas que unen a una pequeña comunidad, los secretos que la desgarran, el coraje que se necesita para que una persona vaya en contra del grupo y las consecuencias de cómo criamos a nuestros hijos.
crítica de la serie beartown - cec series
Lo que empieza como un relato con poca gracia y menor interés en torno a un equipo de hockey sobre hielo, termina convertido en un drama que corta la respiración por su brutalidad. En ningún caso lo vemos venir y la sorpresa es desagradable y terrible a nivel emocional pero excelente a nivel de guion.
Si el segundo episodio no hubiera dado el vuelco final, la habríamos dejado porque no hay nada que nos aburra más que otra serie de entrenamiento con ese nulo despliegue de gracia natural escandinavo. Que no estamos delante de Ted Lasso es más que evidente y lo que se perfilaba en la pantalla era un sucedáneo de Sudeikis "escandinavizado". No podríamos haber andado más errados pues en ningún momento se pretende relatar las glorias de un grupo de adolescentes.
No en vano, durante los dos primeros episodios la cámara se toma unos instantes para ir centrándose momentáneamente en un grupo de padres que terminan por sacar de quicio al espectador. La tal Maggan Lyt (Chalotta Jonson), madre del jugador Lyt (Tyler Shami), es desesperante con sus exigencias. Mats Erdhal (Tobias Zilliacus), el padre del prodigioso Kevin (Oliver Dufåker), es monstruoso, despiadado y sobre su hijo recaen todas sus frustraciones pasadas. Como si los críos fueran responsables de vivir todo aquello que sus progenitores no pudieron vivir.
Cuando a los hijos se les educa para ser lo que los padres no pudieron ser, sin respetar sus identidades y forzando in extremis unos intereses que quizás no tendrían de no ser por la necesidad de agradar y encajar en sus familias, aparecen las frustraciones que dan pie a las barbaridades y atrocidades que vemos en pantalla.
Una buena reflexión espera después de estos 2 capítulos de introducción. Recomendamos paciencia porque en este caso, lo bueno se hace esperar. En caso contrario retomaríamos la crítica para sentenciar la serie.