NO, LA PATER/MATERNIDAD NO COMPENSA
En efecto, Breeders es lo que nos pareció EN NUESTRO ARTÍCULO INFORMATIVO: mostrar la realidad sobre la maravilla de ser padres, iluminar con todo aquello que se puede imaginar pero que se sabe a ciencia cierta hasta que es demasiado trade y ya no hay vuelta atrás. Hipotecados "ad vitam" y sin posibilidad de devolución. Estas son algunas de las perlas que vendrán a mejorar la calidad de vida de cualquiera y de las que se advierten en la serie. Sin embargo, SEGURO que alguno contestará que si los niños son tuyos, no te importa... ya, ya, como a los protagonistas.
- las noches sin dormir
- la constante demanda de atención
- las rabietas, los llantos, los gritos
- las repetidas enfermedades, los piojos, vómitos, fiebres, diarreas
- el despliegue de medios que hay que poner a disposición para tener de absolutamente todo controlado por si acaso.
- el tiempo del que ya no se dispone para uno mismo
- el constante ruido al que uno debe estar sometido
- una hipoteca ad vitam que no perdona
- unos horarios que hay que cumplir a rajatabla
- y lo que no sabemos
Breeders nos ha gustado. Sus dos primeros capítulos muestran las intenciones. No obstante, creemos que en algún momento toda la argumentación que están construyendo se vendrá abajo. Podemos incluso vaticinar cuándo. Hacia el final de temporada seguramente porque todo indica que irán a buscar el "OOOOOOH" del público.
Lo presentimos pues existen estas líneas british de las que tanto nos quejamos siempre y que conducen al comportamiento siguiente: Tiro la piedra y no escondo la mano sino que, con la cara compungida y lleno de pesadumbre, suelto un "I AM SOOOOOOO SORRY". Pues eso es lo que creemos que harán con "Breeders". Las disculpas no sirven de nada, preferimos que se piense, que se elabore una reflexión antes que oír un "lo siento" que ayudará a perpetuar un mismo comportamiento. El perdón y el olvido no ayudan más que a quedar bien y nacen del protocolo formalizado pero que no aporta valor por sí sólo. Las excusas no resposabilizan sino que eximen y estancan la evolución de la especie. El daño estará hecho. Finalmente, después de todos los dolores de cabeza dejarán ir un "Pero compensa". Ponemos nuestra apuesta en cuarentena hasta final de temporada.
Otra de las que consideramos dolencias inglesas tan expandidas ya que parecen formar parte del ADN de esta nación, es la de llevar ciertas situaciones al límite dejando muy poco lugar para la sugestión. El consiguiente y lamentable resultado deriva: la obviedad es enemiga de la inteligencia. El rizar el rizo y cerrar el círculo de la situación insinuada hace que se convierta en ridícula, grosera y vulgar perdiendo todo el potencial, el juego y el jugo inspirador que podrían seducir a nuestros cerebros. Es uno de los mayores lamentos de Breeders en cuanto a nosotros se refiere.
Suspirando y afligidos por la desgracia de ver cómo una excelente idea se echa a perder por esta manía persecutoria y cultural de forzar los acontecimientos, le reconocemos muchas y muy buenas intenciones y sería una injusticia no hacer mención de ellas. Repetimos que todo acabará decidiéndose al final de temporada. En el caso de "hacernos un Agatha Christie" nos cabrearemos y MUCHO.
Recordamos que hacer un "Agatha Christie" es sacarse de la manga una explicación para el asesinato de la cual nunca se ofrecieron indicios en las 550 páginas anteriores. El efecto sorpresa que a muchos seduce, nos provoca un monumental rechazo y oleadas crecientes de mala leche. Como ya hemos mencionado, creemos que Breeders sucumbirá a las tendencias dictadas en su genética y nos premiará con un público y coreado final de "OOOOOOOH" y que le valdrá nuestro "vaya mierda".
El drama inglés es de intentar hacer comedias. Nosotros seguiremos criticando su humor desgraciado hasta el final. No entenderemos nunca cómo puede hacer gracia lo manifiesto. Por cierto, tampoco aprobamos el papel de Martin Freeman haciedo de bufón y levantando las manitas para indicar el chiste. En cambio, Daisy Haggard logra, dentro de las posibilidades del guion, mantener un soplo de dualidad sin volver evidente lo que debe permanecer encubierto.
Unas buenas relfexiones derivan de su contenido. Martin Freeman y Daisy Haggard son padres a la vez que hijos y eso da para un largo y amplio recorrido que permite ver cómo los traumas de una generación pasan a la siguiente ya sea por asimilación o por rechazo. En el caso de Haggard, su padre es un hippy que se marchó de casa cuando ella tenía 5 años. Su respuesta natural es la de elegir a un hombre completamente opuesto a la inexistente figura paterna. ¿Es por ello una buena elección? ¿Es la dirigida y reactiva una elección siquiera? ¿Es la reacción fruto de una reflexión sobre lo que nos conviene realmente o de lo que no queremos ni en pintura? Repetimos, como ya hemos hecho un millón de veces, que los automatismos no implican decisiones acertadas sobre lo que necesitamos.
Por su parte Freeman proviene de una familia convencional y, como todos los seres humanos con poca visión, creerá que sus hijos están por encima de la media y se pondrá a la defensiva cuando le sugieran que sus creencias no están fundamentadas. Sus hijos son perfectamente normales. Lamenta haber perdido su supuesta creatividad de juventud. Desempeña un trabajo rutinario en el que lleva 22 años sin cambio ni motivación por el mismo. ¿Eso es lo que le provoca un acusado vacío interior y siente la llamada biológica de tener que dejar su legado genético a la humanidad? ¿Es el descubrimiento de la realidad, del sinsentido de la existencia lo que nos empuja a procrear? ¿Es el miedo a la soledad una de las razones por las que decidimos tener hijos pensando erróneamente que alguien se preocupará por nosotros cuando el tiempo haya arrasado con la mentira del teatro que nos han vendido?
Eso es lo que parecen haber creído los padres de Freeman. Lamento tras lamento hacen llegar el mensaje de que ellos se irán a un asilo para viejos cuando representen una carga. La forma de expresarlo sugiere (ahora sí) todo lo contrario y quieren oír de Freeman que él no los dejará ir a un geriátrico. De nuevo, la sugerencia repetida en varias escenas pasa a resultar pesada perdiendo su justa medida. La que le daría el toque exacto de gracia se esfuma en la 3ª insinuación.
Finalmente, el padre de Haggard que aparece de la nada cuando la necesidad apremia. Encarnado por el hermano de Saul Goodman, Charles, Michael McKean aparece en un registro bastante sorprendente, el gracioso. De fondo sigue siendo una alimaña y muy convincente.
Todo indica un evidente interés de los unos respecto a los otros desmitificando así los lazos de sangre y el amor incondicional que dicen tenerse las familias. No por ello insinuamos que en todos lados cuezan habas pero sí que en casi todos.
Estoy hasta las narices de la gente irresponsable que simplemente no desea ser padre/madre por este absurdo complejo de Peter Pan que existe hoy en día: no asumamos responsabilidad alguna, porque eso interferiría con nuestra vida, tan extraordinariamente plena, consistente en... pasarlo todo lo bien que podamos sin pensar en nada más (ojo, tampoco en nuestra felicidad; la felicidad no consiste en eso). Y yo era de esos, hasta que tuve hijos.
Y sí, compensa.
Sé que nunca lo entenderéis, porque es imposible de entender para el que no tenga hijos, pero el cariño de un niño por su padre/madre y viceversa no tiene parangón con absolutamente nada en el mundo. Es simplemente inexplicable e inefable. Es amor puro, con mayúsculas, y yo no lo conocí hasta tener hijos.
Que traen innumerables problemas, pues claro, como todo lo que merece la pena en este mundo. Pero también le dan un sentido a la vida de la que hasta ese momento carece. Esto es así, e, insisto, no se puede transmitir ni explicar. Se ha de vivir. Hay complicidad, transmisión de conocimientos y de vivencias, alegría por todos y cada uno de sus logros. Un amor, por fin, libre de todo egoísmo y únicamente conducente a la existencia y bienestar de un ser que sabes que al final va a marcharse y vivir su vida lejos de ti. Todo lo que haces por él, lo haces por amor.
Sí, sí, ya sé a lo que suena. Pero es la realidad. Yo, ante todo, soy padre, y luego todo lo demás.
Y, por cierto, vaya manía absurda le tenéis a las series british, que a mí me encantan. No sé si veré esta, pero si hay giro de esos, pues resultaría de lo más natural, nada de «vaya mierda». Con los hijos existen miles de días que estás hasta las narices. Y luego, morirías gustosamente por ellos sin dudarlo ni un segundo. Con ellos, los días se te hacen largos, pero los años cortos.