Sin ser NADA del otro mundo, no está NADA MAL
Tras haber visto 4 capítulos de Hache poco es lo que tenemos que decir. Se trata de un entretenimiento bien diseñado y pulcramente rodado. Sus diálogos son normalitos, la trama sin sorpresas en la que se respetan los tempos de los thrillers policíacos. Una frecuencia de acontecimientos modulada, el desfile de personajes con sus presentaciones y caracterizaciones es límpido y la puesta en escena clara. Verónica Fernández no intenta hacer magia y le agradecemos la honestidad con la que nos presenta su trabajo.
Reconocemos una dirección bien llevada y las representaciones de calidad. Destacamos en particular la de Ingrid Rubio, una actriz a la que hemos seguido desde sus inicios y siempre ha sobrepasado nuestras expectativas y que, como siempre, está espectacular. Hacemos especial mención de Noriega, que nunca ha sido santo de nuestra devoción y ha logrado volverse aceptablemente creíble con los años.
Para nuestro gusto la protagonista, Hache (Adriana Ugarte), tira demasiado de descaro a lo "Sarita Montiel" lo cual no es ni bueno ni malo. Quizás la exploración de otros registros faciales incrementaría el valor de su actuación.
Hache es un thriller policial sobre un traficante llamado Malpica que regenta un local de fiestas, el Albatros, en el corazón de la Barcelona de los años 60 y con la dictadura de Franco como marco político. ¿Era necesario remontarse a ese momento? No le vemos el porqué pero respetamos la voluntad de su creadora.
La heroína de la serie es Helena, Hache, una prostituta forzada a llevar dicha vida para poder alimentar a su hija pues su marido, el generador de ingresos, fue encarcelado por liderar alguna revuelta. Uno de sus escarceos la lleva hasta el Albatros donde Malpica la designa para pasar la noche entre el uso de sustancias, sexo duro y encubierto, apoderamiento, empoderamiento y mucho, mucho dinero y rock and roll. Hache ve a Malpica como un cliente regular del que conseguir las ganancias necesarias para costearse el abogado que podría sacar a su marido de la cárcel.
Hache sube en el escalafón social cuando el traficante empieza a confiar en su agudeza mental. Poco a poco se va convirtiendo en imprescidible y sus consejos son tomados en consideración. Los celos y demás pasiones empezarán a despuntar entre los acólitos de Malpica y tratarán de cubrir los irrefutables dotes de Hache para los negocios con desacreditaciones, desconfianzas y demás artimañas a las que ya estamos acostumbrados e inmersos en el día a día.
Sinceramente, no está nada mal para pasar el rato pero Hasta aHí llegan las Heroicidades, sin HincHar demasiado el globo. Ale, con Hache de halago, al lago.