"Ju-on Orígenes" y puntos suspensivos.
La saga de películas de terror iniciada por el director japonés Takashi Shimizu que se puede eternizar hasta que el mundo se acabe si todas terminan como la serie.
Todo está basado en unos hechos reales, muy reales si vas puesto hasta las cejas.
En una casa de Tokio, unos acontecimientos pasados se arrastran hasta la actualidad. Es 1988 y a la actriz Haruka Honjo le preocupan unas pisadas que oye por la noche en su apartamento. El experto en sucesos paranormales, Yasuo Odajima, investiga el caso. Todo podría estar relacionado con el novio de Haruka, Tetsuya, que fue a visitar una casa a la venta.
Por otra parte tenemos a Kiyomi Kawai, una joven que desembarca en un nuevo instituto a mitad de año porque su madre cometió un error. Más tarde nos annuncian que el error de la madre tuvo que ver con Kiyomi. La joven acompaña a dos chicas del instituto a la misma casa que visitó el novio de Haruka y allí sucede algo que no nos explicamos y no entendemos las razones para querer provocar ese incidente.
Posteriormente, hay un salto temporal a 1994 donde vemos a Kiyomi de más mayor, a su pareja y al hijo de ambos.
En paralelo una mujer embarazada cuyo marido la ve con otro hombre y piensa que lo está engañando.
CRÍTICA DE LA SERIE JU-ON ORÍGENES - CEC SERIES
Ni miedo ni leches. Como mucho, asco, pero incluso nosotros que somos muy aprensivos no hemos sentido en ningún momento desasosiego y no nos hemos tenido que tapar la cara con las manos a la par que los oídos con los pulgares. Sí, sí, así vemos las de miedo, blindados. Nos causó más terror Betaal, que ya es decir.
La historia es inconexa. Primero 1988, después el 94 para volver al 88, 94, 92 pero ya hemos hecho tantos saltos temporales que parece que el 92 no cuadre en su marco temporal.
Las historias son anecdóticas. Seguimos, como ya hemos comentado, sin saber a qué viene el incidente de Kiyomi en la casa ni el interés de que ocurriera por parte de las compañeras. Tampoco sabemos por qué su madre se cepilla a todo bicho viviente. No hemos entendido qué pinta la pareja de Kiyomi, ni el niño que dibuja, ni la de servicios sociales. ¿El niño es porque la historia se repite y que antes hubo otro infante mezclado? ¿El feto, "morti-feto" qué? Asímismo, del padre que se ceba golpeando a su hijo en un coche no se vuelve a saber nada.
Muchas de las subtramas llevan a un callejón sin salida quedando su propósito en el aire.
El final es de juzgado de guardia y bien preparadita para perpetuar hasta el infinito la infamia saga de la maldición que no tiene ni pies ni cabeza. Cuando parece que se empieza a comprender algo, pierde el hilo, la serie enchufa otra historia de marido celoso o de embarazada kinder sorpresa y a uno se le rompen los esquemas.
A los orígenes le fallan los fundamentos y es incapaz de mantener un discurso sostenido y coherente porque la idea ya parte de una estupidez que han ido estirando, estirando y estirando hasta una totalidad de, nada más y nada menos que 13 películas. A pesar de que la crítica de la última película "The Grudge" se ensañara, se siguen emitiendo subproductos. Por algo será.
Y ya veremos qué pasará con esta temporada y la recepción que tendrá porque es más mala que lo que se tira. Seguimos exprimiendo una idea que se originó mucho antes de los 80 y que, sin que se entienda, sigue de moda. La casa encantada, la casa de los espíritus, el fantasma de una mujer atormentada que corrompe a los vivos. Si al final... todo es siempre lo mismo y se continúan produciendo películas y series sobre lo mismo de lo de siempre.
Esperaremos a tener datos de nuestros lectores sobre lo que les ha parecido la serie. A nosotros una verdadera absurdidad.
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