TOXICIDAD Y PERPETUACIÓN DEL PATRIARCADO Y LOS MENSAJES PUBLICITARIOS. A EVITAR SIN LUGAR A DUDAS
"Es que tengo una hermana que es guapa, inteligente, divertida y está casada con un hombre guapo, inteligente y divertido, y yo no soy como ellos y mi madre me compara...", una de las indignas e indignantes reflexiones de la protagonista.
La serie empieza sorprendentemente bien, con dura mano de hierro contra el voluntariado y sus tóxicos derivados.
Quede claro, como no podría ser de otra manera, que nos posicionamos en favor de los que ayudan desde la integridad moral y del altruismo poco creíble del ser humano. Nada que decir sobre aquellos que lo hagan, realmente, por un motivo 100 por 100 altruista.
Pero en la serie (y el libro) entramos en el primer típico tópico: no hace falta ir a Libia para ayudar a los necesitados, sólo alzando la vista por encima de nuestro ombligo veremos que la vecina del cuarto, esa abuelita que a penas puede subir la cuesta con la compra, precisa de compañía porque nadie parece reparar en ella.
El auxiliar puede representar una obra de caridad para los que necesiten dar sin recibir nada a cambio (que haberlos, haylos)... Pero, claro está, la abuela no justificará un viaje, una "experiencia vital" como se suele decir en el marketing social, ni tampoco una huída de la propia realidad.
Esos derivados tóxicos y, en realidad egoístas, que subyacen en la gran mayoría de casos. En el fuero interno de cada uno arderá la llama de la verdad y, aunque nadie lo quiera admitir públicamente, en el fondo todo el mundo sabé lo que hace y el porqué.
PROMESAS DE ARENA es una ficción que trata de hacernos creer lo contrario de lo que nos expone al principio, lo cual la rebaja a burda patraña. Y se sustenta en el aire construyendo castillos en las nubes. Primero tira la piedra, después esconde la mano, y con una sonrisa te dice que todo lo expuesto en sus inicios es mentira, que la realidad de las personas cambia cuando comparten de verdad en un ambiente hostil. Se vuelven buenas y humildes, crecen como seres humanos, se enamoran y sienten como nunca antes lo habían hecho. Pues nos parece no sólo una chorrada superlativa, sino que además la consideramos absolutamente tóxica y contaminante. Este no es el servicio que tiene que dar una televisión pública.
AQUí NUESTRA reflexión E INDIGNACIÓN ASOCIADA a la ficción
En la serie, Andrea es una chica que se embarca en un viaje a Libia con una ONG, siguiendo a su amigo del alma Jaime. Aquí encontraréis la sinopsis completa y ficha técnica de la serie tras la presentación a los medios, y que no vamos a repasar porque se nos llevan los demonios.
El episodio piloto parece disparar hacia aquellos que se embarcan en dicha labor "humanitaria", sin saber el porqué o bajo el pretexto de "encontrarse a sí mismos". Una excusa de la que ya estamos cansados de oír, pues sirve de comodín para explicar cualquier tipo de deriva. ¿Encontrarse a sí mismos? Ni siquiera saben definir lo que eso significa... pero ahí van, proclamándolo a los 4 vientos, y llenándose la boca de ello.
Para intentar ser uno mismo hay que estar presente en lo cotidiano, que es cuando uno mismo debe ser uno mismo, siempre. Y no precisamente en lo extraordinario. La huída no facilita la misión, sino que dispersa la persecución de la propia naturaleza. Desde nuestra óptica es totalmente absurdo y no entendemos cómo ha cuajado y se ha masificado la utilización de este lema en la (in)consciencia colectiva hasta el punto de convertirse en cliché y moneda de cambio para cualquier cosa: yoga, taichi, meditación, fengchui, chisuang, chop suei...
Así de sonoro se ha hecho el publicitario mantra de "viajar te abre la mente", formando parte de las gloriosas ideas que nos han embutido como sinónimo de tolerancia y flexibilidad mental. Será ahora cuando los más viajados arremeterán, demostrando esa tolerancia y lo mucho que han "aprendido de otras culturas", el otro gran tótem que ha demostrado no ir a ningún lado más que a la propia perdición. La nueva serie de la cadena pública no hace más que incidir en todo ello.
Aquí os hablamos desde una posición muy (incluso demasiado) "viajada": habiendo vivido fuera de las fronteras de uno mismo durante más de una década, podemos afirmar rotundamente y sí, sentar cátedra, de que ni viajar te abre la mente ni te retorna a tu origen perdido, a tus propias raíces, a lo que REALMENTE eres. Es absurdo, ridículo y estúpido, y combatimos vehementemente este tipo de sandeces que parecen defenderse a capa y espada desde el habitual mainstream social.
Y que nadie se sienta ofendido. A quien REALMENTE le guste viajar y no lo haga por inercia, fenomenal. Pero que por lo menos examine si lo hace para encontrarse a sí mismo lejos de su propio YO, o para abrir su percepción, como asegura el mantra. La percepción real se ejercita desde el sofá de casa, tomando conciencia de la comodidad inamovible de nuestros traseros embadurnados de oleoso pringue para deslizarse mejor por los raquíticos respiraderos que la sociedad nos proporciona para, de vez en cuando, obtener un poco de aire: el viajar es una de esas aberturas.
No hace falta entregar dinero a terceros ni dejarse engañar, y aún menos seguir contribuyendo a engrosar mitos y leyendas sobre el viajar y el colaborar con ONGs. Colgar fotos en el instagram "mola mazo", y fardar de kilometraje con los del curro todavía más.
"Mire usted, es que mi hijo se ha ido 3 semanas a hacer la travesía de nosequemierdas, es muy inteligente, se gana muy bien la vida con un buen trabajo." Sí sí, todo un winner, señora... Una ejemplificación del que tiene que salir de su casa cuando tiene 3 días libres porque no sabe qué hacer con su vida y tiene que "desconectar". Todo un campeón.
Disculpad la osadía, pero ni tan siquiera creemos en la causa no gubernamental. Si los poderes de los países quisieran que su gente prosperara, otro gallo cantaría. Y no, no nos escudamos en este argumento para evitar mover un dedo, probablemente con este escrito estemos contribuyendo en mayor medida que con aportaciones dinerarias. Por poner un ejemplo reciente, si realmente el poder quisiera atajar el cambio climático SE PROHIBIRÍA el uso de sustancias, materiales y costumbres nocivas. Si no se hace es porque no interesa y punto. Que no nos vengan con milongas, porque no nacimos ayer y ya está bien de machacar nuestras conciencias cuando aquí los únicos que pringamos somos nosotros, consumidores finales de todo, los obreros a costa de los cuales viven los demás. Nuestro bolsillo, nuestra salud, nuestro planeta, nuestro futuro y el de nuestros hijos son los ÚNICOS afectados por los intereses de los que ostentan el poder (y no son los políticos, que quede claro).
LO PEOR DE LA SERIE
Lo peor de PROMESAS DE ARENA es que podrá esparcir bien su mierda, pues tiene TODOS los ingredientes para encandilar y enganchar al público, pero es la historia de Aladín donde el príncipe del terror es Hayzam (Francesco Arco) y ella, Lucía (Andrea Duro) la pobre rata callejera que además es una cabezahueca idiota que nos saca de quicio cuando abre la boca. Si además, al odioso personaje le sumamos la pésima calidad de la actuación de Duro (lo sentimos mucho pero no nos la creemos) ya es para premio. A ver si no...
Para ilustrar algunas geniales ocurrencias del personaje: ¿Quién se va a un país en guerra y no cumple las normas de seguridad a rajatabla, y más siendo una mujer? Te pueden matar, violar, secuestrar, torturar... pero tú eres imbécil y te pones a perseguir niños porque eres tan buena de corazón que no miras por tu seguridad, sólo por el bienestar general. Eres una niñata insoportablemente idiota y dan ganas de apagar el televisor.
Pero claro, entonces aparece el príncipe de los ladrones y la salva, y luego se enamoran, y nosotros vomitamos con el pastelazo que tenemos enfrente, especialmente escrito para mujeres desdichadas y faltas de amor cuya vida está desesperantemente vacía.
El público objetivo de promesas de arena son todas las Mrs. Fletcher (una buena serie de HBO) en potencia. Éstas, en vez de descubrir los placeres hedonistas, se lanzan a magnificar las fantasías que les meten en la cabeza desde bien pequeñas. El príncipe azul en un idilio imposible y con la guerra de fondo. Romeo y Julieta, Tristán e Isolda y las múltiples ensoñaciones que Disney ha ido sembrando y cuyos frutos han sido la putrefacción cerebral, la decrepitud, la sumisión y la aceptación de los patrones del patriarcado.
Con la amistad y el "amor" (no confundamos amor y calentón) por bandera, entre una plaga de egos que juegan a marcar terreno y dejan bien claro que cada barre para su casa y que "ni me mires que te arreo", 'Promesas de arena' deja bien claro que, con un soplo de viento, su filfa se esparce. Nada queda, nada perdura, más que el apoyo tóxico a los valores machistas.
Para justificar un acercamiento entre príncipe y voluntaria se sirven de pretextos no creíbles pues, repetimos, en un país en guerra, como bien se dice al principio, los niños no existen: son sólo personas pequeñas. Y, para salvar a uno, no vas a comprometer la seguridad de toda una organización. Es que no hay por donde cogerla y así sucesivamente.
Otra de las chorradas que nos han dado vergüenza ajena es Lucía explicándole a Hayzam por qué se fue a Libia... "es que tengo una hermana que es guapa, inteligente, divertida y está casada con un hombre guapo, inteligente y divertido, y yo no soy como ellos y mi madre me compara..." ¡POR FAVOR!
¿Se puede ser más patética, consentida y vacía? Si es que no se puede ni comentar de lo indignante que resulta y más cuando se lo está diciendo a un tipo que en teoría trafica con armas, que no duda en matar, que no pestañea al apretar el gatillo y que vive al día sin saber si habrá un mañana. No tiene sentido y experimentamos el bochorno más absoluto.
Hay muchos más ejemplos que podríamos exponer pero hemos dado la idea general que pretendíamos. ES ABSURDA, VERGONZOSA, PATÉTICA, LAMENTABLE, TÓXICA, ÑOÑA, ESTÚPIDA, RIDÍCULA Y CONTRIBUIDORA A LA PERPETUACIÓN DE LA FILFA.
A EVITAR POR EL BIEN DEL FUTURO DE LA HUMANIDAD.