Un altiplano en materia emocional, una llanura en complejidad, una planicie dialéctica y una meseta anecdótica.
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Tras ver toda la primera temporada, muy a nuestro pesar, el veredicto es... que la serie NO cumple con los cánones escandinavos de los que tanto disfrutamos. La sensación general es la de estar viendo una serie de superhéroes adaptada a Noruega. Los malvados, el superhéroe, la chica pero bajo las formas mitológicas. Es lo mismo de siempre pero diferente.
Como una casualidad que nos ha sorprendido, el director es Adam Price, el mismo nombre que el personaje de NO HABLES CON EXTRAÑOS. Fulminados, como el rayo que le sale a Magne de los dedos, es lo que más sensación nos ha causado.
Se espera que este sea el nuevo gran éxito noruego desde el final de la globalizada 'SKAM' mientras nosotros sentimos un gran vacío tras su visionado. Es un altiplano en materia emocional, una llanura en complejidad, una planicie dialéctica y una meseta anecdótica.
Ragnarok, la batalla del fin del mundo emprendida por los Dioses, nos adentra en el universo mitológico nórdico acompañando a Magne (David Stakston), su hermano Laurits (Jonas Strand Gravli, al que ya vimos en la película "22 de Julio") y su madre Turid (Henriette Steenstrup) a su pueblo natal llamado Edda. Allí, ambos jóvenes deberán aclimatarse a un nuevo instituto, nuevas amistades, costumbres y algunos sucesos extraños que están aconteciendo. Magne despliega sus escasos dotes sociales entablando una relación confraternal con la marginada Isolde (Ylva Bjørkaas Thedin a la que ya pudimos ver en 3 capítulos de la serie "Beforeigners"), una ferviente activista contra el cambio climático que denuncia las cuestionables labores de la industria JUTUL de las cuales son propietarios los JUTUL, una de las familias más ricas de Noruega. Sus 4 componentes son Saxa (Theresa Frostad Eggesbø) y Fjor Jutul (Herman Tømmeraas) los retoños de Vidar (Gisli Örn Gardarsson), propietario del imperio Jutul y de la directora de la escuela, Ran (Synnøve Macody Lund). La chica que despierta pasiones es Gyr (Emma Bones a la que ya vimos en el papel de Kamila en "Heimebane") y es la que será motivo de la "lucha de gigantes" entre los colosos Fjor y Magne.
Rodeado por la inmensidad de una naturaleza cambiante, el derretimiento de los polos, la calidez de los inviernos y en general la inestabilidad del tiempo, Magne será presa y víctima de una serie de transformaciones e inestabilidades en su propio cuerpo. El descubrimiento de una fuerza descomunal, la agudeza de sus sentidos y su velocidad entrarán en confrontación con la fragilidad de su condición tal cual la conoce hasta la fecha.
Asistimos al despertar de un superhéroe clásico adaptado a la mitología Noruega. El tema no acaba de ser de nuestro agrado y aun así hemos visto la totalidad de su primera temporada. Indicios de que algo tiene y sin embargo, la terminamos con sensación de manos vacías. El rayo de esperanza que albergábamos se funde con la oscuridad del cielo. Sexo y violencia no son el foco de atracción ciertamente y eso es lo que la salva a nuestros ojos. No obstante, no acaban de encajar contenido y forma.
¿Habrá gustado? Pues ya no sabemos. Sentimos que los amantes del género de superhéroes buscan mayores dosis de adrenalina y los que huímos de las descargas hormonales esperamos más profundidad. Ragnarok se queda "Entre dos tierras", "sin chicha ni limoná".
La inquietud que suscita el cambio climático parece que va marcando tendencias que fraguan en la actualidad seriéfila. Las series serán en el futuro un vestigio del pasado que expresarán aquello que concernió a sus habitantes en una época determinada. Curiosa reflexión porque lo que hoy hacemos encantados en nuestro tiempo libre será de obligado cumplimiento en el porvenir. ¡Nacimos demasiado pronto!
Los libros, después el cine y finalmente las series. Estamos tan sólo observando que el material audiovisual de hoy será el motivo de las clases de historia del mañana. Y lo que proviene de nuestro ocio hoy será la lacra de los estudiantes futuros igual que nosotros tuvimos que lidiar con títulos tan sugerentes como "El cantar del mio cid" (que en su día fue best seller seguro) o "El médico de su honra".
Ragnarok termina con un final cerrado, abriendo nuevas incógnitas para una segunda temporada que, de no llegar, no pasaría nada pues en la primera entrega queda todo bien atado. Excepto las cuestiones de fondo como ¿Qué hacen seres milenarios en este siglo? ¿Cómo han llegado? ¿Cómo es posible que un Dios se reencarne en un adolescente? que son los enigmas de siempre y el armazón a largo plazo. Quizás las respuestas estén previstas para su T2 pero las tramas abiertas en esta T1 siguen un hilo argumental que se termina en nudo.
Desde nuestra posición: Ragnarok no da ni para entretener precisamente porque no cumple con las expectativas de los espectadores. Ni vikingos, ni mitología, ni misterio, ni acción, ni profundidad sino que se queda en el medio de la nada. Es "un sí pero no", "un quiero pero tampoco" un "ni contigo ni sin ti". Perseguimos la zanahoria, esperamos que estalle el epicentro y seguimos los mapas para hallar un tesoro escondido inexistente. Una pérdida de esperanzas y de tiempo lo cual es más grave todavía.