Ni necesaria ni entretenida, ya se veía venir
En este caso el capítulo piloto nos pareció fastidioso y duro de roer. No sólo porque la historia de Santos Dumont no nos interesa lo más mínimo sino porque su realización se asemeja más bien a un producto teatral filmado. De hecho nos preguntamos ¿Por qué este y no cualquier otra personalidad? Será que no hubieron inventores en el mundo merecedores de un lugar en la memoria colectiva. Será, como siempre, una razón de orden financiera.
Calidad pésima, diálogos forzados y actuaciones que siguen líneas paralelas.
¿Educativo? Mejor un documental de hora y media donde se condensa la información que lanzarse en la producción de una serie donde hay que inventar una trama que la justifique. En este caso no hay ni chicha ni limoná y escribimos sobre ella porque es estreno pero la podríamos haber obviado y nuestro mundo estaría igual de lleno si cabe o incluco un poco más porque no habríamos tenido que dedicarle una hora a algo que no aporta sino que resta a lo que realmente vale la pena.
¿Qué más se puede decir de Santos Dumont? Si acaso comentar su personalidad extravagante y nada extravagante al mismo tiempo. Por una parte su desbordante imaginación por la otra la constante necesidad de querer encajar. Sabemos de sobra que con un pie en cada lugar, entre dos tierras, uno acaba cayendo en el abismo.
La serie refleja lo que ya hemos visto millones de veces con las genialidades. El que es capaz de concebir otra realidad es poseedor de una capacidad imaginativa fuera de lo común. Todos fuimos en algún momento fructíferos inventores de balones aerostáticos.
¿Quién no se vio en su niñez inmerso en la fabricación de unos zapatos de tacón con legos o de algún tinte para el pelo con base de carbón más respetuoso con el medio ambiente? ¿Quién no le ha escrito nunca una carta al presidente del gobierno mostrando cierta indignación por el cambio climático y realmente convencido de que la misiva iba a llegar a destino? ¿Y al ayuntamiento explicando el porqué había que cambiar la disposición de los parquings o aumentar la circulación de metros en hora punta? ¿Quién no ha fabricado nunca una cabaña con cuatro palos y dos ladrillos que anduvieran perdidos en el fondo del jardín? ¿Quién no ha trepado nunca a un árbol e imaginado ser un explorador descubriendo el nuevo mundo o en verano un habitante de la Atlántida buceando en la piscina municipal? ¿Quién no ha deseado tener branquias y no emerger nunca más a la superficie donde el ruido es ensordecedor? ¿Quién no ha comenzado a escribir centenares de libros y soñado con terminar algún día uno y ser un renombrado escritor viviendo aventuras desde la comodidad del sillón regalando toda esa fantasía a otros? ¿Quién no ha imaginado otro futuro que el presente?
Todos los niños son grandes inventores abandonados a su imaginación capaces de aceptar cualquier tipo de realidad porque todavía no han aceptado la propia. Santos Dumont formaba parte de los que realmente creyeron en sí mismos e hicieron de la ficción una realidad.
A parte de lo mencionado, poco más queda por añadir. Es prescinbible y nos ha servido para viajar en globo, o sin, a nuestro pasado y rememorar los tiempos aquellos en los que se colgaba una manguera del pino o tu abuelo te hacía un columpio con 4 cuerdas y un neumático y ya tenías el verano solucionado.
Precisamente hoy hemos tenido que acordarnos de él. Miguel, te echamos mucho de menos y nos acordamos de tus recitales de Calderón de la Barca en los atascos de camino a la escuela. Nos acordamos de tus canciones de Machín y Nat KIng Cole, de los angelitos negros que persiguen a Adelita que se fue con otro, de que la vida es sueño, de que los sueños, sueños son pero que existieron personas capaces de realizarlos como Santos Dumont o como nosotros.
Gracias por haber contribuído a lo que hoy somos, absolutamente nada en el mundo pero un mundo en nosotros mismos. Magno Maño nos vemos pronto aunque no nos corre prisa. Te echamos de menos, muchísimo, será porque te fuiste con demasiado apuro. ¡Un puro a tu salud!